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Pues eso. Los nacionalismos (independentismo catalán en la Hispania Cisterior, ultraderecha española en la Hispania Ulterior) se necesitan para justificarse ante sus botarantes al tiempo que los inútiles que logran trepar al poder tapan sus vergüenzas de ineptos con el trapo de colorines de turno.Ver citas anterioresNo, no volverán a hacerlo
Jordi Xargayó
16·09·23 | 06:30
Entre los votos decisivos para la investidura de Pedro Sánchez y la celebración del Día de Catalunya, el nacionalismo catalán ha vuelto a sacar pecho. Pilar Rahola, portavoz de Waterloo, ha proclamado que «el independentismo ha vuelto, y volverá a marcar su agenda política. Ni está desmovilizado, ni está muerto. Solo se había retirado en los cuarteles de invierno, a la espera del deshielo, como siempre ha hecho cada vez que la represión ha sido asfixiante». El incombustible Jordi Turull ha enfatizado que "no renunciaremos a la unilateralidad, porque sería renunciar a nuestra nación". Y la fanática presidenta de la ANC, Dolors Feliu, ha anunciado que, al día siguiente de la presunta amnistía, que todavía ni se ha concedido, ni se sabe si se concederá, debe activarse la DUI. Brindis al sol para que no decaiga el relato.
Carles Puigdemont también se refirió a la unilateralidad tanto en su charla de Bruselas como en la valoración de la condena a Miquel Buch. Todo ello con un doble objetivo: satisfacer el consumo interno de quienes todavía mantienen la fe y potenciar el discurso de la derecha española y sus altavoces mediáticos. Necesitan retroalimentarse. Da risa que uno de los grandes ideólogos de la derecha española, Pedro J. Ramírez, diga a estas alturas que "están convirtiendo la Diada en una manifestación por la independencia". ¿No se había enterado todavía? Es como escandalizarse por lo que dice Dolors Feliu cuando repite el mismo discurso que han pronunciado en la última década sus antecesoras, Carme Forcadell y Elisenda Paluzié. Cada año han anunciado una independencia que ni ha llegado, ni va a llegar. Mientras, a vender camisetas.
Basta con ver al presidente de la Generalitat Pere Aragonès manifestándose el lunes gritando «inde/independencia» y al día siguiente recordando a la presidenta de la ANC, Dolors Feliu, que «una DUI ahora no serviría para nada». Es el propio Aragonés que accedió a la presidencia con un apoyo parlamentario de 74 diputados de un total de 135 (la mayoría son 68) y el 52% de los votos independentistas y no ha movido un dedo para conseguir la secesión, ni lo moverá, como tampoco movió nada el cienmileurista Quim Torra. No, por mucho que apelen a la «unilateralidad», no volverán a hacerlo ni a corto ni a medio plazo.
De lo que se trata es de salvar los muebles para ir tirando. Votarán a Pedro Sánchez si pueden resolver sus problemas personales. Indulto en la pasada legislatura y amnistía ahora, o lo que sea, que cada vez está menos claro. Nada más. Ya ni recuerdan lo que dijo el diputado de Junts y uno de los principales asesores de Puigdemont, el también incombustible Toni Castellà, el pasado mes de junio: «Empezamos la contraofensiva independentista. El 23-J ocupemos las instituciones españolas y bloqueémoslas. Tienen que acatar el derecho de autodeterminación de Catalunya y no nos detenemos hasta doblegarlos». En la criticada época del "peix al cove" (pájaro en mano), los réditos eran muy superiores. La autodeterminación sirve para consumo interno. Y, si llega algún tipo de amnistía, al día siguiente todo seguirá igual.
De gente fanática y sin escrúpulos se puede esperar cualquier cosa, pero no, no volverán a hacerlo. Eso sí, se harán muy pesados y deberemos aguantar su permanente arrogancia. Mientras, Catalunya seguirá estancada, sin progresar, como la decadencia que sufrió Quebec tras los referendos y la que ha provocado el Brexit en Reino Unido. Es lo que ha dicho siempre Alfons López Tena, que conoce muy bien al mundo independentista: «Desean la independencia, pero no quieren hacerla». Continuaremos escuchando una cantinela que se acabaría si los partidos nacionalistas explicaran la verdad a sus votantes, o sea que no verán la independencia, pero eso no ocurrirá: el negocio y la supervivencia dependen de mantener el relato. Mientras nos tienen entretenidos discutiendo sobre independencia y amnistía, el gobierno se ahorra dar cuentas de su inacción. En el pequeño municipio de Òrrius (Maresme) llevan veinte años con barracones escolares, eso sí su alcalde, nacionalista de JxCat, ha convocado un nuevo «referéndum» para el próximo 1 de octubre. Quien días pasa años empuja, y como los nacionalismos siempre van generando grupos más radicales, sólo falta que la ANC y la Aliança Catalana de Sílvia Orriols presenten candidaturas a las próximas elecciones catalanas. Cuanto más seremos, más nos reiremos (o lloraremos).
¡Indapandansia! ¡!Spannaserompe!, se gritan unos a otros. Y tira millas, mientras reciban dinero público el éxito justifica la estrategia. ¿Y el país? Ya se apañará. ¿Y el pueblo? Son idiotas, ¿no ves que casi la mitad van y les votan...?