PARACUELLOS/ANIVERSARIO DE UNA BRUTAL SACA/ El horror Rojo
Publicado: 08 Nov 2018 17:26
https://gaceta.es/opinion/paracuellos-l ... 1107-0926/
ANIVERSARIO DE UNA BRUTAL SACA
Paracuellos, la ilegitimidad de la izquierda que la memoria histórica no puede borrar
Opinión / 07 noviembre, 2018
Mateo Requeséns
Inmisericordes, los milicianos rojos ejecutaron a familias enteras, incluso asesinan a 50 niños de entre 13 y 17 años.
Aunque el terrible episodio de la mayor matanza perpetrada durante nuestra guerra civil es de sobra conocido por todos, no debemos de dejar de recordar lo que ocurrió entre el 28 de octubre y el 4 de diciembre de 1936 en Paracuellos del Jarama.
Tras el fracaso del Alzamiento en Madrid la represión republicana se desató ya durante los meses de agosto, septiembre y octubre. Las masas frente-populistas, de escaso nivel cultural y embrutecidas por la propaganda marxista, dieron rienda suelta a un salvajismo sin precedentes contra sus vecinos señalados como derechistas, monárquicos, tradicionalistas, falangistas, religiosos, militares o ricos, estigmatizados como fascistas que había que exterminar. No fueron casos aislados los actos de tortura, violación y crueldad, como el asesinato del general Eduardo López de Ochoa, encargado en su día de sofocar la revolución de Asturias, al que los milicianos sacaron del Hospital Gómez Ulla en el mes de agosto y al que, después de fusilarlo, cortaron la cabeza con una navaja, para pasearla clavada en una bayoneta por las calles de Madrid en una escena digna del genocidio tribal de Ruanda.
La ferocidad de la persecución improvisada en aquellos primeros meses de la guerra civil pronto fue sustituida por una política de genocidio planificada y ejecutada sistemáticamente desde la Junta de Defensa dirigida por el general Miaja como jefe militar, pero, políticamente al mando de Santiago Carrillo que, con las Juventudes Socialistas Unificadas y bajo el mando del Partido Comunista, se había hecho con el control de la seguridad y el orden público gracias a la complicidad del socialista Ángel Galarza.
Aniquilados antes que liberados
Miles de españoles habían sido encerrados en las cárceles de Porlier, San Antón y la Modelo como desafectos al Frente Popular. Las autoridades republicanas decidieron que debían ser aniquilados antes de que pudiesen ser liberados por el ejército nacional que se acercaba a Madrid. Así comenzaron los horrores de las sacas que llevaron a las fosas comunes de Paracuellos y Torrejón de entre 6.000 a 8.000 personas. Las víctimas del terror rojo eran derechistas, como Jesús Cánovas del Castillo y Vallejo, sobrino nieto del que fuera protagonista de la Restauración, el ex Ministro de Trabajo de la República Federico Salmón, el conocido abogado Antonio Comyn, el magistrado Pablo Callejo Triana, Ricardo de la Cierva Codorniú, padre del historiador o Carlos Fernando Stuart Falcó, duque de Peñaranda y hermano del Duque de Alba. Militares, como los Tenientes Generales, José Rodríguez Casademunt y Jorge Fernández-Heredia Adalid, el Almirante Juan Magaz Fernández de Henestrosa, el General de Marina Esteban Martínez Cabañas, el Intendente Pedro Pombo y Romero Robledo, los Coroneles, de Artillería, Alfonso Cano Orozco, de Caballería, Victoriano Moreno Pérez-Brito, de Infantería, José Salcedo Cárdenas, y de E. M. Nicolás Prat Court. Falangistas, como Ramiro Ledesma, Juan Canalejo o el pasante de José Antonio, Manuel Sarrión Sanmartín. Intelectuales, como Ramiro de Maeztu, Muñoz Seca, José Calvache, José M.ª Angoloti, Manuel Font y de Anta o el periodista Delgado Barreto. Religiosos, entre los que destacan 22 hermanos de la Orden de San juan de Dios, beatificados como mártires de la fe por la Iglesia.
Inmisericordes, los milicianos rojos ejecutaron a familias enteras, incluso asesinan a 50 niños de entre 13 y 17 años. Podemos destacar la familia del farmacéutico Luis Madariaga Moras y sus hijos Ángel y Luis Madariaga Cenedese; los cuatro hermanos Antonio, Carlos, Emilio y José M.ª Paramés de Casa Buylla; Gregorio Sáenz de Heredia y sus hijos José y Joaquín; el militar Francisco Serrano Alguacil y sus hijos Manuel y Alfonso Serrano y García-Ibáñez; el militar Enrique Sicluna Burgos y sus hijos Luis y Enrique; el Abogado Mariano Soria Monje y sus tres hijos, Rufino, Mariano y Luis; los hermanos Enrique e Ignacio Triana Arroyo, hermanos de Monchín, jugador del Real Madrid también asesinado con ellos; el Notario Alejandro Arizcun Moreno, con sus cuatro hijos, Ramón, Francisco, Luis y Carlos; y los hermanos Florencio y José Luis Vadillo Alcalde.
Es imposible conocer la infinidad de víctimas anónimas masacradas por la barbarie roja en Paracuellos y Torrejón de Ardoz. Las fosas nunca fueron excavadas y allí descansan en paz los muertos, sin que los familiares hayan reclamado nunca su exhumación. Su recuerdo debe servir para no repetir nunca los errores que nos llevaron a la guerra civil, pero también para condenar a aquellos que hoy quieren recuperar el espíritu de aquella guerra civil.
Los responsables de la Ley de Memoria histórica, en vez de buscar la reconciliación, con memoriales comunes en recuerdo a todas las víctimas sin distinción de bando, andan empeñados en buscar, por supuesto sin éxito, una gigantesca fosa común que oponer a Paracuellos para “equilibrar” al bando nacional en atrocidades con el bando rojo. La justa causa de recuperar los cadáveres de las víctimas del bando perdedor (también aparecen del bando ganador) que aún anden perdidos por los campos de España, para darles una sepultura digna, se ha transformado en una operación de propaganda política monopolizada por comunistas y socialistas que nada tiene que ver con la paz, la piedad y el perdón y mucho menos con la verdad.
Las leyes de memoria sectaria que alumbró Zapatero y hoy impulsan Pedro Sánchez y Podemos, no hacen más que renovar irresponsablemente el mensaje de estigmatización y odio contra el enemigo político que tristemente nos llevó a que fuese posible un Paracuellos. Cuando se pretende aprobar una ley para criminalizar a quienes justifiquen al bando nacional y perseguir a quienes tengan una opinión positiva del franquismo, cuando incluso hablan de demoler la cruz del Valle de los Caídos o sacar a Franco de su tumba para hacer desaparecer sus restos, nos están revelando que siguen albergando la misma intención intolerante de eliminar a aquellos que, según su forma de pensar y entender la vida pública, no deberían existir. Hoy no pretenden la muerte física de nadie, pero si su muerte civil, demostrando que la izquierda española tiene una “Transición” pendiente por la que pasar. Se suponía que la Constitución de 1978 hacía tabula rasa de la ira y el rencor que todos podíamos invocar rememorando las atrocidades sufridas a manos de uno u otro bando, sin embargo, esta izquierda de hoy no parece haber superado la guerra civil de ayer, ni asimilado auténticamente los valores democráticos de pluralismo y libertad.
En una sociedad democrática no cabe fijar por ley la única y verdadera interpretación de la historia, practica indiscutiblemente totalitaria, pero aún menos sobre un hecho tan complejo y tan doloroso como una reciente guerra civil y sus consecuencias. Si entonces media España no se resignaba a morir, hoy media España tampoco se resigna a que le impidan expresar libremente su opinión. Y Paracuellos nos recuerda que la indignación y animadversión que unos legítimamente puedan sentir hacía el franquismo y el bando nacional, otros la sienten tan legítimamente como ellos contra el Frente Popular y el bando republicano. La reconciliación consiste en que seamos capaces de convivir con esta realidad mirando al futuro y no al pasado, el problema es que no parece que esa sea la intención de la actual izquierda española.
¡¡¡¡un horror tremendo!!!!
"Los responsables de la Ley de Memoria histórica, en vez de buscar la reconciliación, con memoriales comunes en recuerdo a todas las víctimas sin distinción de bando, andan empeñados en buscar, por supuesto sin éxito, una gigantesca fosa común que oponer a Paracuellos para “equilibrar” al bando nacional en atrocidades con el bando rojo"
ANIVERSARIO DE UNA BRUTAL SACA
Paracuellos, la ilegitimidad de la izquierda que la memoria histórica no puede borrar
Opinión / 07 noviembre, 2018
Mateo Requeséns
Inmisericordes, los milicianos rojos ejecutaron a familias enteras, incluso asesinan a 50 niños de entre 13 y 17 años.
Aunque el terrible episodio de la mayor matanza perpetrada durante nuestra guerra civil es de sobra conocido por todos, no debemos de dejar de recordar lo que ocurrió entre el 28 de octubre y el 4 de diciembre de 1936 en Paracuellos del Jarama.
Tras el fracaso del Alzamiento en Madrid la represión republicana se desató ya durante los meses de agosto, septiembre y octubre. Las masas frente-populistas, de escaso nivel cultural y embrutecidas por la propaganda marxista, dieron rienda suelta a un salvajismo sin precedentes contra sus vecinos señalados como derechistas, monárquicos, tradicionalistas, falangistas, religiosos, militares o ricos, estigmatizados como fascistas que había que exterminar. No fueron casos aislados los actos de tortura, violación y crueldad, como el asesinato del general Eduardo López de Ochoa, encargado en su día de sofocar la revolución de Asturias, al que los milicianos sacaron del Hospital Gómez Ulla en el mes de agosto y al que, después de fusilarlo, cortaron la cabeza con una navaja, para pasearla clavada en una bayoneta por las calles de Madrid en una escena digna del genocidio tribal de Ruanda.
La ferocidad de la persecución improvisada en aquellos primeros meses de la guerra civil pronto fue sustituida por una política de genocidio planificada y ejecutada sistemáticamente desde la Junta de Defensa dirigida por el general Miaja como jefe militar, pero, políticamente al mando de Santiago Carrillo que, con las Juventudes Socialistas Unificadas y bajo el mando del Partido Comunista, se había hecho con el control de la seguridad y el orden público gracias a la complicidad del socialista Ángel Galarza.
Aniquilados antes que liberados
Miles de españoles habían sido encerrados en las cárceles de Porlier, San Antón y la Modelo como desafectos al Frente Popular. Las autoridades republicanas decidieron que debían ser aniquilados antes de que pudiesen ser liberados por el ejército nacional que se acercaba a Madrid. Así comenzaron los horrores de las sacas que llevaron a las fosas comunes de Paracuellos y Torrejón de entre 6.000 a 8.000 personas. Las víctimas del terror rojo eran derechistas, como Jesús Cánovas del Castillo y Vallejo, sobrino nieto del que fuera protagonista de la Restauración, el ex Ministro de Trabajo de la República Federico Salmón, el conocido abogado Antonio Comyn, el magistrado Pablo Callejo Triana, Ricardo de la Cierva Codorniú, padre del historiador o Carlos Fernando Stuart Falcó, duque de Peñaranda y hermano del Duque de Alba. Militares, como los Tenientes Generales, José Rodríguez Casademunt y Jorge Fernández-Heredia Adalid, el Almirante Juan Magaz Fernández de Henestrosa, el General de Marina Esteban Martínez Cabañas, el Intendente Pedro Pombo y Romero Robledo, los Coroneles, de Artillería, Alfonso Cano Orozco, de Caballería, Victoriano Moreno Pérez-Brito, de Infantería, José Salcedo Cárdenas, y de E. M. Nicolás Prat Court. Falangistas, como Ramiro Ledesma, Juan Canalejo o el pasante de José Antonio, Manuel Sarrión Sanmartín. Intelectuales, como Ramiro de Maeztu, Muñoz Seca, José Calvache, José M.ª Angoloti, Manuel Font y de Anta o el periodista Delgado Barreto. Religiosos, entre los que destacan 22 hermanos de la Orden de San juan de Dios, beatificados como mártires de la fe por la Iglesia.
Inmisericordes, los milicianos rojos ejecutaron a familias enteras, incluso asesinan a 50 niños de entre 13 y 17 años. Podemos destacar la familia del farmacéutico Luis Madariaga Moras y sus hijos Ángel y Luis Madariaga Cenedese; los cuatro hermanos Antonio, Carlos, Emilio y José M.ª Paramés de Casa Buylla; Gregorio Sáenz de Heredia y sus hijos José y Joaquín; el militar Francisco Serrano Alguacil y sus hijos Manuel y Alfonso Serrano y García-Ibáñez; el militar Enrique Sicluna Burgos y sus hijos Luis y Enrique; el Abogado Mariano Soria Monje y sus tres hijos, Rufino, Mariano y Luis; los hermanos Enrique e Ignacio Triana Arroyo, hermanos de Monchín, jugador del Real Madrid también asesinado con ellos; el Notario Alejandro Arizcun Moreno, con sus cuatro hijos, Ramón, Francisco, Luis y Carlos; y los hermanos Florencio y José Luis Vadillo Alcalde.
Es imposible conocer la infinidad de víctimas anónimas masacradas por la barbarie roja en Paracuellos y Torrejón de Ardoz. Las fosas nunca fueron excavadas y allí descansan en paz los muertos, sin que los familiares hayan reclamado nunca su exhumación. Su recuerdo debe servir para no repetir nunca los errores que nos llevaron a la guerra civil, pero también para condenar a aquellos que hoy quieren recuperar el espíritu de aquella guerra civil.
Los responsables de la Ley de Memoria histórica, en vez de buscar la reconciliación, con memoriales comunes en recuerdo a todas las víctimas sin distinción de bando, andan empeñados en buscar, por supuesto sin éxito, una gigantesca fosa común que oponer a Paracuellos para “equilibrar” al bando nacional en atrocidades con el bando rojo. La justa causa de recuperar los cadáveres de las víctimas del bando perdedor (también aparecen del bando ganador) que aún anden perdidos por los campos de España, para darles una sepultura digna, se ha transformado en una operación de propaganda política monopolizada por comunistas y socialistas que nada tiene que ver con la paz, la piedad y el perdón y mucho menos con la verdad.
Las leyes de memoria sectaria que alumbró Zapatero y hoy impulsan Pedro Sánchez y Podemos, no hacen más que renovar irresponsablemente el mensaje de estigmatización y odio contra el enemigo político que tristemente nos llevó a que fuese posible un Paracuellos. Cuando se pretende aprobar una ley para criminalizar a quienes justifiquen al bando nacional y perseguir a quienes tengan una opinión positiva del franquismo, cuando incluso hablan de demoler la cruz del Valle de los Caídos o sacar a Franco de su tumba para hacer desaparecer sus restos, nos están revelando que siguen albergando la misma intención intolerante de eliminar a aquellos que, según su forma de pensar y entender la vida pública, no deberían existir. Hoy no pretenden la muerte física de nadie, pero si su muerte civil, demostrando que la izquierda española tiene una “Transición” pendiente por la que pasar. Se suponía que la Constitución de 1978 hacía tabula rasa de la ira y el rencor que todos podíamos invocar rememorando las atrocidades sufridas a manos de uno u otro bando, sin embargo, esta izquierda de hoy no parece haber superado la guerra civil de ayer, ni asimilado auténticamente los valores democráticos de pluralismo y libertad.
En una sociedad democrática no cabe fijar por ley la única y verdadera interpretación de la historia, practica indiscutiblemente totalitaria, pero aún menos sobre un hecho tan complejo y tan doloroso como una reciente guerra civil y sus consecuencias. Si entonces media España no se resignaba a morir, hoy media España tampoco se resigna a que le impidan expresar libremente su opinión. Y Paracuellos nos recuerda que la indignación y animadversión que unos legítimamente puedan sentir hacía el franquismo y el bando nacional, otros la sienten tan legítimamente como ellos contra el Frente Popular y el bando republicano. La reconciliación consiste en que seamos capaces de convivir con esta realidad mirando al futuro y no al pasado, el problema es que no parece que esa sea la intención de la actual izquierda española.
¡¡¡¡un horror tremendo!!!!
"Los responsables de la Ley de Memoria histórica, en vez de buscar la reconciliación, con memoriales comunes en recuerdo a todas las víctimas sin distinción de bando, andan empeñados en buscar, por supuesto sin éxito, una gigantesca fosa común que oponer a Paracuellos para “equilibrar” al bando nacional en atrocidades con el bando rojo"