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Sostiene escribió:No es cierto q el fascismo respetara la propiedad privada plena, con Franco no había libertad de expresión y si habrías la boca ibas al trullo, te quitaban la libertad q es un derecho más importante q la propiedad incluso. Capitalismo viene de capital y el capital viene del ahorro, una decisión q el individuo libremente puede tomar. Por tanto libertad y propiedad van unidas.
Claramente el fascismo no la respetó, ya que en su irracionalidad, buscó balancear sus finanzas internas expoliando a decenas de millones de personas en Europa y Asia mediante la expulsión y a una buena parte de ellas, mediante el exterminio en los campos de concentración. El judío, gitano, soviético o polaco claramente no vio respetada su propiedad privada, pero el capitalista, que es donde nos debemos centrar, vio respetada su propiedad tanto o más que los regímenes contemporáneos de su cruce cronológico.
Les recuerdo a todos que eso de expropiar la propiedad privada no viene especificado en las leyes comunistas, sino que en casi todas las constituciones de los países capitalistas, y también en la legislación internacional.
El ahorro no es libre, no es una decisión que yo como agente económico puedo tomar. En efecto, en el capitalismo el crecimiento económico depende en primer lugar, de la inversión, y esta inversión se extrae del plusvalor generado dentro de la producción misma. Este plusvalor lo obtienen las clases capitalistas, no cualquiera, es decir lo tiene menos del 10% de la población inmersa en el sistema. El principal de la ortodoxia neoclásica, y que en siglos no han podido explicar, es que el ahorro no viene dado por la libertad de decisión, ya que el común y corriente de los agentes económicos tiene poca capacidad (o nula, en la mayoría de los casos) de ahorro, y los que sí la tienen, ahorran bastante poco, y no les da para invertir.
El capitalismo se sostiene en la explotación asalariada. Y para que se sostenga esa relación debe existir una minoría propietaria de los medios de producción, y una mayoría expoliada de cualquier medio de producción cuyo única herramienta sea su fuerza de trabajo. Así se ha construido siempre el capitalismo. Y así operan todas nuestras realidades nacionales.
Cuento aparte es que para lograr instaurar esa relación social se requirió de más de 100 años de matanzas, masacres, limpiezas étnicas y deportaciones en las que cientos de miles de campesinos fueron despojados de sus tierras.
Siguiendo, como el común de los mortales agentes económicos no tiene capacidad de ahorro, no es una acción emanada de la libertad, sino que es su incapacidad para ahorrar, para invertir en sus negocios y hacerse capitalistas, lo que permite a una minoría proveerse de fuerza de trabajo y continuar la explotación, la acumulación, y el ciclo de negocio.
Esa relación social es la que mueve el negocio, y es la que todas las constituciones defienden en el ADN de sus palabras. Dentro de sus consigas está la defensa de la propiedad privada, pero sobre todo, ante todo, y con esmero, la propiedad capitalista, la del empresario, la del banquero, esa es la que se debe defender. Un gobierno puede despojar a millones de sus propiedades, y si eso no carcome la moral de la comunidad internacional -como pasó durante años con judíos, polacos y gitanos en los 30-, no te arruina en nada la economía, pero si rompes con la propiedad capitalista sí que se te arruina el negocio.
Ahí no hay libertad.
Porque para que haya libertad, real, de la que aparece hasta en los diccionarios, tendríamos que todos nosotros, los que por papel, ley y norma somos ciudadanos, ser capaces de organizarnos a nuestra cuenta, y ser capaces de decidir qué hacer con el output que generamos. Pero no podemos. Está prohibido, vetado y cerrado.
Aunque claro, la economía ortodoxa puede seguir indicando que el ciclo mágico de la economía es la libertad: el ingreso genera ahorro y consumo, el ahorro determina la inversión. Y que siempre es así porque la economía "en libertad" está en su pleno uso de recursos, donde lo único que puede ir mal es ocasionado por factores extraeconómicos.
Demás está afirmar que el capitalista no piensa en "producción 100, gastos 50, ahorro 50, y de aquí invierto 40", el capitalista piensa "producción 100, gastos 50, inversión 40, y de aquí ahorro 10", y si es necesario se invertirá 60 o 70, endeudándose en el acto.
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