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Open your mind. Con esta frase (abre tu mente) empieza Otavio de Paula sus clases de grappling policial y militar. La vuelve a pronunciar mientras hace una demostración de la llave del brazo ruso en un tatami de Rivas Vaciamadrid, a donde ha viajado desde Irún para hablar con su patrocinador. De Paula es brasileño de nacimiento, ertzaina, campeón del mundo de siete disciplinas de lucha y se autodefine como mujer.
Vestido con una camiseta con los colores de la bandera del orgullo LGBT, utiliza su gigantesca corpulencia para desplegar una de las técnicas de sometimiento que le han convertido en el instructor de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad más valorado de España. Por eso lo ha fichado Daniel Esteve, dueño de Desokupa: para liderar a los 18 formadores del Club Desokupa, su nueva «plataforma de entrenamiento» que busca instaurar la «autodefensa en la sociedad moderna» y que ha entrado en el mercado firmando un acuerdo con el Sindicato Unificado de la Policía (SUP) con el fin de enseñar defensa personal a sus más de 30.000 policías, curso que según el sindicato será «homologado y baremable» para los ascensos.
El anuncio ha provocado un terremoto político. Nada más conocerse, el Ministerio del Interior anunció que iba a estudiar su impugnación. Ha abierto un expediente informativo para analizar el acuerdo y ha consultado a la Abogacía del Estado si el convenio en cuestión afectaría a las subvenciones públicas que recibe el sindicato policial. La Dirección General de la Policía , por su parte, aclaró «que la formación impartida en el marco de ese acuerdo no es homologable ni baremable» y el ex ministro socialista José Luis Ábalos ha pedido a su antiguo compañero en el Gobierno, el titular de Interior, Fernando Grande Marlaska, que actúe para frenar la «infiltración de la extrema derecha» en las Fuerzas de Seguridad.
«No me posiciono con partidos. Ni rojo, ni negro. Los políticos no es que me caigan bien o mal, es que tienen el problema de sus asesores, que a su vez tienen problemas con la información que les llega. Todo está bien porque todos quieren que parezca que está bien. Marlaska se ha enterado ahora de que hace falta formación policial. Nadie va a reconocer ahora que hace falta cuando se han enterado de una manera externa. Tampoco asumirán la culpa. Tanto la Policía Nacional como todas las academias tienen excelentes formadores, pero pocos son visionarias», resume De Paula.
Él sí es considerado un experto mundial en grappling, una modalidad de lucha híbrida (jiu jitsu brasileño, lucha, combat sambo...) que se traduciría como «agarrando» y que busca tener bajo control al oponente sin efectuar ningún golpe. Atesora 80 medallas de oro, ocho campeonatos del mundo, siete de Europa, dos condecoraciones, una medalla al mérito deportivo policial y el título deportista de alto rendimiento. Ahora ha añadido al grappling sus conocimientos policiales. «Lo que hacemos es elegir técnicas de cada sitio y adaptarla al trabajo policial, porque no valen todas: hay que hacer una mezcla».
Otavio Oscar Luz de Paula nació el 12 de noviembre de 1977 en São Gabriel, Brasil. Hijo y nieto de policías (su abuelo murió en acto de servicio en el atraco a un banco) empezó a dar clases de judo con cinco años y de jiu jitsu con seis. A los 23 se fue a vivir a Salamanca. Mientras estudiaba Criminología impartía seminarios de defensa en la propia universidad. Allí fue cuando unos alumnos vascos le animaron a hacer las oposiciones de ertzaina y cambiaron su vida.
«Cuando en 2004 dije que iba a opositar, mis amigos me dijeron : "¿Tú qué te crees? ¿Que vas a venir de Brasil y entrar aquí en la Ertzaintza?" Pero para mí algo es imposible hasta que llega una persona y lo hace posible. Llevaba apenas tres años y medio en España. Apenas conocía el País Vasco. Y lo conseguí», dice con orgullo. También se considera mujer. «Cambié de género. Hacía tiempo que me autopercibía mujer y ya está. Pero he seguido compitiendo como hombre. Sólo he cambiado porque quería. No he cogido ningún beneficio del tema de las mujeres, ni los voy a coger. Es sólo porque quería, podía y lo hice». Aprobó todo y se fue a vivir a Euskadi un mes antes de ingresar en la academia de Arkaute.
Cuando pisó la calle notó que la violencia en Brasil y España era diferente, pero que en nuestro país se estaba volviendo «más agresiva», al tiempo que «el ordenamiento jurídico les impedía hacer muchas cosas». Conocedor de que el jiu jitsu es el sistema de lucha principal del Batallón de Operaciones Policiales Especiales de Brasil y que también se aplica en Estados Unidos, buscó implementarlo en España. Tras comprobar que no había federación oficial y que Daniel García, un funcionario de prisiones de Burgos, intentó implementar el grappling sin éxito en 2011, perfiló el grappling policial y militar.
«Un cabezazo es algo muy efectivo, pero no es legal. Hay que usar la cabeza del otro y el peso... de la ley. Como policías el problema que tenemos es el reglamento jurídico», manifiesta. A su entender, eso es lo que las academias «no se han preocupado en hacer». «Nosotros tenemos unas reglas que tenemos que respetar, cosa que hasta el día de hoy no se han preocupado en las academias de hacer. Muchas se han quedado obsoletas, en los años 80, con técnicas que no son efectivas porque no se habían puesto a prueba como sí ocurre con el grappling, donde forcejeas con alguien que no quiere que le controles», asegura.
DIMISIONES EN EL SUP
El SUP es uno de los mayores grupos sindicales de la policía, el segundo más votado en las elecciones. Considerado de ideología conservadora, el acuerdo ha levantado ampollas en su propio seno. El pasado jueves, la secretaria general provincial de Málaga, María Dolores Valencia, dimitió en su cargo y presentó su baja mientras que en la organización permanezca la actual dirección, que en su opinión «está desviando a estas siglas de sus orígenes fundacionales», en relación al acuerdo con el Club Desokupa. Esta baja se une a la del secretario de Organización del SUP en Vizcaya, que a principios de semana renunció por la «deriva ultra» del sindicato y su «inaceptable» acuerdo, «que promueve la discriminación y el odio» y «pretende debilitar a un Gobierno legítimamente constituido».
Otro de los sindicatos policiales, Jupol, ha manifestado que Club Desokupa es una compañía «sin experiencia en la materia» para formar a los agentes. «Me hace gracia que lleguen críticas de sindicatos con los que yo he colaborado», asegura De Paula, que hace un breve recorrido por su faceta como instructor, desde sus inicios en noviembre de 2001, cuando impartió un seminario de defensa personal en la Academia de Policía Nacional de Ávila a un grupo de policías de la promoción 17B, hasta el pasado mes de mayo, cuando instruyó a 125 policías, militares y guardias civiles en el primer Congreso Nacional de Grappling Policial y Millitar de España, celebrado en la Agrupación de Infantería de Marina de Madrid. «Fue un éxito. Estaba previsto para 100 personas, pero con el aluvión de solicitudes tuvimos que ampliar en 25. No pudimos ampliar más. Se quedaron 50 personas fuera, pero es que no entraba más gente», lamenta. Entre medias, aprendizaje en la Federación Valenciana de Luchas Olímpicas presidida por David Armendariz y cursos por toda España «en Ayuntamientos de izquierdas y derechas». El último, en la Academia Galega de Seguridade Pública de la Xunta de Galicia. «Cuando conocieron el grappling policial me llamaron. Fue un éxito: sacamos 25 plazas para tres días y más de 200 personas se quedaron fuera».
Fuentes oficiales del SUP declaran a Crónica que no han querido «en ningún momento buscar una polémica política», pero en el Congreso de los Diputados ya se han pedido explicaciones por parte de ERC o Sumar, que ha pedido ilegalizar Desokupa, que califica de «grupo violento» y que ha sido denunciado «por realizar afirmaciones xenófobas, fascistas, organizarse paramilitarmente y actuar vulnerando la legislación vigente y los derechos humanos». «Vamos a defender siempre la actuación neutral del sindicato. Lo que ponemos en valor es que los policías deben de conocer técnicas que aseguren su integridad física y las intervenciones en la calle», dicen desde el SUP. «Hemos entendido que, dentro de la polémica que rodea a Daniel Esteve, él tiene libertad de creación de empresas como cualquier otra persona. Nosotros no pedimos el carné político a nadie para firmar un acuerdo. Nos hemos basado únicamente en la trayectoria curricular de las personas que van a impartir el curso. Y entendemos que son los mejores del mundo, como es el de Otavio de Paula en la especialidad del grappling», remarcan.
«No tenemos ideología política. Somos ciudadanos, somos policías y, sobre todo, somos personas», se defiende De Paula. «En Club Desokupa no se pregunta el género, ni el color, ni de dónde viene, ni nada. Todo lo que se ha levantado ahora con el tema y la imagen de Dani no tiene sentido. Es un empresario que ha visto un vacío en la formación, ha hecho un estudio de mercado y ha buscado, en sus propias palabras, "a quienes la gente señala como los mejores en esto". Él se ha portado muy bien conmigo, trata muy bien a los suyos y tenemos una relación muy buena. Sin él no se estaría hablando ahora de la falta de formación policial. Y Dani no ha sido nunca condenado. Algunos de mis jefes, sí», manifiesta el ertzaina.
De Paula recalca que lo que buscan sus clases es que, «aunque una persona pueda haber cometido un delito, sienta que tiene sus derechos y que debe ser cuidada». «En ese momento se ha equivocado, pero no tenemos que entrar en ello», dice. Sus técnicas buscan ser «lo menos lesivas posibles» para la persona que tiene que ser reducida y para el agente. «Hay muchos factores externos, como un suelo mojado en el que te puedas resbalar. Ahí está el problema. La violencia es imperfecta. Y ahí entra el saber usar las técnicas adecuadas». Por eso considera que las clases deben ser obligatorias y pagadas por el Estado. «El grappling es adaptativo y súper inclusivo. Una chica de 50 kilos puede ganar a alguien más fuerte», afirma.
Aunque dice haber tenido suerte con los haters en redes sociales, donde es un asiduo, sí reconoce que algunos señalan sus supuestos ingresos. «La gente me dice "te estás forrando". Tengo un coche nuevo, pero es un Dacia. Tenía un Fiat Brava de 21 años. Y seguiría con él si no llega a ser por el tema de las pegatinas». Se refiere al patrocionio de Patch4GI, la marca que le viste, como también lo hace con el Club Desokupa.
«Este deporte no te da beneficio económico. Al contrario, cuesta dinero competir», afirma Gabriel Pavía, CEO de la marca, quien alaba al hispanobrasileño. «Le tengo muchísimo respeto. Es un atleta de alto rendimiento. Que te forme una persona de ese nivel es espectacular. A mí me ha entrenado, y cinturones negros de jiu jitsu siguen sus seminarios todos los meses. Porque no es que el Estado no forme, es que no lo hace lo suficiente. Estamos hartos de entrenar con policías y en suelo, en agarre, en lucha, vienen con conocimientos muy básicos. Son cinturones blancos. Salen de Ávila con 20 clases en un año. Y después de 10 años, ¿quién las recuerda? Yo hago 20 clases en un mes y no soy nadie», critica.
«Es todo vocación», remata De Paula. «Yo solucionaba lo de que hay muchos funcionarios poniendo 1.000 euros de sueldo. Los camareros y dependientes que cobran 1.500 euros seguirían en sus trabajos ¡A ver quién se juega la vida por 1.000 euros! Yo sí lo haría. Soy un enamorado del trabajo y del deporte. El que me quiera odiar, que me odie. El que me quiera querer, que me quiera», concluye.