El olvido
El peso que Maus alcanzó en su primera publicación como volumen (en el año 1986, aunque diversas partes ya se habían publicado en la revista Raw en el año 1980) se refleja en la terrible viñeta en la que Art Spiegelman-personaje, con una careta de ratón, se encuentra situado en la cúspide de una montaña de cadáveres. De eso trata de huir el autor a lo largo de todo el cómic, de la transformación de la obra en un ejercicio vacío, puramente estético, que sirva sólo para el enriquecimiento material; o la de convertirse en un canto ideológico. La aspiración de Maus es la de narrar la historia de Vladek con un propósito actualizador, como salvaguarda del olvido, contaminando de tal manera el presente que nadie puede sentirse a salvo de la culpa.
En una de las páginas del comic Art Spiegelman-personaje y su mujer, Françoise, acaban de escuchar de labios de Vladek la descripción de las cámaras de gas y los crematorios. El anciano se ha quedado dormido y gime en sueños, gemidos que nos remiten de forma inevitable a otros gemidos, los de un judío belga que moriría en los campos y cuyo recuerdo ha estremecido a Vladek pocas páginas atrás. Françoise y Art Spiegelman-personaje lo escuchan, sentados en el porche, y ella expresa una idea inquietante: resulta casi imposible creer que Auschwitz haya existido. La muerte y el olvido acechan, pero el gemido de Vladek es la expresión de que Auschwitz vive, todavía, en las palabras y los recuerdos de los supervivientes. Maus, recogiendo fielmente el testimonio de Vladek, es una llamada a la memoria porque para el autor el olvido, la incredulidad, son la segunda muerte que tan necesaria es de evitar.
Relato de un superviviente
Nada queda ya de lo ocurrido en Auschwitz, en Treblinka, en Sobibor o en Varsovia. No quedan imágenes. Lo único que queda de ello, lo único que no sea una reconstrucción, falsa por definición, es el testimonio presente de aquellos que lo vivieron, las imágenes grabadas en sus retinas y en su memoria. Maus evita reconstruir los campos; ilustra, describe con artificios gráficos, el testimonio mismo, nunca la realidad. Ilustra la memoria de Vladek, sus recuerdos, su verdad. Los testimonios, como los recogidos por Claude Lanzmann, como el recogido por Art Spiegelman, utilizan la memoria vivencial como modo de recuperar el registro personal y subjetivo de los hechos, dimensión invalorable por la carga que supone el relato de lo realmente vivido por la singularidad de cada sujeto.
Pese a las críticas acerca de la forma, el tono e incluso el interlocutor de Maus refiriéndose a tabúes y fronteras que no se han de traspasar que sin duda provienen de los prejuicios que, aún hoy, existen sobre la literatura gráfica, Art Spiegelman simplemente trata de recoger esa memoria, esas imágenes, esas palabras. Ese sufrimiento y ese crimen que sólo sobreviven, una vez que han sido perpetrados, dentro de la conciencia humana que los recuerda y se extinguen con el olvido. Para evitarlo, el autor de Maus dibujó, transformó, tradujo al lenguaje del cómic las vivencias de Vladek Spiegelman fijándolas para siempre. Maus es el relato de un superviviente porque crea, como desafío al olvido y la muerte, una genuina ficción de lo real.
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"Demand me nothing; what you know, you know: / From this time forth I never will speak word"