Re: Podemos Barcelona quiere desmontar la estatua de Colón
Publicado: 22 Jun 2020 13:09
El pasado esclavista de Catalunya
Desde el siglo X hasta mediados del XIX, con oscilaciones, hubo esclavos negros en Barcelona
Publicado en el Diario de Barcelona el 31 de mayo de 1798. “Quien quiera comprar una negra, y una hija suya, mulata, que sabe guisar, lavar y planchar bien, acuda enfrente de la casa de los Gigantes, nº 9, casa de Don Mariano Sans y de Sala”. Anuncios como este han sido encontrados por Eloy Martín Corrales, historiador de la UPF, hasta 1827 (último caso detectado, en Tarragona) y demuestran la presencia de esclavos negros en Catalunya, más allá del papel relevante que tuvieron los capitanes y comerciantes negreros de origen catalán en Cuba, lo que explica que en conjunto haya sido un tema casi tabú en la historiografía oficial.
La esclavitud existía ya en Catalunya en los siglos X y XI. La aristocracia y la misma Iglesia tenían sus propios esclavos. Pero es después de la peste negra de 1320 cuando crecen en número. Faltaba mano de obra, y empezaron a llegar esclavos de distintos orígenes: tártaros, balcánicos, griegos, turcos, armenios, norteafricanos y subsaharianos (los negros serían entre el 5% y el 10% del total de esclavos). Y, más sorprendente, había un grupo de cristianos católicos, sardos, capturados como prisioneros por la Corona de Aragón, que entonces era una gran potencia marítima en el Mediterráneo. Los esclavos eran necesarios sobre todo en las galeras.
La estatua del 'Negret', de Eduard Alentorn, colocada en 1915 en Barcelona y que narra una escena familiar de la hija del escultor con un hijo negro adoptado (Àlex Garcia)
Distintos historiadores (I. Armenteros, R. Salicrú, J. Hernando) han calculado que los esclavos podían llegar a ser alrededor del 10% de la población. En Barcelona, sobre una población de 35.000 habitantes, habría a finales del siglo XIV unos 3.500 esclavos. La plaza de Sant Jaume era un punto de venta, donde se podían comprar a un precio que oscilaba entre las 15 y las 80 libras. Para hacerse una idea, una mula de cinco años podía costar 20 libras. Prueba de esa presencia es que en 1455 se crea en Barcelona la Cofradía de Esclavos y Libertos de San Jaime (en Sevilla está la de Nuestra Señora de los Ángeles de los Negritos). Y se crea una Guarda d’Esclaus de la Generalitat, un seguro que indemniza en caso de fuga de un esclavo si no es capturado en unos meses. Según Roser Salicrú, en 1431 se habían asegurado 1.759 en toda Catalunya, de los cuales 1.225 en Barcelona y su veguería.
El rostro de rasgos subsaharianos en una fachada del Palau de la Generalitat representa con toda probabilidad a un esclavo negro local (Xavi Casinos)
Inicialmente los negros –la mayoría, procedentes de Etiopía y de la región de Nubia, entre Egipto y Sudan– eran minoría entre los esclavos, pero en el siglo XV y el primer tercio del siglo XVI pasan a ser mayoritarios. Es más difícil saber qué sucedió en los siglos XVI, XVII y XVIII, ya que ha sido un tema poco estudiado. Seguían existiendo esclavos negros, como lo atestiguan diversos documentos que dan cuenta de su presencia en fiestas religiosas o en procesos de la Inquisición. Eloy Martín ha contabilizado, por ejemplo, una quincena de esclavos negros entre 1588 y 1602 en Barcelona. Los estudios de este historiador indican que quienes crecen son los esclavos musulmanes, capturados en incursiones corsarias. En el siglo XVI había un mínimo de 148 esclavos musulmanes en Barcelona, en el XVII son ya 548 y en el XVIII son 982, hasta que los tratados de paz acabaron con esas capturas. En general la presencia de esclavos remite a partir del siglo XVII por el aluvión de inmigrantes franceses que hará innecesario traer más mano de obra.
Pero a partir de 1789 se produce un repunte cuando se legaliza el comercio de esclavos hacia las colonias de Cuba y las Antillas. Sólo entre 1789 y 1920 los negreros catalanes trasladaron desde África al continente americano unos 30.000 esclavos en barcos que salían desde Barcelona cargados con telas, alcohol, fusiles y otros productos en dirección a la costa centroafricana (Ghana, Benin, Togo, Nigeria), donde los intercambiaban por esclavos y luego se dirigían hacia las Américas. Allí se utilizaban sobre todo para trabajar en las grandes explotaciones de caña de azúcar.
A partir de 1820 se ilegaliza el comercio de esclavos e Inglaterra empieza a perseguirlo, pero en España se tolera y hasta 1866 se asume el monopolio de su transporte por mar. Por esa razón el abolicionismo no tuvo mucha fuerza en Catalunya. Se ha llegado a cifrar en 1,6 millones los africanos que los negreros españoles trasladaron a América desde 1501 hasta 1867, de los cuales 600.000 serían a partir de 1820 (y unos 132.000 a cargo de negreros catalanes).
Cádiz era el gran puerto negrero de España, pero Barcelona le iba a la zaga. Aquí se creó la Lliga Nacional que intentaba evitar la abolición de la esclavitud. No es extraño que en Cuba se hiciese popular una cuarteta que decía: “En el fondo de un barranco / canta un negro con afán: / ay, quién pudiera ser blanco / aunque fuera catalán”. Y la réplica era: “Un catalán que lo oyó / respondió con mucho tino / que antes que ser cubano / más vale ser negro fino”, lo cual indica que las relaciones entre catalanes y cubanos no eran muy espléndidas, tal como se demostró en la guerra de liberación.
España fue uno de los últimos países en declararse abolicionista
España fue uno de los últimos países en declararse abolicionistas, y destacados miembros de la burguesía catalana se enriquecieron directa o indirectamente con el comercio de esclavos. De ahí la leyenda negra forjada en torno a esa cuestión. El Ayuntamiento de Barcelona retiró hace unos meses la estatua de Antonio López, marqués de Comillas, por su implicación en este tráfico, aunque su nombre no se ha retirado del nomenclátor. La escultura se construyó en 1884, fue destruida en 1936 y rehecha en 1941 por el escultor Frederic Marés. En el pedestal lleva una placa con unos versos de Jacint Verdaguer, que trabajó para él varios años.
Escultura de Fray Junípero Serra derribada en las manifestaciones de San Francisco por la muerte de George Floyd (DAVID ZANDMAN / Reuters)
La muerte de George Floyd ha despertado una oleada de indignación en todo el mundo contra el racismo, también de cierto revisionismo histórico, que en varios países ha acabado también con el derribo de estatuas vinculadas a la época colonial. La última, en San Francisco, la de Fray Junípero Serra, misionero, santificado por la Iglesia católica.
En Catalunya además hay nombres de conocidas familias (Vidal Quadras, Goytisolo, Xifré...) que hicieron su fortuna gracias al negocio con los esclavos. Otros empresarios negreros, como Antonio López, se instalan en Barcelona por las oportunidades de negocio y la expansión que vive la ciudad tras la caída de las murallas. Y el debate se extiende a otros indianos, que se enriquecieron en Cuba aunque no conste relación directa con la explotación de esclavos, y gozan de reconocimiento social, con esculturas propias y presencia en el nomenclátor. Es el caso de Joan Güell, en Barcelona, de Salvador Samà, en Vilanova i la Geltrú, o de Miquel Biada, en Mataró.
Escultura de Joan Güell en el cruce entre Rambla Catalunya y Gran Via en Barcelona (Alan Ruiz Terol / ACN)
Martín Rodrigo, que coordinó en el 2017 junto con Lizbeth J. Chaviono el libro Negreros y esclavos, ha estudiado la trayectoria de los capitanes catalanes de embarcaciones que trasladaban esclavos, como José Carbó, Pedro Manegat, Esteban Güell y Gaspar Roig. Este último era primo de Joan Mas (tatarabuelo de Artur Mas), capitán del Pepito, que en 1844 llevó 825 esclavos de la costa africana a Brasil, y de su hermano Pere, el Pigat, otro capitán negrero apresado en 1837 con un cargamento de 259 esclavos de Angola, y que hoy aun tiene un Gegant dedicado en Vilassar de Mar. La revancha contra las estatuas tiene poco sentido, pero, como señala el profesor Eloy Martín, es importante profundizar en la historia aunque no concuerde con cierta visión idílica del pasado.
>>> https://www.lavanguardia.com/cultura/20 ... r-mas.html
Este artículo es oro puro para cerrar ciertas bocazas.
Desde el siglo X hasta mediados del XIX, con oscilaciones, hubo esclavos negros en Barcelona
Publicado en el Diario de Barcelona el 31 de mayo de 1798. “Quien quiera comprar una negra, y una hija suya, mulata, que sabe guisar, lavar y planchar bien, acuda enfrente de la casa de los Gigantes, nº 9, casa de Don Mariano Sans y de Sala”. Anuncios como este han sido encontrados por Eloy Martín Corrales, historiador de la UPF, hasta 1827 (último caso detectado, en Tarragona) y demuestran la presencia de esclavos negros en Catalunya, más allá del papel relevante que tuvieron los capitanes y comerciantes negreros de origen catalán en Cuba, lo que explica que en conjunto haya sido un tema casi tabú en la historiografía oficial.
La esclavitud existía ya en Catalunya en los siglos X y XI. La aristocracia y la misma Iglesia tenían sus propios esclavos. Pero es después de la peste negra de 1320 cuando crecen en número. Faltaba mano de obra, y empezaron a llegar esclavos de distintos orígenes: tártaros, balcánicos, griegos, turcos, armenios, norteafricanos y subsaharianos (los negros serían entre el 5% y el 10% del total de esclavos). Y, más sorprendente, había un grupo de cristianos católicos, sardos, capturados como prisioneros por la Corona de Aragón, que entonces era una gran potencia marítima en el Mediterráneo. Los esclavos eran necesarios sobre todo en las galeras.
La estatua del 'Negret', de Eduard Alentorn, colocada en 1915 en Barcelona y que narra una escena familiar de la hija del escultor con un hijo negro adoptado (Àlex Garcia)
Distintos historiadores (I. Armenteros, R. Salicrú, J. Hernando) han calculado que los esclavos podían llegar a ser alrededor del 10% de la población. En Barcelona, sobre una población de 35.000 habitantes, habría a finales del siglo XIV unos 3.500 esclavos. La plaza de Sant Jaume era un punto de venta, donde se podían comprar a un precio que oscilaba entre las 15 y las 80 libras. Para hacerse una idea, una mula de cinco años podía costar 20 libras. Prueba de esa presencia es que en 1455 se crea en Barcelona la Cofradía de Esclavos y Libertos de San Jaime (en Sevilla está la de Nuestra Señora de los Ángeles de los Negritos). Y se crea una Guarda d’Esclaus de la Generalitat, un seguro que indemniza en caso de fuga de un esclavo si no es capturado en unos meses. Según Roser Salicrú, en 1431 se habían asegurado 1.759 en toda Catalunya, de los cuales 1.225 en Barcelona y su veguería.
El rostro de rasgos subsaharianos en una fachada del Palau de la Generalitat representa con toda probabilidad a un esclavo negro local (Xavi Casinos)
Inicialmente los negros –la mayoría, procedentes de Etiopía y de la región de Nubia, entre Egipto y Sudan– eran minoría entre los esclavos, pero en el siglo XV y el primer tercio del siglo XVI pasan a ser mayoritarios. Es más difícil saber qué sucedió en los siglos XVI, XVII y XVIII, ya que ha sido un tema poco estudiado. Seguían existiendo esclavos negros, como lo atestiguan diversos documentos que dan cuenta de su presencia en fiestas religiosas o en procesos de la Inquisición. Eloy Martín ha contabilizado, por ejemplo, una quincena de esclavos negros entre 1588 y 1602 en Barcelona. Los estudios de este historiador indican que quienes crecen son los esclavos musulmanes, capturados en incursiones corsarias. En el siglo XVI había un mínimo de 148 esclavos musulmanes en Barcelona, en el XVII son ya 548 y en el XVIII son 982, hasta que los tratados de paz acabaron con esas capturas. En general la presencia de esclavos remite a partir del siglo XVII por el aluvión de inmigrantes franceses que hará innecesario traer más mano de obra.
Pero a partir de 1789 se produce un repunte cuando se legaliza el comercio de esclavos hacia las colonias de Cuba y las Antillas. Sólo entre 1789 y 1920 los negreros catalanes trasladaron desde África al continente americano unos 30.000 esclavos en barcos que salían desde Barcelona cargados con telas, alcohol, fusiles y otros productos en dirección a la costa centroafricana (Ghana, Benin, Togo, Nigeria), donde los intercambiaban por esclavos y luego se dirigían hacia las Américas. Allí se utilizaban sobre todo para trabajar en las grandes explotaciones de caña de azúcar.
A partir de 1820 se ilegaliza el comercio de esclavos e Inglaterra empieza a perseguirlo, pero en España se tolera y hasta 1866 se asume el monopolio de su transporte por mar. Por esa razón el abolicionismo no tuvo mucha fuerza en Catalunya. Se ha llegado a cifrar en 1,6 millones los africanos que los negreros españoles trasladaron a América desde 1501 hasta 1867, de los cuales 600.000 serían a partir de 1820 (y unos 132.000 a cargo de negreros catalanes).
Cádiz era el gran puerto negrero de España, pero Barcelona le iba a la zaga. Aquí se creó la Lliga Nacional que intentaba evitar la abolición de la esclavitud. No es extraño que en Cuba se hiciese popular una cuarteta que decía: “En el fondo de un barranco / canta un negro con afán: / ay, quién pudiera ser blanco / aunque fuera catalán”. Y la réplica era: “Un catalán que lo oyó / respondió con mucho tino / que antes que ser cubano / más vale ser negro fino”, lo cual indica que las relaciones entre catalanes y cubanos no eran muy espléndidas, tal como se demostró en la guerra de liberación.
España fue uno de los últimos países en declararse abolicionista
España fue uno de los últimos países en declararse abolicionistas, y destacados miembros de la burguesía catalana se enriquecieron directa o indirectamente con el comercio de esclavos. De ahí la leyenda negra forjada en torno a esa cuestión. El Ayuntamiento de Barcelona retiró hace unos meses la estatua de Antonio López, marqués de Comillas, por su implicación en este tráfico, aunque su nombre no se ha retirado del nomenclátor. La escultura se construyó en 1884, fue destruida en 1936 y rehecha en 1941 por el escultor Frederic Marés. En el pedestal lleva una placa con unos versos de Jacint Verdaguer, que trabajó para él varios años.
Escultura de Fray Junípero Serra derribada en las manifestaciones de San Francisco por la muerte de George Floyd (DAVID ZANDMAN / Reuters)
La muerte de George Floyd ha despertado una oleada de indignación en todo el mundo contra el racismo, también de cierto revisionismo histórico, que en varios países ha acabado también con el derribo de estatuas vinculadas a la época colonial. La última, en San Francisco, la de Fray Junípero Serra, misionero, santificado por la Iglesia católica.
En Catalunya además hay nombres de conocidas familias (Vidal Quadras, Goytisolo, Xifré...) que hicieron su fortuna gracias al negocio con los esclavos. Otros empresarios negreros, como Antonio López, se instalan en Barcelona por las oportunidades de negocio y la expansión que vive la ciudad tras la caída de las murallas. Y el debate se extiende a otros indianos, que se enriquecieron en Cuba aunque no conste relación directa con la explotación de esclavos, y gozan de reconocimiento social, con esculturas propias y presencia en el nomenclátor. Es el caso de Joan Güell, en Barcelona, de Salvador Samà, en Vilanova i la Geltrú, o de Miquel Biada, en Mataró.
Escultura de Joan Güell en el cruce entre Rambla Catalunya y Gran Via en Barcelona (Alan Ruiz Terol / ACN)
Martín Rodrigo, que coordinó en el 2017 junto con Lizbeth J. Chaviono el libro Negreros y esclavos, ha estudiado la trayectoria de los capitanes catalanes de embarcaciones que trasladaban esclavos, como José Carbó, Pedro Manegat, Esteban Güell y Gaspar Roig. Este último era primo de Joan Mas (tatarabuelo de Artur Mas), capitán del Pepito, que en 1844 llevó 825 esclavos de la costa africana a Brasil, y de su hermano Pere, el Pigat, otro capitán negrero apresado en 1837 con un cargamento de 259 esclavos de Angola, y que hoy aun tiene un Gegant dedicado en Vilassar de Mar. La revancha contra las estatuas tiene poco sentido, pero, como señala el profesor Eloy Martín, es importante profundizar en la historia aunque no concuerde con cierta visión idílica del pasado.
>>> https://www.lavanguardia.com/cultura/20 ... r-mas.html
Este artículo es oro puro para cerrar ciertas bocazas.