El papel de Estados Unidos en la guerra Rusia-Ucrania y el fantasma del holocausto nuclear
La invasión de Ucrania
Podríamos seguir tranquilamente, pero vamos a dejar la lista de historias de terror para concentrarnos en el tema actualmente candente, y con razón: la invasión rusa de Ucrania que, por su carácter, aunque no por su escala, se sitúa junto a otros grandes crímenes de guerra como la invasión de Irak por parte de EEUU y Reino Unido, la invasión de Polonia por Hitler y Stalin y otros sombríos episodios de la historia moderna.
La tarea inmediata es acabar con los crímenes que están devastando Ucrania. Si le preocupase en lo más mínimo el destino de las víctimas ucranianas, lo que EE.UU. debería hacer es acceder a participar en los esfuerzos diplomáticos para poner fin al ataque y plantear un programa constructivo para facilitar este resultado. Y se le debe presionar para que lo haga.
Es bien sabido cómo sería un programa constructivo. Su elemento principal es la neutralidad de Ucrania: sin adhesión a alianzas militares hostiles, ni albergar armas que apunten a Rusia, ni ejecutar maniobras con fuerzas militares hostiles. Un estatus bastante parecido al de México y, de hecho, de todo el hemisferio occidental que no puede entrar en una alianza militar dirigida por China, instalar armamento chino apuntado a los EE.UU. en la frontera ni ejecutar maniobras con el Ejército de Liberación Popular chino.
En resumen, un programa constructivo sería lo contrario a la política oficial actual de EE.UU. formalizada en una declaración conjunta sobre la alianza estratégica EE.UU.-Ucrania firmada en la Casa Blanca el 1 de septiembre de 2021. Este documento, críticamente importante, suprimido en EE.UU. y supongo que en todos lados, declaraba que Ucrania debía ser libre de adherirse a la OTAN. Para justificarlo, Washington utilizaba la teoría sobre la santidad de la soberanía que ruboriza a los círculos civilizados, particularmente del Sur Global, que saben bien por amarga experiencia que EE.UU. es el abanderado del desprecio a la soberanía.
Sigamos con la Declaración conjunta. La cito: «se ha construido un marco estratégico de defensa que sienta los cimientos para intensificar la cooperación estratégica de defensa y seguridad entre EE.UU. y Ucrania», ofreciendo a Ucrania armas avanzadas antitanques, entre otras, junto con un «sólido programa de formación y entrenamiento para mantener el estatus de Ucrania como socio de la OTAN». Esto es de septiembre pasado.
Este sorprendente documento, que no es público (sí es público, pero no está registrado), incrementa el desdeñoso desprecio de Washington por las preocupaciones rusas desde que Clinton quebrantara en 1998 la firme promesa de George H. W. Bush de no ampliar la OTAN hacia el Este, una decisión que desató las advertencias de diplomáticos de alto nivel como George Kennan, Henry Kissinger, el embajador Jack Matlock, el director de la CIA William Burns y muchos otros; e hizo que el secretario de defensa William Perry casi dimitiera como protesta. Esto se suma por supuesto a las medidas agresivas de Clinton y sus sucesores que afectaron directamente a intereses rusos (Serbia, Irak, Libia y otros crímenes menores), realizadas para que se maximizara la humillación.
Ya que ha habido mucho encubrimiento y disimulo sobre las promesas de Bush y Baker a Gorbachov, tal vez convenga citar literalmente al Archivo de Seguridad Nacional:
«El secretario de estado, James Baker, concuerda con la declaración de Gorbachov en respuesta a la declaración de que «la expansión de la OTAN es inaceptable». Barker aseguró a Gorbachov que «ni el Presidente ni yo tenemos la intención de sacar rédito unilateral de los acontecimientos» y que los estadounidenses han comprendido que «no solo es importante para la Unión Soviética, sino también para otros países europeos, que se garantice que si los EE.UU. mantienen su presencia en Alemania en el marco de la OTAN, la jurisdicción militar actual de la OTAN no se extenderá al este ni una pulgada más».
Sin reservas, sin ambigüedades, directo y claro.
Volviendo a la Declaración conjunta de Septiembre de 2021 fue, por supuesto, muy incendiaria. Es muy posible que haya influido en la decisión de Putin de intensificar la movilización anual de fuerzas en la frontera ucraniana para atraer la atención sobre los intereses de seguridad rusos, llegando en este caso a una agresión criminal directa.
Por qué Estados Unidos no apoya la salida diplomática
Un elemento central en un programa constructivo es la neutralidad, que de hecho ya ofreció Zelensky y no respaldó EE.UU. Es sabido que no se puede saber si funcionará la diplomacia si no se la intenta. Por ahora los EE.UU., con el apoyo de sus aliados, se niegan a hacerlo condenando a los ucranianos condenándolos a un destino sombrío.
Solo se puede especular sobre los motivos para ello, pero es importante reconocer que Putin le ha dado a Washington un regalo maravilloso. Metió a Europa hasta el fondo del bolsillo de Washington. Y este ha sido un tema de primer orden en los asuntos globales desde la Segunda Guerra mundial.
A lo largo de la Guerra Fría, Europa tuvo una opción. ¿Debería estar subordinada a los EE.UU. en el marco OTAN-Atlantista? ¿O debería perseguir la visión de un «hogar común europeo» del Atlántico a los Urales o incluso de Lisboa a Vladivostok, sin alianzas militares, que se convertiría en una «tercera potencia», un actor independiente en asuntos mundiales? Esta es la propuesta que hizo Charles de Gaulle, estaba implícita en la Ostpolitik de Willy Brandt y Gorbachov la dejó muy clara cuando se derrumbó la Unión Soviética.
Por supuesto, EE.UU. se opuso frontalmente, a menudo de forma muy esclarecedora. Se dio un caso hace 50 años cuando los EE.UU. preparaban el golpe militar que derrocaría la democracia parlamentaria en Chile e instauró el despiadado régimen de Pinochet. El artífice del crimen, Henry Kissinger, lo explicó así: el «virus» de la reforma social democrática de Allende podría «contagiarse» a otros sitios y llegar a España o Italia amenazadas por iniciativas reformistas de izquierdas. Dichas consideraciones han sido un principio rector para la política exterior estadounidense, igual que para la de sus predecesores imperialistas. De hecho, volviendo a Atenas, su ultimatum a Melos tenía motivaciones similares: que su «neutralidad» no se extendiera a otras islas griegas. Este es un principio fundamental en asuntos mundiales
Por ahora, las iniciativas de Putin sirvieron para descartar la perspectiva de una Europa independiente. Eso es un regalo inconmensurable para la política imperial de EE.UU. Puede que Washington esté muy satisfecho con cómo se están desarrollando los crímenes en Ucrania. Tal vez, como ha sugerido recientemente Hillary Clinton, se dé la posibilidad de apoyar una insurgencia como la de Afganistán, que devastó el país mientras bloqueaba los intentos rusos de retirarse (como intentaban hacer desde un principio según queda claro en los archivos rusos liberados), y que también contribuyó al hundimiento de la Unión Soviética.
Nunca se atribuyó el mérito por haber instigado a Rusia a invadir Afganistán, pero el asesor de Seguridad Nacional de Carter, Zbigniew Brzezinski, un célebre analista estratégico, explicó que el destino de millones de afganos apenas se puede comparar con la caída de la economía mundial o con el destino de millones de ucranianos.
Qué se puede hacer
Volviendo a las preguntas principales ¿Podemos hacer algo para evitar la masacre? ¿Podemos aprender algo? Parece obvio que la respuesta a ambas preguntas es un «sí» rotundo.
Aparte de los horrores que se muestran cada día en las portadas y que se visibilizan bien cuando el enemigo es el responsable, hay sucesos en camino mucho más macabros. Algunos ya están ocurriendo, otros están demasiado cerca para que estemos tranquilos.
Ya se siente el agudo retroceso en los intentos de reducir el uso de combustibles fósiles, lo que constituye prácticamente una sentencia de muerte. La euforia en las sedes de las petroleras es incluso mayor que la alegría desatada en las oficinas de los fabricantes de armas. Las petroleras exigen que se les reconozca como salvadores de la civilización mientras se los autoriza a dedicar cada vez más esfuerzos en destruir el futuro de la vida humana en la Tierra. Por no hablar de la ingente cantidad de especies que estamos destrozando desenfrenadamente.
Esto está ocurriendo mientras nos llega el análisis más acuciante hasta ahora del IPCC, la agencia internacional que vigila la evolución del clima. En su presentación de agosto, advierte que tenemos que reducir de inmediato el uso de combustible fósil, y luego avanzar sustancialmente cada año, si queremos evitar puntos de no retorno que ya no quedan muy lejos. Ni un demonio perverso habría elucubrado una situación como la actual: por un lado, intentos enormes de aumentar el uso de combustibles fósiles «para salvar la civilización» y por el otro el reconocimiento de que hay que reducirlo sin demora para evitar una catástrofe inimaginable.
Por Noam Chomsky
https://rebelion.org/el-papel-de-estado ... o-nuclear/
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Interesante articulo, vale la pena leer completo.
¿Será Chomsky pro-ruso, o tal vez algo posmoderno ?