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Resulta que era una argucia. El referéndum de Syriza para peguntarle al pueblo griego si quería sufrir recortes en su paupérrimo bienestar ha sido el pretexto que el nefasto Alexis Tsipras, su grupo de populistas y el coro de animadores extremistas europeos (de derechas y de izquierdas, extremos que se tocan una vez más) diseñaron para que nadie les cuestionara una vez aceptaran las duras condiciones del tercer rescate de su economía.
Lo que el domingo por la noche era una fiesta democrática revestida de golpe simbólico al "totalitarismo financiero" de los alemanes y algún otro pueblo represor, ha pasado a ser el viernes por la mañana papel mojado en el que se desvanecen los sueños de una ciudadanía engañada de forma permanente por sus dirigentes: primero, por los conservadores que mintieron sobre el estado real de las cuentas públicas; luego, por los socialistas que no aplicaron las reformas a las que se habían comprometido con Europa, y ahora por estos mesías salvadores que les pusieron frente a los ojos el caramelo de una Grecia idílica sin esfuerzos colectivos ni sacrificios y disfrutando como Baco del dinero regado generosamente por los socios a cambio de nada.
Tsipras y su gobierno sabían con meridiana exactitud que no había otro camino más que éste que han adoptado al solicitar el nuevo programa de ayuda, y por dos veces dijeron otra cosa a los griegos: en las elecciones de enero, y en el referéndum de julio. Un 2015 para la Historia.
Si hace una semana se les hubiera dicho a los jóvenes, a los pensionistas y a los parados griegos que lo que votaban rechazar iba a quedarse cinco mil millones de euros corto en relación a lo que su gobierno decidiría cinco lunas después, el resultado de la insólita consulta habría sido muy distinto y a estas alturas el primer ministro habría disuelto el parlamento de Atenas y convocado elecciones, a las que no podría presentarse su partido por ser repudiado de forma generalizada por los electores.
La jubilación anticipada va a ser endurecida, la edad para acceder a una pensión retrasada, va a desaparecer el fondo de ayuda a las pensiones más bajas, va a subir el IVA para los negocios que captan turistas de todo el mundo y especialmente en las islas griegas, paraíso soñado para cualquiera que piense en unas vacaciones, van a aumentar el impuesto de sociedades hasta casi el 30%, lo que conllevará despidos en pequeñas empresas.
Eso, o el incumplimiento del plan de rescate que a la larga supondría la expulsión de Grecia, no ya del euro, sino de la UE. El tiempo se agotó para quienes creían que el trilerismo es eterno porque enfrente hay un adversario que se va a dejar estafar de nuevo. Enfrente no está sólo la canciller Merkel, convertida en demonio de la izquierda radical europea.
Están también los gobiernos democráticamente elegidos de Eslovenia, Estonia, Eslovaquia, Finlandia, Lituania, Bélgica, Austria y Países Bajos, además de Eurogrupo como institución. Todos ellos son los "totalitaristas financieros" a los que desprecian Cayo Lara e Iglesias cuando tratan de rentabilizar en beneficio propio lo que está ocurriendo en la querida Grecia. Se puede engañar a algunos en algún momento, pero no a todo un país de forma permanente. Cuando los defensores del reparto justo de la riqueza entiendan que para gobernar el primer mandamiento es respetar la bendita proporción entre lo que se ingresa y lo que se gasta, este continente sin norte habrá avanzado un siglo, aproximadamente el que llevamos perdido con una idea de Europa a semejanza de los Estados Unidos que es francamente irrealizable.
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