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Diez años no se borran con nueve indultos
El país y su gente -Josep López de Lerma
El actual conflicto político entre la Generalidad de Cataluña y las instituciones del Estado nació hace diez años, aproximadamente. Este ha sido un período nefasto para la totalidad de los catalanes, con independencia de su criterio político, pues ha creado llagas de difícil cura para obligarles a elegir (y a distinguirse) debido a su identidad y su sentido de pertenencia. Pero también ha sido una etapa aciaga para el conjunto del país, entendido como una comunidad que vive en paz consigo misma, que aprovecha todas las buenas ocasiones que le surgen para avanzar social y económicamente y que se presenta ante el mundo entero de manera cohesionada como una tierra acogedora que busca constantemente la felicidad de todos aquellos que la habitan. Esto que acabo de escribir, una querida mezcla de humanismo de raíz cristiana sin cronología separadora, pero que supera con creces la positiva herencia que nos dejaron los grandes pensadores griegos y romanos, pone al ser humano como centro de toda acción política dada su dignidad, su capacidad creadora y la superioridad de su pensamiento en el mundo en que vive. Hay que abandonar a toda prisa el camino hacia la nada.
Esta semana ha sido la de los indultos a los nueve condenados que en prisión se encontraban. Tres más, con penas de inhabilitación y de multa, ya habían cumplido el correctivo impuesto. Con la gracia concedida por el Gobierno de España, plenamente legal, se puede decir que, como mínimo, ha dividido a propios y extraños. No ha sido grata ni para los grupos políticos independentistas, ni tampoco para los populares, voxistas y ciudadanos. Los primeros exigían la amnistía, un imposible constitucional, y siguen en este estadio de enrocamiento, o al menos así lo verbalizan; los segundos, siempre jugando a la contra de todo con el único fin de fusilar metafóricamente el inquilino de La Moncloa, consideran que el perdón parcial otorgado es un premio inmerecido, por decirlo suavemente, que además vulnera la legalidad vigente, y contra el cual los anunciados recursos ante la Justicia. Unas impugnaciones que, en mi opinión de jurista y de conformidad con la jurisprudencia existente, son susceptibles de recibir una inadmisión a trámite al no disponer de la exigida legitimación procesal para subscribirlas. Así está el tablero mientras la algarabía sigue. Todo abierto; casi nada, cerrado.
Soy escéptico respecto a la indulgencia no plenaria adjudicada por el Consejo de Ministros a los sediciosos encarcelados. Confieso que para el caso de encontrarme sentado alrededor de la mesa gubernamental que concedió los indultos, hubiera votado en contra, pero también digo que, en este supuesto que ni se ha dado ni se dará, hubiera cambiado el sentido de mi voto si se me hubiera explicado parte del recorrido que hará ERC a partir de ahora. El todo, referido al itinerario a hacer y el fin de la carrera, es una auténtica quimera dado que la trayectoria de este histórico partido es la propia de todo saltimbanqui, es decir, de persona que se gana la vida haciendo fuerzas, juegos y acrobacias por las calles y las plazas, y que son aplaudidas por hacer de payasos. ERC no es fiable, como tantas veces he dicho, basado en las declaraciones de independencia hechas por los presidentes Macià y Companys y otro cosas sabidas o vividas, como que seguían negociando la investidura de Mas cuando ya habían cerrado el Pacto del Tinell con Maragall de presidente.
Sin embargo, los republicanos tienen ahora el deber de volverse astutos para no decir más tonterías y marcar paquete, como decía mi querido compañero Joan Puigcercós en sus tiempos de acción política, pero esta vez en la buena dirección, no sea que del coitus interruptus, fase en la que se encuentran los lacistas de todo tipo y condición, se pasara al todo cortado ad aeternum, que sería el colmo de la tontería al encontrarnos en plenitud democrática. Por lo tanto, hay que cambiar de frecuencia. No se puede seguir reclamando la amnistía imposible ni tampoco el referéndum inconstitucional sobre la autodeterminación, si se entiende esta último palabra como equivalente a elegir entre quedarse en España o huir de ella, reconvirtiendo Cataluña en un nuevo estado independiente de tipología republicana. Porque como ha escrito Joaquim Coll en El Periódico, «Sánchez no tiene ninguna garantía de que el independentismo deje atrás el victimismo, la soberbia y el tono de exigencia continua hacia el Estado sin ofrecer nada a cambio». Ni él, ni nadie. Y aquí surge una cuestión política que habría que resolver cuanto antes: ¿Qué va antes, una mesa catalana sin vetos para aclararse y aclararnos, que buena falta nos hace, o una mesa de gobiernos (catalán y español) para tratar de no sé qué? Si el gobierno español ha abierto juego moviendo ficha, ahora es necesario que el catalán siga la partida, lo que me parece improbable, y bien que lo lamento.