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Ni Trump se atrevió a aplazar las elecciones
jordi Xargayó 01/17/2021 | 12:19
¿Serán capaces de aplazar las elecciones catalanas?, nos preguntábamos muchos las últimas semanas Pues, sí. Con dos huevos. ¿Alguien se imagina a Donald Trump aplazando las elecciones estadounidenses porque las encuestas le eran desfavorables? Los trumpistas de aquí lo han superado. Desprecian, hace tiempo, la democracia y el estado de derecho. ¿Recuerdan el «presidente, ponga las urnas» o el «queremos votar» que decían a toda hora? ¿O que la independencia iba de democracia? Sólo se movilizan por las votaciones de butifarrada, las que celebran en campo propio y sin adversario: Arenys, 14-D, 1-O. Mientras aplazan los comicios del 14 de febrero por el coronavirus (las del Barça sí se pueden celebrar el 7 de marzo, faltaría más), un consejero del mismo Gobierno, el inefable Ramon Tremosa, espera que a finales de mes el confinamiento deje de ser municipal, para que los alumnos puedan ir a esquiar por la Semana Blanca(!).
La evolución de la pandemia pone los pelos de punta, pero todo el mundo sabe que no es el motivo del aplazamiento (o, más bien, suspensión). Y, como nada penaliza a los populistas catalanes, no tienen ni la vergüenza de disimularlo. Basta leer el tuit de Pere Martí, director de Comunicación de JxCat, el partido de Carles Puigdemont, el viernes por la tarde: «Ahora tenemos más tiempo para ganar bien». En Estados Unidos, que suman 23 millones de contagiados y 390.000 muertes por coronavirus, celebraron las elecciones presidenciales con la participación más elevada de la historia gracias al fomento del voto por correo. En Portugal, el próximo domingo celebrarán también las elecciones presidenciales. Si de verdad les hubiera preocupado la salud de los catalanes, podían haber ordenado un confinamiento domiciliario los quince días de Navidad, cuando no había escuela y la mayoría de las empresas estaban cerradas por vacaciones, y que cada uno hubiera celebrado las fiestas con sus convivientes habituales. Todo el mundo sabía lo que vendría después, pero la Navidad era intocable. Debe de ser lo que corresponde a un país nacionalcatólico.
El Gobierno catalán ha tenido tiempo de sobra para planificar las elecciones. Que el virus no habría desaparecido y que el 14-F caería en medio de la tercera ola, era de dominio público. A primeros de septiembre, hace más de cuatro meses, la Comisión Jurídica Asesora de la Generalitat emitió un dictamen de 60 páginas con numerosas recomendaciones para celebrar las elecciones en unas circunstancias excepcionales: aprobar una ley electoral
ad hoc sólo por 14-F, establecer más de un día de votaciones, ampliar el número de colegios electorales, etcétera. El Gobierno ni siquiera tenía que hacer el esfuerzo de pensar. Tan sólo aplicar las recomendaciones. Poner un poco de interés. Yo, y supongo que mucha gente, me paso más tiempo haciendo la compra en un supermercado que en un colegio electoral, donde nunca, nunca, he estado más de cinco minutos. Pero, ¿qué se puede esperar de un Gobierno que no ha sabido ni planificar el calendario de las primeras vacunas? Las elecciones se celebrarán dieciséis meses después de que las anunciara Quim Torra y diera por terminada la legislatura.