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La gigantesca purga de Mohammed bin Salman, el príncipe de 32 años que va camino de consolidarse como el hombre más influyente de Arabia Saudita
Redacción BBC Mundo
2 horas
En 2015, el rey Salmán colocó al príncipe Mohammed bin Salman a cargo del monopolio petrolero estatal, de la compañía de inversiones públicas del reino, de la política económica y del Ministerio de Defensa.
Lo presentó al mundo como parte de una campaña anticorrupción, pero los analistas coinciden en que se trata de un plan de Mohammed bin Salman, el heredero del trono de Arabia Saudita, para consolidarse como el hombre más influyente del reino.
El fin de semana el comité anticorrupción que lidera llevó a cabo el arresto de 11 príncipes, cuatro ministros y docenas de exministros.
Entre ellos destacó el de Alwaleed bin Talal, un multimillonario con inversiones en Apple y Twitter, pero también el del príncipe Miteb bin Abdullah, hijo del fallecido rey Abdalá bin Abdulaziz, quien había sido considerado posible contendiente para el trono.
Con esta gigantesca purga de la élite política y empresarial saudita, Bin Salman "se deshizo de todos los obstáculos para controlar del todo uno de los principales productores de petróleo del mundo y hogar de los sitios más sagrados del islam", dice el corresponsal de la BBC para asuntos de seguridad, Frank Gardner.
Es el cuarto hijo del rey Salman —quien ascendió al trono en 2015— y por medio de un decreto éste lo nombró príncipe heredero en junio, reemplazando a su primo Mohammed bin Nayef como primero en la línea de sucesión.
La decisión sorprendió a muchos en un país que ha estado gobernado por reyes de 70 u 80 años.
De 32 años, hoy ocupa los cargos de vice primer ministro y de ministro de Defensa, y es considerado un reformista en una Arabia Saudita involucrada en varias batallas en diversos frentes: luchando con la caída de los precios del petróleo, enfrentando la rivalidad de Irán, combatiendo una guerra en Siria y otra en Yemen, y liderando un bloqueo contra Qatar.
"Señal de cambio"
"El rápido ascenso de Mohammed bin Salman es visto por la generación joven como un un signo de que las cosas están cambiando" en el país, señala Jeremy Bowen, el editor de Medio Oriente de la BBC.
"Sus simpatizantes le aplauden los esfuerzos para modernizar Arabia Saudita y, después de décadas gobernados por ancianos, celebran la llegada de un hombre joven que bien podría ser rey por los próximos 50 años", añade.
Ya el año pasado reveló una serie de medidas destinadas a llevar reformas económicas y sociales a un reino que depende casi exclusivamente del petróleo.
Y más recientemente anunció que el regreso de un "islam moderado" al reino era clave para su modernización, al tiempo que prometió "erradicar los vestigios de extremismo".
Sin embargo, no todos son aplausos. "Muchos ciudadanos más ancianos y conservadores piensan que se está moviendo demasiado rápido", señala Gardner.
Además, no son pocos los que le reclaman haber empezado una guerra que no se puede ganar en Yemen mientras todavía combate al autodenominado Estado Islámico. Y no todos creen que su apoyo al boicot a Qatar sea una buena idea.
Antes de 2015, el príncipe Mohammed bin Salman era un miembro más de la familia real saudita del que pocos habían oído hablar fuera del reino.
Pero sólo cuatro meses después de que su padre, el rey Salman, fuera coronado tras la muerte de su medio hermano el rey Abdalá, Mohammed bin Salman, entonces de 29 años, fue puesto a cargo del monopolio petrolero estatal, de la compañía de inversiones públicas del reino, de la política económica y del Ministerio de Defensa.
Así, el joven príncipe —el hijo mayor de la tercera esposa del rey— eclipsó a sus cuatro hermanos mayores, entre los cuales había un astronauta, un científico político educado en Oxford y un viceministro de Petróleo.
Bin Salman comenzó entonces lo que muchos describen como un meteórico ascenso y su creciente influencia llevó a que muchos en el reino miraran con extrañeza a un joven príncipe que no tenía ninguna experiencia militar o empresarial.
Pronto, el príncipe llevó a Arabia Saudita a adoptar un papel más resuelto en la región y como ministro de Defensa comenzó a tener un impacto en la política exterior saudita.
En los últimos dos años ha liderado el desarrollo de un plan para reducir la dependencia del país en el petróleo, diversificar la economía y relajar algunas de las estrictas restricciones sociales del reino.
Y como ministro de Defensa ha dirigido la intervención militar saudita en Yemen para tratar de restaurar el gobierno derrocado por los rebeldes hutíes, una campaña que ha tenido pocos progresos y que le ha ganado a Arabia Saudita una serie de acusaciones de derechos humanos contra la población yemenita.
El príncipe Mohammed también ha tomado una línea dura contra Irán y ha declarado que el diálogo con ese régimen chiita es "imposible".
Arabia Saudita se está enfrentando también en otros conflictos de la región, incluidos Bahréin y Siria, en los que lucha apoyando a los bandos que se oponen a Irán.
Mientras tanto, el príncipe Mohammed bin Nayef, quien como ministro del Interior se hizo conocido por su posición firme contra los militantes yihadistas, fue destituido de su cargo. Pero los informes indican que le ha jurado lealtad al nuevo príncipe heredero.
Análisis
Frank Gardner, analista en seguridad de la BBC
El ascenso del príncipe Mohammed Bin Salman, de 31 años, ha sido meteórico. Cuando lo conocí en Yeda en 2013, se describió a sí mismo como simplemente "un abogado". Hoy está a un paso de reinar el país más poderoso del mundo árabe.
A pesar de ser la fuerza que ha dirigido la perjudicial e inconclusa campaña militar en Yemen, sigue siendo muy popular en el reino, especialmente entre los jóvenes sauditas.
Ha reemplazado a muchos trabajadores oportunistas e inefectivos en las oficinas del gobierno con jóvenes tecnócratas educados en Occidente. Ha establecido un plan que posiblemente es extremadamente ambicioso, "Visión 2030", y anunció planes para vender parte de la enorme petrolera estatal, Saudi Aramco.
También ha forjado lazos con Washington y la administración de Donald Trump. Pero quizás su plan más riesgoso es su campaña para reducir el poder de la conservadora clase dirigente religiosa.
A Washington le gusta esta medida, pero otros más cerca de casa la rechazan.