"Die Arbeit macht frei". Muchos de Vds. la habrán reconocido: es la siniestra frase que rezaba sobre la que era la puerta de entrada (que no de salida) del campo de concentración de Austwitz (y de tantos otros) en el que tantos miles de personas, la mayoría de ellas judías, perdieron la vida de la manera más atroz después de haber sido despojados de todo lo que poseían, y hasta de la propia autoestima, por una de las maquinarias de muerte más monstruosas y mejor engrasadas que se hayan puesto en funcionamiento en toda la historia de la Humanidad. “El trabajo hace libres” significa en español. “El trabajo (die Arbeit) hace (macht) libres (frei)”. ¿Pero se han preguntado alguna vez por el porqué de la siniestra frase?
A muchos de Vds. les ha de sonar una campanilla en la cabeza diciéndose: “¿pero dónde la he oído yo antes?”. Algo a lo que responderán los más avezados, porque, efectivamente, guarda parecido grande con el famoso versículo 8, 32 del Evangelio de Juan, (y sólo del Evangelio de Juan), que reza “la verdad os hará libres”, la cual, traducida al alemán como “Die Warheit wird euch frei machen”, es todavía, al día de hoy, el lema de la alemana y católica Universidad Albert Ludwigs de Friburgo, fundada en 1455.
“Si os mantenéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn. 8, 28-32)
En alemán el parecido entre la evangélica expresión y la que enmarcó desgraciadamente la entrada de Auschwitz aún es mayor que en español, pues si los vocablos “trabajo” y “verdad” en nuestra lengua no guardan parecido fonético alguno, sus correspondientes en alemán sí lo hacen. “La verdad” en alemán se dice “die Warheit”, pronunciada “di várjait”, mientras que la palabra trabajo se dice “die Arbeit”, pronunciada “di árbait”: una evolución fonética que de acuerdo con las leyes de la etimología, hemos de considerar como sencilla y carente de toda complicación, que apenas requiere de una transfonización de “uve” en “be” (tan sencilla que en español se universaliza para todas las palabras que contienen alguna de las dos letras) y la traslación del fonema un par de posiciones.
De donde la conversión de la evangélica expresión “die Warheit wird euch frei machen” (la verdad os hará libres), resumida en “die Warheit macht frei” (la verdad hace libres) se ve claramente remedada, al tiempo que vilipendiada, en la que reza sobre el dintel del portal del campo de exterminio: “Die Arbeit macht frei”. Fonéticamente hablando, de “di várjait majt frai” a “di árbait majt frai”.
Es curioso que la conversión de la frase en el lema de los campos de concentración nazis se atribuya a un personaje de la calaña de Theodor Eicke, primer comandante del campo de concentración de Dachau, campo que, por su parte, es, él mismo, el primero de los campos de concentración nazis, abierto el 22 de marzo de 1933. Y digo curioso porque Eicke, ascendido por sus dudosos méritos a inspector de los campos de concentración en 1934, es conocido por su acendrado anticristianismo, tan visceral que le llevará en 1940 a obligar a una compañía entera a renegar expresamente de la religión cristiana. Una religión cuyos textos, sin embargo, sí parecía manejar con un cierto grado de conocimiento.
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