El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
Ayer se celebraron 32 años de la caída del Muro de Berlín. Un feliz suceso que supuso la reunificación de Alemania. Y, además, la consolidación en Europa de que el comunismo había fracasado como régimen político y social. La complacencia con aquella premisa nos ha llevado, muchas veces, a los lodos que tenemos que sufrir hoy. Curioso que estos países, con un sistema tan próspero y tan maravilloso tengan que construir muros. Pero, no para evitar que la gente entre. Sino, para evitar que la gente salga. Para evitar que la gente se escape de sus utopías. Algo insólito, que además solo puede darse en un régimen comunista.
Este es un pequeño homenaje a esas 140 personas que fueron asesinadas mientras trataban de huir hacia la libertad.
Muro de Berlín: hace 32 años cayó, por qué se construyó y qué cambió en Alemania
Hoy hace 32 años, caía el Muro de Berlín que por casi tres décadas dividió a los alemanes. Cuando lo derrumbaron, se creyó que también se desarmaba la Guerra Fría.
En todo caso, su caída marcó un cambio profundo en la historia de Alemania y del mundo. El 9 de noviembre de 1989 señaló el inicio de la reunificación de la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana. La caída del bloque comunista y la desaparición de la Unión Soviética, en paralelo al triunfo del capitalismo.
Ese 13 de agosto, Berlín amaneció dividida por postes de hormigón con alambres de púa y barricadas levantadas desde el sector oriental con adoquines y asfalto. Con el tiempo se convertirían en casi 44 kilómetros que transcurrían por el medio de la ciudad, y los otros 112 kilómetros rodearían a Berlín Occidental por el norte, el oeste y el sur.
El objetivo era evitar la fuga de ciudadanos de la Alemania comunista, algo que siguió ocurriendo, aunque con costos humanos cada vez mayores.
Por más de 28 años, los 156,4 kilómetros de muro constituyeron una representación física del "telón de acero" que dividió al país, y a Europa. Allí murieron al menos 140 personas, y otras 5075 lograron fugarse.
https://www.cronista.com/internacionale ... -alemania/
Este es un pequeño homenaje a esas 140 personas que fueron asesinadas mientras trataban de huir hacia la libertad.
Muro de Berlín: hace 32 años cayó, por qué se construyó y qué cambió en Alemania
Hoy hace 32 años, caía el Muro de Berlín que por casi tres décadas dividió a los alemanes. Cuando lo derrumbaron, se creyó que también se desarmaba la Guerra Fría.
En todo caso, su caída marcó un cambio profundo en la historia de Alemania y del mundo. El 9 de noviembre de 1989 señaló el inicio de la reunificación de la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana. La caída del bloque comunista y la desaparición de la Unión Soviética, en paralelo al triunfo del capitalismo.
Ese 13 de agosto, Berlín amaneció dividida por postes de hormigón con alambres de púa y barricadas levantadas desde el sector oriental con adoquines y asfalto. Con el tiempo se convertirían en casi 44 kilómetros que transcurrían por el medio de la ciudad, y los otros 112 kilómetros rodearían a Berlín Occidental por el norte, el oeste y el sur.
El objetivo era evitar la fuga de ciudadanos de la Alemania comunista, algo que siguió ocurriendo, aunque con costos humanos cada vez mayores.
Por más de 28 años, los 156,4 kilómetros de muro constituyeron una representación física del "telón de acero" que dividió al país, y a Europa. Allí murieron al menos 140 personas, y otras 5075 lograron fugarse.
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Última edición por José el 10 Nov 2021 15:41, editado 1 vez en total.
Re: 32 aniversario de la caída del Muro de Berlín
Originalmente, si bien las dos Alemanias estaban separadas, la gente podía cruzar sin problema de un lado al otro. El problema es que, en un momento dado, de la parte comunista llegaron a irse 3 millones de personas hacia el lado capitalista. El 13 de mayo de 1961, a las 00:30h, entran los tanques soviéticos y cierran los 95 pasos desde la Alemania comunista a la capitalista. Enjaulando a la gente, para que no se pueda a ir más. Evidencia del fracaso económico, social y cultural de todo régimen comunista. Ahí comenzaron a construir el muro. Siendo, originalmente, de alambrado de púas.
La canción 'Libre', de Nino Bravo, está hecha en honor a Peter Fechter. Un chico de 18 años al cual le había quedado la familia del otro lado. Durante 1 año, trata de pergeñar la forma de escaparse al lado capitalista para reunirse con ella. Y el 17 de agosto de 1962 lo intentó llevar a cabo y fue acribillado por los soldados que custodiaban el Muro. Tardó más de 3 horas en morir. No recibió ningún tipo de atención. Los soldados comunistas habían recibido la orden de dejarlo allí para que sirviera de ejemplo a todo aquel que pretendiera emularlo.
La canción 'Libre', de Nino Bravo, está hecha en honor a Peter Fechter. Un chico de 18 años al cual le había quedado la familia del otro lado. Durante 1 año, trata de pergeñar la forma de escaparse al lado capitalista para reunirse con ella. Y el 17 de agosto de 1962 lo intentó llevar a cabo y fue acribillado por los soldados que custodiaban el Muro. Tardó más de 3 horas en morir. No recibió ningún tipo de atención. Los soldados comunistas habían recibido la orden de dejarlo allí para que sirviera de ejemplo a todo aquel que pretendiera emularlo.
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Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
El ocaso de la democracia: la seducción del autoritarismo
Anne Applebaum
Barcelona, Debate, 2021. 200 p.
La historiadora y periodista estadounidense Anne Applebaum fue testigo y protagonista de un tiempo que algunos echan de menos*, pero que ya es historia: la década de los 80. La época de Reagan y de Thatcher, del triunfo del neoliberalismo y de la caída del comunismo. Fue también el tiempo del «fin de la historia», el preludio de los «felices noventa» en los que la democracia liberal y la economía de mercado parecían llamados a regir el mundo. En Europa fueron, además, los años de la ampliación de la UE, en la que los países de Europa central y oriental salían del período comunista con las expectativas de formar parte de una nueva Europa, gran mercado único y promesa de potencia global. Ni siquiera las guerras de los Balcanes sirvieron para sembrar la duda en este brillante porvenir de nuestro continente y del mundo. Applebaum, casada con un ministro de asuntos exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, participaba de esa atmósfera optimista, que la crisis económica de 2008 y la ascensión de los populismos empezarían a ensombrecer. En El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo, la autora cuenta desde sus experiencias personales, el conocimiento de la historia y su brillante capacidad de análisis el cómo hemos llegado a una situación en la que la democracia ya no puede darse por descontada, en la que la libertad y la democracia pueden recorrer caminos diferentes y en los que la categoría de «liberal-conservador», ampliamente reconocida en los años 80, parece pertenecer a una especie casi extinguida.
Anne Applebaum nos habla en su libro de la ascensión populista en países como Polonia y Hungría, y hace algunas referencias, más o menos extensas, a Francia y España. Pero, en mi opinión, lo más logrado de esta obra son sus testimonios, con valiosas aportaciones personales, sobre lo que la deriva del populismo ha significado en Inglaterra, más que en Gran Bretaña, y Estados Unidos. En esos países se reemplazó a Margaret Thatcher por Boris Johnson y a Ronald Reagan por Donald Trump. Los liberales conservadores serían sustituidos por los nacionalistas populistas. Por mi parte, cabe añadir la ironía de que los nuevos líderes pretendieron presentarse como los continuadores de sus antecesores, e incluso como la nueva encarnación de la «relación especial» de Londres y Washington, cultivada por Thatcher y Reagan. Bastaría recordar la primera visita de Theresa May a la Casa Blanca en 2016 para no dejarse convencer por este relato impostado. Es cierto que Reagan era un storyteller nato, dada su experiencia en Hollywood, pero tenía una afabilidad y cercanía de las que carece Trump. Por su parte, Thatcher, con sus aciertos y sus errores, asumía sus decisiones con cierta determinación y sentido de la historia. Podía ser incluso pragmática, como el Reagan del segundo mandato.
El desencanto de Anne Applebaum es mucho mayor en lo referente a Estados Unidos, su país de origen. Quizás ella misma creyera, como muchos de sus compatriotas, que la democracia liberal es imposible de revertir, pero los padres fundadores de su nación, inspirados por los ejemplos de la Antigüedad clásica, no lo tenían tan claro porque la historia suele repetirse en forma circular y la naturaleza humana es imperfecta, pues no era imposible que la democracia degenerase en tiranía. En la historia estadounidense ha habido minorías radicales, a izquierda y a derecha, aunque hasta la década de los 90 existía un consenso bipartidista sobre los valores de la democracia norteamericana. En el anticomunismo de la Guerra Fría se percibía un discurso común entre demócratas y republicanos, pero cuando aquel período tocó a su fin el consenso empezó a resquebrajarse. El optimismo, que algunos percibían como ingenuidad, de la democracia norteamericana sería sustituido progresivamente, sobre todo en la derecha política, por una visión pesimista en la que se presentaba a un país en decadencia y salpicado por la corrupción. El siguiente paso sería la progresiva deslegitimación de las instituciones, que también encontró eco a la izquierda. En el ánimo de muchos la democracia de Estados Unidos había dejado de ser un modelo para ofrecer al mundo. Según resalta la autora, se fue forjando una peligrosa mezcla de milenarismo, nihilismo y cinismo, que cristalizaría en el nacionalismo étnico de Trump y su eslogan, nada original de America First. Al asumir todo esto, una tremenda conclusión es llegar a pensar que no existen diferencias entre la democracia y la dictadura.
Una conclusión evidente en este libro es que Anne Applebaum se siente incómoda en un escenario político y social en que todo está regido por la simplicidad. Esa simplicidad es el ingrediente perfecto para la tentación del autoritarismo. A muchas personas les molesta la complejidad y la diversidad. Se sienten más cómodas con la unidad, aunque ésta se construya de modo artificial. No admiten la disensión, pues buscan soluciones definitivas, como diría Isaiah Berlin, en el pasado o en el futuro, en una revelación divina o en la mente de un pensador individual. Podría añadirse que este tipo de mentalidad es propicia a retorcer la verdad porque ni siquiera la verdad puede cuestionar el triunfo del «partido del bien». De este modo la política se convierte en la continuación de la guerra por otros medios y todo se reduce a una cuestión de supervivencia. En consecuencia, la polarización está servida tanto en las redes sociales como en el debate político. Hay que elegir entre nosotros y ellos.
https://www.revistadelibros.com/las-dec ... applebaum/
*«La guerra fría fue un sistema bajo el que vivimos bastante felizmente durante cuarenta años» declaraciones de Douglas Hurd, secretario del Foreign Office, a Timothy Garton Ash, (recogidas en “Intellectual Odyssey. Conversation with Timothy Garton Ash”, Institute of International Studies, UC Berkeley, 4 de abril de 1996) en diciembre de 1989, apenas unos días después de que la caída del Muro de Berlín pusiera fin a aquella época.
Anne Elizabeth Applebaum (Washington, 25 de julio de 1964) es periodista, historiadora, columnista y escritora estadounidense especializada en anticomunismo y desarrollo de la sociedad civil en Europa del Este y la Unión Soviética / Rusia. Escribe en The Economist, con Gulag (2003) ganó el Premio Pulitzer del año siguiente. En 1992, se casó con Radosław Sikorski, político y escritor que ha sido ministro de Exteriores y de Defensa en Polonia, país del que Applebaum obtuvo la ciudadanía en 2013.
https://en.wikipedia.org/wiki/Anne_Applebaum
Anne Applebaum
Barcelona, Debate, 2021. 200 p.
La historiadora y periodista estadounidense Anne Applebaum fue testigo y protagonista de un tiempo que algunos echan de menos*, pero que ya es historia: la década de los 80. La época de Reagan y de Thatcher, del triunfo del neoliberalismo y de la caída del comunismo. Fue también el tiempo del «fin de la historia», el preludio de los «felices noventa» en los que la democracia liberal y la economía de mercado parecían llamados a regir el mundo. En Europa fueron, además, los años de la ampliación de la UE, en la que los países de Europa central y oriental salían del período comunista con las expectativas de formar parte de una nueva Europa, gran mercado único y promesa de potencia global. Ni siquiera las guerras de los Balcanes sirvieron para sembrar la duda en este brillante porvenir de nuestro continente y del mundo. Applebaum, casada con un ministro de asuntos exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, participaba de esa atmósfera optimista, que la crisis económica de 2008 y la ascensión de los populismos empezarían a ensombrecer. En El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo, la autora cuenta desde sus experiencias personales, el conocimiento de la historia y su brillante capacidad de análisis el cómo hemos llegado a una situación en la que la democracia ya no puede darse por descontada, en la que la libertad y la democracia pueden recorrer caminos diferentes y en los que la categoría de «liberal-conservador», ampliamente reconocida en los años 80, parece pertenecer a una especie casi extinguida.
Anne Applebaum nos habla en su libro de la ascensión populista en países como Polonia y Hungría, y hace algunas referencias, más o menos extensas, a Francia y España. Pero, en mi opinión, lo más logrado de esta obra son sus testimonios, con valiosas aportaciones personales, sobre lo que la deriva del populismo ha significado en Inglaterra, más que en Gran Bretaña, y Estados Unidos. En esos países se reemplazó a Margaret Thatcher por Boris Johnson y a Ronald Reagan por Donald Trump. Los liberales conservadores serían sustituidos por los nacionalistas populistas. Por mi parte, cabe añadir la ironía de que los nuevos líderes pretendieron presentarse como los continuadores de sus antecesores, e incluso como la nueva encarnación de la «relación especial» de Londres y Washington, cultivada por Thatcher y Reagan. Bastaría recordar la primera visita de Theresa May a la Casa Blanca en 2016 para no dejarse convencer por este relato impostado. Es cierto que Reagan era un storyteller nato, dada su experiencia en Hollywood, pero tenía una afabilidad y cercanía de las que carece Trump. Por su parte, Thatcher, con sus aciertos y sus errores, asumía sus decisiones con cierta determinación y sentido de la historia. Podía ser incluso pragmática, como el Reagan del segundo mandato.
El desencanto de Anne Applebaum es mucho mayor en lo referente a Estados Unidos, su país de origen. Quizás ella misma creyera, como muchos de sus compatriotas, que la democracia liberal es imposible de revertir, pero los padres fundadores de su nación, inspirados por los ejemplos de la Antigüedad clásica, no lo tenían tan claro porque la historia suele repetirse en forma circular y la naturaleza humana es imperfecta, pues no era imposible que la democracia degenerase en tiranía. En la historia estadounidense ha habido minorías radicales, a izquierda y a derecha, aunque hasta la década de los 90 existía un consenso bipartidista sobre los valores de la democracia norteamericana. En el anticomunismo de la Guerra Fría se percibía un discurso común entre demócratas y republicanos, pero cuando aquel período tocó a su fin el consenso empezó a resquebrajarse. El optimismo, que algunos percibían como ingenuidad, de la democracia norteamericana sería sustituido progresivamente, sobre todo en la derecha política, por una visión pesimista en la que se presentaba a un país en decadencia y salpicado por la corrupción. El siguiente paso sería la progresiva deslegitimación de las instituciones, que también encontró eco a la izquierda. En el ánimo de muchos la democracia de Estados Unidos había dejado de ser un modelo para ofrecer al mundo. Según resalta la autora, se fue forjando una peligrosa mezcla de milenarismo, nihilismo y cinismo, que cristalizaría en el nacionalismo étnico de Trump y su eslogan, nada original de America First. Al asumir todo esto, una tremenda conclusión es llegar a pensar que no existen diferencias entre la democracia y la dictadura.
Una conclusión evidente en este libro es que Anne Applebaum se siente incómoda en un escenario político y social en que todo está regido por la simplicidad. Esa simplicidad es el ingrediente perfecto para la tentación del autoritarismo. A muchas personas les molesta la complejidad y la diversidad. Se sienten más cómodas con la unidad, aunque ésta se construya de modo artificial. No admiten la disensión, pues buscan soluciones definitivas, como diría Isaiah Berlin, en el pasado o en el futuro, en una revelación divina o en la mente de un pensador individual. Podría añadirse que este tipo de mentalidad es propicia a retorcer la verdad porque ni siquiera la verdad puede cuestionar el triunfo del «partido del bien». De este modo la política se convierte en la continuación de la guerra por otros medios y todo se reduce a una cuestión de supervivencia. En consecuencia, la polarización está servida tanto en las redes sociales como en el debate político. Hay que elegir entre nosotros y ellos.
https://www.revistadelibros.com/las-dec ... applebaum/
*«La guerra fría fue un sistema bajo el que vivimos bastante felizmente durante cuarenta años» declaraciones de Douglas Hurd, secretario del Foreign Office, a Timothy Garton Ash, (recogidas en “Intellectual Odyssey. Conversation with Timothy Garton Ash”, Institute of International Studies, UC Berkeley, 4 de abril de 1996) en diciembre de 1989, apenas unos días después de que la caída del Muro de Berlín pusiera fin a aquella época.
Anne Elizabeth Applebaum (Washington, 25 de julio de 1964) es periodista, historiadora, columnista y escritora estadounidense especializada en anticomunismo y desarrollo de la sociedad civil en Europa del Este y la Unión Soviética / Rusia. Escribe en The Economist, con Gulag (2003) ganó el Premio Pulitzer del año siguiente. En 1992, se casó con Radosław Sikorski, político y escritor que ha sido ministro de Exteriores y de Defensa en Polonia, país del que Applebaum obtuvo la ciudadanía en 2013.
https://en.wikipedia.org/wiki/Anne_Applebaum
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Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
Menudo te has marcado en el hilo sobre el 32 aniversario de la caída del Muro de Berlín y del fracaso del comunismo en Europa, camarada Col. De todas formas, el término "neoliberalismo" dice mucho más de la persona que lo emplea que de lo que trata de describir. Poco más que decir.
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Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
Ya hablaré y citaré a Francis Fukuyama y El fin de la historia y el último hombre. Relaciono la caída del Muro de Berlín con el fin de la Guerra Fría, es una unidad, por eso el post en el que se puede leer una declaración sobre el acontecimiento de Douglas Hurd, secretario del Foreign Office.Ver citas anterioresJosé escribió: ↑11 Nov 2021 15:18 Menudo te has marcado en el hilo sobre el 32 aniversario de la caída del Muro de Berlín y del fracaso del comunismo en Europa, camarada Col. De todas formas, el término "neoliberalismo" dice mucho más de la persona que lo emplea que de lo que trata de describir. Poco más que decir.
Saludos.
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Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
Fue un día triste, ahí comenzó el desmantelamiento del estado de bienestar.
Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
Aún hoy, la parte oriental de Alemania sufre un fuerte retraso social y económico respecto a su homólogo occidental, heredero del "bloque capitalista". Este no es el único caso en el que se ha dividido a un mismo pueblo para experimentar diferentes doctrinas ideológicas. En esta comparativa, el comunista siempre sale mal parado y tiene que frenar, poniendo barreras físicas, a su propia población para que no huya en masa al lado capitalista. Si te soy sincero, me hubiera parecido interesante que algo así se hubiera dado en España. Creo que la experiencia con el Frente Popular, en la II República, fue muy efímera y poco fructífera. Quién sabe si, habiéndose extendido en el tiempo unas cuantas décadas, el mal recuerdo del socialismo en la población habría hecho que hoy fuéramos más como la Rep. Checa o Estonia.
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Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
Si Alemania fue dividida no fue para experimentar (por ejemplo al estilo Friedman) diferentes doctrinas ideológicas, fue por que intentaron que en el mundo solo hubiera una ideología (nazismo), un solo líder político (Hitler), y una sóla raza (la aria)
Saludos..
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Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
Algo tuvo que ver que los aliados dejasen de serlo en cuanto se acabó con Hitler y decidieron como se repartirían su influencia en Alemania.Ver citas anterioresCol. Rheault escribió: ↑11 Nov 2021 18:29Si Alemania fue dividida no fue para experimentar (por ejemplo al estilo Friedman) diferentes doctrinas ideológicas, fue por que intentaron que en el mundo solo hubiera una ideología (nazismo), un solo líder político (Hitler), y una sóla raza (la aria)
Saludos..
Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
Ver citas anterioresCol. Rheault escribió: ↑11 Nov 2021 18:29Si Alemania fue dividida no fue para experimentar (por ejemplo al estilo Friedman) diferentes doctrinas ideológicas, fue por que intentaron que en el mundo solo hubiera una ideología (nazismo), un solo líder político (Hitler), y una sóla raza (la aria)
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Los comunistas soviéticos no buscaban extender su ideología, eran muy democráticos y no llevaron a cabo limpiezas étnicas ni rusificaciones de territorios. Claro que no. Al margen del relato simplón, no me estaba refiriendo al motivo por el que se dividió Alemania. Sino, a que lo que se dio en Alemania ya sucedió, por ejemplo, en Corea. Con un resultado muy parecido.
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Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
La parte (sobre cuatro) de Francia sobre Alemania nunca la he entendido, no pintaban nada allí. Antes de acabar con la Alemania Nazi militares como Patton y políticos como Churchill ya veían a la URSS como el siguiente enemigo, siempre he pensado que los británicos en su afán por llegar a Berlín cometieron la torpeza de la operación Market Garden que acabó en desastre total, y lo que es peor entorpeciendo y frenando el avance por el oeste y sin querer, favorecer y facilitar el avance soviético.Ver citas anterioresEdison escribió: ↑11 Nov 2021 19:15Algo tuvo que ver que los aliados dejasen de serlo en cuanto se acabó con Hitler y decidieron como se repartirían su influencia en Alemania.Ver citas anterioresCol. Rheault escribió: ↑11 Nov 2021 18:29Si Alemania fue dividida no fue para experimentar (por ejemplo al estilo Friedman) diferentes doctrinas ideológicas, fue por que intentaron que en el mundo solo hubiera una ideología (nazismo), un solo líder político (Hitler), y una sóla raza (la aria)
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Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
Efectivamente. la operación Market Garden fue una chapuza. Y para los alemanes fue una victoria pírrica.Ver citas anterioresCol. Rheault escribió: ↑11 Nov 2021 19:47La parte (sobre cuatro) de Francia sobre Alemania nunca la he entendido, no pintaban nada allí. Antes de acabar con la Alemania Nazi militares como Patton y políticos como Churchill ya veían a la URSS como el siguiente enemigo, siempre he pensado que los británicos en su afán por llegar a Berlín cometieron la torpeza de la operación Market Garden que acabó en desastre total, y lo que es peor entorpeciendo y frenando el avance por el oeste y sin querer favorecer y facilitar el avance soviético.Ver citas anterioresEdison escribió: ↑11 Nov 2021 19:15Algo tuvo que ver que los aliados dejasen de serlo en cuanto se acabó con Hitler y decidieron como se repartirían su influencia en Alemania.Ver citas anterioresCol. Rheault escribió: ↑11 Nov 2021 18:29Si Alemania fue dividida no fue para experimentar (por ejemplo al estilo Friedman) diferentes doctrinas ideológicas, fue por que intentaron que en el mundo solo hubiera una ideología (nazismo), un solo líder político (Hitler), y una sóla raza (la aria)
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Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
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Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
Breve historia del muro de Berlín
Al terminar la Segunda Guerra Mundial en Europa en mayo de 1945, Alemania fue desmembrada y ocupada. El Reich de los mil años del que hablaba Hitler apenas duró doce, seis de los cuales en guerra, al término de la cual el país estaba completamente devastado. Unos siete millones de alemanes habían muerto durante la contienda, Alemania se encontraba físicamente en ruinas, moralmente arrasada y, para colmo de males, los aliados acordaron transferir el 25% de su territorio a Francia, Polonia y la Unión Soviética. El 75% restante fue ocupado por los principales aliados, que se la repartieron en cuatro zonas. El Reino Unido al norte, Estados Unidos en el centro y sur, Francia el suroeste y la URSS el este.
Berlín, la capital, seguía el mismo patrón: los franceses ocuparon los distritos del norte, los británicos los del centro, los estadounidenses los del sur y los soviéticos los del este incluyendo el centro neurálgico de la ciudad, lo que se conoce como Berlín-Mitte, la parte donde había nacido Berlín siglos antes y en la que se encuentran iconos berlineses tradicionales como la catedral, la avenida Unter den linden, la plaza Gendarmenmarkt o la Puerta de Brandeburgo.
Como solución rápida y de compromiso aquello funcionó al principio, pero a la vuelta de dos años los aliados no sabían muy bien qué hacer con Alemania. Primero se pensó en ruralizarla y convertirla en una nación agraria conforme a un plan elaborado en 1944 por Henry Morgenthau, a la sazón secretario del Tesoro de Estados Unidos. Pero en 1947 abandonaron esa idea y la sustituyeron por el Plan Marshall.
La Unión Soviética rechazó la iniciativa estadounidense con su propio plan de reconstrucción. En el Kremlin querían reunificar Alemania, pero sólo si orbitaba en torno a Moscú como el resto de los países del este de Europa. Para forzar la retirada de los aliados occidentales el 24 de junio de 1948 Stalin decretó el bloqueo de los accesos a Berlín oeste. No se podía entrar por tierra en las zonas administradas por estadounidenses, británicos y franceses, pero sí por aire ya que, en los acuerdos de Potsdam, se habían previsto unos pasillos aéreos para abastecer la ciudad desde el oeste. Washington se agarró a ello y puso en marcha un puente aéreo que mantuvo su zona de Berlín con vida durante casi un año.
El bloqueo había fracasado y fue el pistoletazo de salida para la creación de dos Estados alemanes. Uno al oeste formado sobre las zonas de ocupación de Estados Unidos, Francia y el Reino Unido y otro al este sobre la zona soviética. Berlín quedaba enclavada en el corazón de la recién nacida República Democrática Alemana. La frontera interalemana era un agujero en la alambrada que, a instancias del Kremlin, se estaba tendiendo entre las costas del Báltico y las del Adriático. En principio no le dieron importancia. Pensaban que gracias al socialismo pronto la RDA sería más próspera que su contraparte occidental, por lo que serían los alemanes del oeste los que emigrarían en masa hacia el este. Pero no fue así, y eso pudo comprobarse desde el primer año.
La huida de la República
En 1950, 187.000 ciudadanos de la RDA se mudaron al oeste; en 1951, fueron 165.000; 182.000 en 1952; 331.000 en 1953. El país se estaba vaciando y casi todos los que se iban eran jóvenes. En 1952, el Gobierno de la RDA ordenó cerrar a cal y canto la frontera entre las dos Alemanias, pero en Berlín no era tan fácil. La frontera partía la ciudad en dos por el mismo centro. Había lugares en los que la línea entre el oeste y el este era una calle, los números pares estaban en la RDA y los impares en la RFA, en otros la acera pertenecía al oeste y la fachada al este, en algunos casos el edificio estaba en una zona y el patio en otra. Era algo realmente complicado, así que lo dejaron estar.
Pero la gente seguía marchándose, y no sólo los berlineses. Los germanorientales podían viajar desde Dresde o Leipzig hasta Berlín con cualquier excusa como visitar a un familiar y, una vez allí, cruzar al oeste sin que nadie les incomodase. En el lado occidental no tenían más que tomar un tren y dirigirse a Hamburgo o a Múnich. Para el año 1961 se habían ido ya tres millones y medio de personas, un 20% de la población de la RDA. Los alemanes del este escuchaban la radio occidental y veían su televisión. Como podían cruzar libremente al otro lado veían con sus propios ojos lo bien que les iba a “los capitalistas”. No sólo podían viajar libremente, sino que además tenían mejores empleos, una oferta creciente de bienes de consumo que podían adquirir con su salario. Un salario que les abonaban en dinero de verdad, marcos alemanes del oeste convertibles en cualquier otra moneda del mundo y con los que se podía comprar de todo. El marco oriental era papel pintado que sólo aceptaban en las pésimamente abastecidas tiendas del este. Los berlineses occidentales vivían, además, en una democracia. La prensa era libre y se podía protestar, criticar al Gobierno y declararse en huelga. Todo eso era impensable en la Alemania oriental.
La paranoia se apoderó de los líderes de la RDA que no sabían como contener la hemorragia. Acuñaron un término bélico: ‘Republikflucht’ (deserción de la República), que se convirtió en un delito grave. Los que lo perpetraban, los ‘republikfluchtlinge’, se enfrentaban a duras penas de cárcel o incluso a ser deportados a campos de trabajo en la lejana Rusia. Pero de nada servía esa ley si se podía seguir “desertando” por Berlín. Bastaba con tomar el Metro o hacerlo a pie. Uno podía amanecer en un suburbio de Berlín este y acostarse esa noche de camino a Hannover en un coche cama sin que nadie le hubiese pedido ni un papel.
“Nadie está pensando en levantar un muro”
Sólo quedaba construir un muro. Y eso es exactamente lo que hicieron, aunque al principio lo negasen con vehemencia. El 15 de junio de 1961, Walter Ulbricht, primer secretario del SED (Partido Socialista Unido), dijo a la prensa que nadie estaba pensando en levantar un muro. Le traicionó el subconsciente. En eso mismo pensaban y, de hecho, tenían el proyecto ya muy avanzado. Dos meses más tarde, en la medianoche del domingo 13 de agosto, miles de soldados se apostaron sobre la línea que separaba los dos sectores de Berlín. Tras ellos unos operarios iban tendiendo una valla de alambre de espino. Horas más tarde los berlineses de ambos lados contemplaron con sus propios ojos la dantesca escena sin dar crédito a lo que estaban viendo. Aquella gente estaba partiendo una de las mayores ciudades de Europa con un alambre propio de una prisión. Tendrían, eso sí, tiempo de acostumbrarse porque aquello duraría casi tres décadas.
Ese muro del verano de 1961 fue la primera de las versiones. Se trataba de una simple alambrada vigilada por guardias. Tenía 43 kilómetros de recorrido desde los bosques de Pankow en el norte hasta el distrito de Neukölln en el sur. Una semana más tarde, el 17 de agosto, los operarios empezaron a levantar el muro propiamente dicho, que en esta primera fase estaba compuesto por simples bloques de hormigón unidos con cemento. El muro dividía no sólo la ciudad con sus calles y avenidas, también separaba a las personas. Familias y amigos que ya no se podrían volver a ver en mucho tiempo porque Ulbricht cerró todos los pasos fronterizos. No se podía cruzar ni en un sentido ni en el otro.
La denominación oficial de aquella monstruosidad era “muro de contención antifascista”, un eufemismo que la propaganda oriental empleó intensamente, pero los berlineses sabían que era mentira, conocían a la perfección lo que había llevado a sus gobernantes a levantarlo. Se estaban marchando de la República y ese era el único modo de detener la sangría. Poco a poco las autoridades de la RDA fueron sellando Berlín oeste en todo el perímetro. Tuvieron que levantar una cerca de 156 kilómetros de longitud, 111 de ellos de hormigón y el resto vallas de cuatro metros de altura.
En junio de 1962, se reforzó la línea fronteriza construyendo una segunda cerca unos cien metros retranqueada sobre el muro original. Entre medias habilitaron una franja de tierra atravesada por una carretera. A esa franja pronto se la bautizó como ‘todesstreifen’ o franja de la muerte. El que se aventuraba en ella ya sabía a lo que se exponía. Para ir abriendo espacio se dinamitaron numerosos edificios. Sus inquilinos eran desalojados y reubicados a la fuerza en otras partes de la ciudad. En 1965, se mejoró el muro original y en 1975 se levantó la última versión, la que todos conocemos gracias al cine y la fotografía. En la RDA era conocida como muro de cuarta generación. Se trataba de una infraestructura muy sofisticada. Llevó cinco años concluirlo.
Estaba compuesto por 45.000 paneles de hormigón armado de tres metros y medio de altura rematados por un canuto para evitar que quien llegase hasta ahí pudiese escalarlo. Tras él, en la franja de la muerte, se colocaron capas de clavos (alfombra de Stalin lo llamaban), barreras anti-vehículos y erizos checos por si la invasión se realizaba con unidades acorazadas. Era todo propaganda. Los erizos checos sirven para dificultar el avance de los carros de combate y eso abonaba la tesis oficial de que era la primera línea de defensa para un ataque inminente desde el oeste. Para vigilar el muro se construyeron 116 torres y 20 búnkeres, atendidos las 24 horas del día por guardias armados con órdenes de disparar. Para mediados de los años 80, el muro era prácticamente infranqueable. Nadie en su sano juicio se planteaba siquiera acercarse a él. De los 239 muertos tratando de cruzar a Berlín oeste la mayor parte murieron antes de 1975. De 1975 a 1989 sólo 20 personas fueron abatidas, muchas en el río Spree que en algunas zonas hacía frontera, por lo que lanchas patrulleras de la Volkspolizei lo recorrían día y noche.
La ciudad-isla, la ciudad-cárcel
Berlín oeste se encontraba cercado, pero no aislado. Para llegar a la ciudad desde la RFA había que hacerlo a través de unos corredores determinados. Se habilitaron cuatro accesos ferroviarios y otros cuatro terrestres a través de los cuales pasaban autopistas sin salidas y valladas a ambos lados. La RDA encontró en estas autopistas una fuente de divisas muy interesante. Primero cobraban un peaje, posteriormente llegaron a un acuerdo con Bonn para que se pudiese circular sin pagar. Eso sucedió a partir de 1980. El Gobierno de la RFA pagaba 50 millones de marcos al año para que se pudiera viajar desde y hasta Berlín sin coste.
La conexión aérea estaba más limitada. Había tres corredores. Uno desde Fráncfort, otro desde Hamburgo y otro más desde Baviera. Sólo podían volar aerolíneas aliadas con una autorización especial. Estas aerolíneas eran PanAm, British Airways y Air France. Lufthansa tenía prohibido volar a Berlín. En Berlín oeste había dos aeropuertos: Tegel en el sector británico y Tempelhof en el estadounidense. Tegel se convirtió en el aeropuerto comercial de la ciudad porque Tempelhof tenía una pista muy corta y no se podía ampliar.
Salir de la ciudad no era complicado, pero tenía sus limitaciones por la distancia y los horarios de los trenes y aviones. Lo problemático era entrar en Berlín este. Había ocho puntos de entrada en la ciudad, pero no todos servían porque había una serie de restricciones a tener en cuenta. Los berlineses del oeste podían pasar por seis de ellos. Los ciudadanos de Alemania Federal por uno, el de la Bornholmer strasse. Los extranjeros tenían que hacerlo por el de la Friedrichstrasse, más conocido como Checkpoint Charlie. También se podía cruzar en metro a través de la estación de Friedrichstrasse que enlazaba con la red de Metro oriental. Los pasajeros llegaban al andén B, donde se encontraban dispuestas las garitas fronterizas.
Para atravesar la garita había que solicitar con antelación un visado que podía demorarse semanas. Una vez concedido, antes de entrar había que cambiar obligatoriamente 25 marcos del oeste a la razón de 1-1. Aquello era básicamente un atraco para captar divisas porque el marco oriental valía muy poco. En los años 80 la frontera se cruzaba mucho, pero sólo en el sentido oeste-este. Cientos de miles de turistas llegados de todo el mundo visitaban Berlín este todos los años por pura curiosidad. Aquello parecía un museo del estalinismo y, aunque no se podía comprar nada, ni comer, ni apenas tomar fotografías, era una excursión habitual entre los que llegaban a Berlín desde el mundo libre.
Treinta años antes había sido mucho más difícil de atravesar. La frontera estuvo totalmente cerrada desde 1961 a 1963. En la Navidad de este último año se permitió a los berlineses occidentales pasar a ver a sus familiares. A partir del 71 se permitió entrar a los alemanes del oeste con visado y cambiando dinero al entrar. En el sentido inverso siempre estuvo prohibido cruzar la frontera salvo contadas excepciones. Una eran los pensionistas. Les dejaban pasar porque, si se quedaban en el otro lado, no habría que pagarles la pensión. Otra eran los familiares si se producía un fallecimiento al otro lado. Pero tenían que solicitarlo y demostrarlo documentalmente.
Como vemos, se trataba en esencia de una cárcel. A pesar de todo, unas cinco mil personas consiguieron escapar al oeste durante los 28 años de existencia del muro. La mayor parte durante los primeros años, a partir de 1975 se convirtió en una empresa imposible. Pero los berlineses del este demostraron ser muy ingeniosos. Burlaron el muro de los modos más insospechados. Cavaron túneles, instalaron tirolinas, llegaron incluso a fabricar globos caseros que se elevaban en el lado oriental en espera de que el viento del este les empujase hasta el oeste. Algunos huyeron por las alcantarillas, lo que obligó a las autoridades a taponarlas, los más audaces se empotraron con un automóvil contra las primeras versiones del muro, cuando aún era posible derribarlo de un impacto. Para evitar las arremetidas en los checkpoints la policía oriental disponía accesos en zigzag reproducidos a menudo en el cine.
“Señor Gorbachov, tire este muro”
En 1988, parecía que el muro iba a estar ahí siempre. En enero de 1989, el líder de la RDA Erich Honecker aseguraba ufano que duraría cien años, pero la realidad es que no le quedaba ni un año de vida. Rebobinemos unos meses. En el 87, Ronald Reagan visitó la ciudad y dio un discurso frente al muro en el que pronunció una frase que ha pasado a la historia: “Señor Gorbachov, abra esta puerta, tire este muro”, dijo ante una entregada audiencia a sólo unos metros de las planchas de hormigón que antecedían a la Puerta de Brandeburgo.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial en Europa en mayo de 1945, Alemania fue desmembrada y ocupada. El Reich de los mil años del que hablaba Hitler apenas duró doce, seis de los cuales en guerra, al término de la cual el país estaba completamente devastado. Unos siete millones de alemanes habían muerto durante la contienda, Alemania se encontraba físicamente en ruinas, moralmente arrasada y, para colmo de males, los aliados acordaron transferir el 25% de su territorio a Francia, Polonia y la Unión Soviética. El 75% restante fue ocupado por los principales aliados, que se la repartieron en cuatro zonas. El Reino Unido al norte, Estados Unidos en el centro y sur, Francia el suroeste y la URSS el este.
Berlín, la capital, seguía el mismo patrón: los franceses ocuparon los distritos del norte, los británicos los del centro, los estadounidenses los del sur y los soviéticos los del este incluyendo el centro neurálgico de la ciudad, lo que se conoce como Berlín-Mitte, la parte donde había nacido Berlín siglos antes y en la que se encuentran iconos berlineses tradicionales como la catedral, la avenida Unter den linden, la plaza Gendarmenmarkt o la Puerta de Brandeburgo.
Como solución rápida y de compromiso aquello funcionó al principio, pero a la vuelta de dos años los aliados no sabían muy bien qué hacer con Alemania. Primero se pensó en ruralizarla y convertirla en una nación agraria conforme a un plan elaborado en 1944 por Henry Morgenthau, a la sazón secretario del Tesoro de Estados Unidos. Pero en 1947 abandonaron esa idea y la sustituyeron por el Plan Marshall.
La Unión Soviética rechazó la iniciativa estadounidense con su propio plan de reconstrucción. En el Kremlin querían reunificar Alemania, pero sólo si orbitaba en torno a Moscú como el resto de los países del este de Europa. Para forzar la retirada de los aliados occidentales el 24 de junio de 1948 Stalin decretó el bloqueo de los accesos a Berlín oeste. No se podía entrar por tierra en las zonas administradas por estadounidenses, británicos y franceses, pero sí por aire ya que, en los acuerdos de Potsdam, se habían previsto unos pasillos aéreos para abastecer la ciudad desde el oeste. Washington se agarró a ello y puso en marcha un puente aéreo que mantuvo su zona de Berlín con vida durante casi un año.
El bloqueo había fracasado y fue el pistoletazo de salida para la creación de dos Estados alemanes. Uno al oeste formado sobre las zonas de ocupación de Estados Unidos, Francia y el Reino Unido y otro al este sobre la zona soviética. Berlín quedaba enclavada en el corazón de la recién nacida República Democrática Alemana. La frontera interalemana era un agujero en la alambrada que, a instancias del Kremlin, se estaba tendiendo entre las costas del Báltico y las del Adriático. En principio no le dieron importancia. Pensaban que gracias al socialismo pronto la RDA sería más próspera que su contraparte occidental, por lo que serían los alemanes del oeste los que emigrarían en masa hacia el este. Pero no fue así, y eso pudo comprobarse desde el primer año.
La huida de la República
En 1950, 187.000 ciudadanos de la RDA se mudaron al oeste; en 1951, fueron 165.000; 182.000 en 1952; 331.000 en 1953. El país se estaba vaciando y casi todos los que se iban eran jóvenes. En 1952, el Gobierno de la RDA ordenó cerrar a cal y canto la frontera entre las dos Alemanias, pero en Berlín no era tan fácil. La frontera partía la ciudad en dos por el mismo centro. Había lugares en los que la línea entre el oeste y el este era una calle, los números pares estaban en la RDA y los impares en la RFA, en otros la acera pertenecía al oeste y la fachada al este, en algunos casos el edificio estaba en una zona y el patio en otra. Era algo realmente complicado, así que lo dejaron estar.
Pero la gente seguía marchándose, y no sólo los berlineses. Los germanorientales podían viajar desde Dresde o Leipzig hasta Berlín con cualquier excusa como visitar a un familiar y, una vez allí, cruzar al oeste sin que nadie les incomodase. En el lado occidental no tenían más que tomar un tren y dirigirse a Hamburgo o a Múnich. Para el año 1961 se habían ido ya tres millones y medio de personas, un 20% de la población de la RDA. Los alemanes del este escuchaban la radio occidental y veían su televisión. Como podían cruzar libremente al otro lado veían con sus propios ojos lo bien que les iba a “los capitalistas”. No sólo podían viajar libremente, sino que además tenían mejores empleos, una oferta creciente de bienes de consumo que podían adquirir con su salario. Un salario que les abonaban en dinero de verdad, marcos alemanes del oeste convertibles en cualquier otra moneda del mundo y con los que se podía comprar de todo. El marco oriental era papel pintado que sólo aceptaban en las pésimamente abastecidas tiendas del este. Los berlineses occidentales vivían, además, en una democracia. La prensa era libre y se podía protestar, criticar al Gobierno y declararse en huelga. Todo eso era impensable en la Alemania oriental.
La paranoia se apoderó de los líderes de la RDA que no sabían como contener la hemorragia. Acuñaron un término bélico: ‘Republikflucht’ (deserción de la República), que se convirtió en un delito grave. Los que lo perpetraban, los ‘republikfluchtlinge’, se enfrentaban a duras penas de cárcel o incluso a ser deportados a campos de trabajo en la lejana Rusia. Pero de nada servía esa ley si se podía seguir “desertando” por Berlín. Bastaba con tomar el Metro o hacerlo a pie. Uno podía amanecer en un suburbio de Berlín este y acostarse esa noche de camino a Hannover en un coche cama sin que nadie le hubiese pedido ni un papel.
“Nadie está pensando en levantar un muro”
Sólo quedaba construir un muro. Y eso es exactamente lo que hicieron, aunque al principio lo negasen con vehemencia. El 15 de junio de 1961, Walter Ulbricht, primer secretario del SED (Partido Socialista Unido), dijo a la prensa que nadie estaba pensando en levantar un muro. Le traicionó el subconsciente. En eso mismo pensaban y, de hecho, tenían el proyecto ya muy avanzado. Dos meses más tarde, en la medianoche del domingo 13 de agosto, miles de soldados se apostaron sobre la línea que separaba los dos sectores de Berlín. Tras ellos unos operarios iban tendiendo una valla de alambre de espino. Horas más tarde los berlineses de ambos lados contemplaron con sus propios ojos la dantesca escena sin dar crédito a lo que estaban viendo. Aquella gente estaba partiendo una de las mayores ciudades de Europa con un alambre propio de una prisión. Tendrían, eso sí, tiempo de acostumbrarse porque aquello duraría casi tres décadas.
Ese muro del verano de 1961 fue la primera de las versiones. Se trataba de una simple alambrada vigilada por guardias. Tenía 43 kilómetros de recorrido desde los bosques de Pankow en el norte hasta el distrito de Neukölln en el sur. Una semana más tarde, el 17 de agosto, los operarios empezaron a levantar el muro propiamente dicho, que en esta primera fase estaba compuesto por simples bloques de hormigón unidos con cemento. El muro dividía no sólo la ciudad con sus calles y avenidas, también separaba a las personas. Familias y amigos que ya no se podrían volver a ver en mucho tiempo porque Ulbricht cerró todos los pasos fronterizos. No se podía cruzar ni en un sentido ni en el otro.
La denominación oficial de aquella monstruosidad era “muro de contención antifascista”, un eufemismo que la propaganda oriental empleó intensamente, pero los berlineses sabían que era mentira, conocían a la perfección lo que había llevado a sus gobernantes a levantarlo. Se estaban marchando de la República y ese era el único modo de detener la sangría. Poco a poco las autoridades de la RDA fueron sellando Berlín oeste en todo el perímetro. Tuvieron que levantar una cerca de 156 kilómetros de longitud, 111 de ellos de hormigón y el resto vallas de cuatro metros de altura.
En junio de 1962, se reforzó la línea fronteriza construyendo una segunda cerca unos cien metros retranqueada sobre el muro original. Entre medias habilitaron una franja de tierra atravesada por una carretera. A esa franja pronto se la bautizó como ‘todesstreifen’ o franja de la muerte. El que se aventuraba en ella ya sabía a lo que se exponía. Para ir abriendo espacio se dinamitaron numerosos edificios. Sus inquilinos eran desalojados y reubicados a la fuerza en otras partes de la ciudad. En 1965, se mejoró el muro original y en 1975 se levantó la última versión, la que todos conocemos gracias al cine y la fotografía. En la RDA era conocida como muro de cuarta generación. Se trataba de una infraestructura muy sofisticada. Llevó cinco años concluirlo.
Estaba compuesto por 45.000 paneles de hormigón armado de tres metros y medio de altura rematados por un canuto para evitar que quien llegase hasta ahí pudiese escalarlo. Tras él, en la franja de la muerte, se colocaron capas de clavos (alfombra de Stalin lo llamaban), barreras anti-vehículos y erizos checos por si la invasión se realizaba con unidades acorazadas. Era todo propaganda. Los erizos checos sirven para dificultar el avance de los carros de combate y eso abonaba la tesis oficial de que era la primera línea de defensa para un ataque inminente desde el oeste. Para vigilar el muro se construyeron 116 torres y 20 búnkeres, atendidos las 24 horas del día por guardias armados con órdenes de disparar. Para mediados de los años 80, el muro era prácticamente infranqueable. Nadie en su sano juicio se planteaba siquiera acercarse a él. De los 239 muertos tratando de cruzar a Berlín oeste la mayor parte murieron antes de 1975. De 1975 a 1989 sólo 20 personas fueron abatidas, muchas en el río Spree que en algunas zonas hacía frontera, por lo que lanchas patrulleras de la Volkspolizei lo recorrían día y noche.
La ciudad-isla, la ciudad-cárcel
Berlín oeste se encontraba cercado, pero no aislado. Para llegar a la ciudad desde la RFA había que hacerlo a través de unos corredores determinados. Se habilitaron cuatro accesos ferroviarios y otros cuatro terrestres a través de los cuales pasaban autopistas sin salidas y valladas a ambos lados. La RDA encontró en estas autopistas una fuente de divisas muy interesante. Primero cobraban un peaje, posteriormente llegaron a un acuerdo con Bonn para que se pudiese circular sin pagar. Eso sucedió a partir de 1980. El Gobierno de la RFA pagaba 50 millones de marcos al año para que se pudiera viajar desde y hasta Berlín sin coste.
La conexión aérea estaba más limitada. Había tres corredores. Uno desde Fráncfort, otro desde Hamburgo y otro más desde Baviera. Sólo podían volar aerolíneas aliadas con una autorización especial. Estas aerolíneas eran PanAm, British Airways y Air France. Lufthansa tenía prohibido volar a Berlín. En Berlín oeste había dos aeropuertos: Tegel en el sector británico y Tempelhof en el estadounidense. Tegel se convirtió en el aeropuerto comercial de la ciudad porque Tempelhof tenía una pista muy corta y no se podía ampliar.
Salir de la ciudad no era complicado, pero tenía sus limitaciones por la distancia y los horarios de los trenes y aviones. Lo problemático era entrar en Berlín este. Había ocho puntos de entrada en la ciudad, pero no todos servían porque había una serie de restricciones a tener en cuenta. Los berlineses del oeste podían pasar por seis de ellos. Los ciudadanos de Alemania Federal por uno, el de la Bornholmer strasse. Los extranjeros tenían que hacerlo por el de la Friedrichstrasse, más conocido como Checkpoint Charlie. También se podía cruzar en metro a través de la estación de Friedrichstrasse que enlazaba con la red de Metro oriental. Los pasajeros llegaban al andén B, donde se encontraban dispuestas las garitas fronterizas.
Para atravesar la garita había que solicitar con antelación un visado que podía demorarse semanas. Una vez concedido, antes de entrar había que cambiar obligatoriamente 25 marcos del oeste a la razón de 1-1. Aquello era básicamente un atraco para captar divisas porque el marco oriental valía muy poco. En los años 80 la frontera se cruzaba mucho, pero sólo en el sentido oeste-este. Cientos de miles de turistas llegados de todo el mundo visitaban Berlín este todos los años por pura curiosidad. Aquello parecía un museo del estalinismo y, aunque no se podía comprar nada, ni comer, ni apenas tomar fotografías, era una excursión habitual entre los que llegaban a Berlín desde el mundo libre.
Treinta años antes había sido mucho más difícil de atravesar. La frontera estuvo totalmente cerrada desde 1961 a 1963. En la Navidad de este último año se permitió a los berlineses occidentales pasar a ver a sus familiares. A partir del 71 se permitió entrar a los alemanes del oeste con visado y cambiando dinero al entrar. En el sentido inverso siempre estuvo prohibido cruzar la frontera salvo contadas excepciones. Una eran los pensionistas. Les dejaban pasar porque, si se quedaban en el otro lado, no habría que pagarles la pensión. Otra eran los familiares si se producía un fallecimiento al otro lado. Pero tenían que solicitarlo y demostrarlo documentalmente.
Como vemos, se trataba en esencia de una cárcel. A pesar de todo, unas cinco mil personas consiguieron escapar al oeste durante los 28 años de existencia del muro. La mayor parte durante los primeros años, a partir de 1975 se convirtió en una empresa imposible. Pero los berlineses del este demostraron ser muy ingeniosos. Burlaron el muro de los modos más insospechados. Cavaron túneles, instalaron tirolinas, llegaron incluso a fabricar globos caseros que se elevaban en el lado oriental en espera de que el viento del este les empujase hasta el oeste. Algunos huyeron por las alcantarillas, lo que obligó a las autoridades a taponarlas, los más audaces se empotraron con un automóvil contra las primeras versiones del muro, cuando aún era posible derribarlo de un impacto. Para evitar las arremetidas en los checkpoints la policía oriental disponía accesos en zigzag reproducidos a menudo en el cine.
“Señor Gorbachov, tire este muro”
En 1988, parecía que el muro iba a estar ahí siempre. En enero de 1989, el líder de la RDA Erich Honecker aseguraba ufano que duraría cien años, pero la realidad es que no le quedaba ni un año de vida. Rebobinemos unos meses. En el 87, Ronald Reagan visitó la ciudad y dio un discurso frente al muro en el que pronunció una frase que ha pasado a la historia: “Señor Gorbachov, abra esta puerta, tire este muro”, dijo ante una entregada audiencia a sólo unos metros de las planchas de hormigón que antecedían a la Puerta de Brandeburgo.
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Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
Como han podido observar en mis hilos, me interesan mucho las elecciones en todos los países, tanto actuales como históricas, así que como este hilo es sobre el Muro de Berlín y la dictadura comunista en Alemania del Este, aporto al debate los resultados de las únicas elecciones parlamentarias libres y transparentes llevadas a cabo en Alemania del Este durante el período comunista, me refiero a las elecciones generales parlamentarias de 1946, que la Unión Soviética permitió en su zona de ocupación.
Como los resultados fueron decepcionantes para la potencia ocupante, ya que los comunistas no obtuvieron la mayoría absoluta, nunca más se volvieron a convocar elecciones libres, y todas las demás "elecciones" llevadas a cabo por la dictadura comunista en Alemania del Este entre 1949 y 1986, fueron una farsa, en la cual a los votantes se les presentó una lista única del Frente Nacional dominado por los comunistas, que solo podían aprobar o rechazar.
Meses antes de las elecciones, los soviéticos obligaron a los social-demócratas de su zona de ocupación a unirse con los comunistas en un único partido de unidad socialista, el SED. Si bien la mayoría de los social-demócratas estuvo en contra de esa unión, hubo una purga, y la unidad se llevo a cabo igual.
Elecciones generales parlamentarias de 1946 en la zona de ocupación soviética de Alemania.
Comunistas y Social-Demócratas (SED) 47,5 % ; 249 escaños
Demo-Cristianos y Conservadores (CDU) 24,5 % ; 133 escaños
Socio-Liberales y Liberales Clásicos (LDPD) 24,6 % ; 121 escaños
https://de.wikipedia.org/wiki/Landtagsw ... r_SBZ_1946
Como los resultados fueron decepcionantes para la potencia ocupante, ya que los comunistas no obtuvieron la mayoría absoluta, nunca más se volvieron a convocar elecciones libres, y todas las demás "elecciones" llevadas a cabo por la dictadura comunista en Alemania del Este entre 1949 y 1986, fueron una farsa, en la cual a los votantes se les presentó una lista única del Frente Nacional dominado por los comunistas, que solo podían aprobar o rechazar.
Meses antes de las elecciones, los soviéticos obligaron a los social-demócratas de su zona de ocupación a unirse con los comunistas en un único partido de unidad socialista, el SED. Si bien la mayoría de los social-demócratas estuvo en contra de esa unión, hubo una purga, y la unidad se llevo a cabo igual.
Elecciones generales parlamentarias de 1946 en la zona de ocupación soviética de Alemania.
Comunistas y Social-Demócratas (SED) 47,5 % ; 249 escaños
Demo-Cristianos y Conservadores (CDU) 24,5 % ; 133 escaños
Socio-Liberales y Liberales Clásicos (LDPD) 24,6 % ; 121 escaños
https://de.wikipedia.org/wiki/Landtagsw ... r_SBZ_1946
Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
El nazismo no buscaba imponer el nazismo en todo mundo y que todo el mundo estuviera dominado por Hitler ni queria exterminar a todas las razas del mundo. Pero en efecto lo que ha dicho Jose de que fue un "experimento" se le ha olvidado la parte en la que Alemania la lio parda dos veces y no se iba a permitir una tercera.Ver citas anterioresCol. Rheault escribió: ↑11 Nov 2021 18:29Si Alemania fue dividida no fue para experimentar (por ejemplo al estilo Friedman) diferentes doctrinas ideológicas, fue por que intentaron que en el mundo solo hubiera una ideología (nazismo), un solo líder político (Hitler), y una sóla raza (la aria)
Saludos..
Última edición por Hadouken el 13 Nov 2021 17:39, editado 1 vez en total.
Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
Desconocía ese suceso. Está bien recordarlo. Si el CDU y el LDPD se hubiesen aliado, hubieran tenido más escaños que la izquierda. Es normal que los comunistas hayan aprendido la lección. Al final, no deja de ser algo de lo más normal en los estados socialistas. Allí la democracia siempre brilla por su ausencia, por la cuenta que les trae.Ver citas anterioresliberal de izquierda escribió: ↑13 Nov 2021 04:42 Como han podido observar en mis hilos, me interesan mucho las elecciones en todos los países, tanto actuales como históricas, así que como este hilo es sobre el Muro de Berlín y la dictadura comunista en Alemania del Este, aporto al debate los resultados de las únicas elecciones parlamentarias libres y transparentes llevadas a cabo en Alemania del Este durante el período comunista, me refiero a las elecciones generales parlamentarias de 1946, que la Unión Soviética permitió en su zona de ocupación.
Como los resultados fueron decepcionantes para la potencia ocupante, ya que los comunistas no obtuvieron la mayoría absoluta, nunca más se volvieron a convocar elecciones libres, y todas las demás "elecciones" llevadas a cabo por la dictadura comunista en Alemania del Este entre 1949 y 1986, fueron una farsa, en la cual a los votantes se les presentó una lista única del Frente Nacional dominado por los comunistas, que solo podían aprobar o rechazar.
Meses antes de las elecciones, los soviéticos obligaron a los social-demócratas de su zona de ocupación a unirse con los comunistas en un único partido de unidad socialista, el SED. Si bien la mayoría de los social-demócratas estuvo en contra de esa unión, hubo una purga, y la unidad se llevo a cabo igual.
Elecciones generales parlamentarias de 1946 en la zona de ocupación soviética de Alemania.
Comunistas y Social-Demócratas (SED) 47,5 % ; 249 escaños
Demo-Cristianos y Conservadores (CDU) 24,5 % ; 133 escaños
Socio-Liberales y Liberales Clásicos (LDPD) 24,6 % ; 121 escaños
https://de.wikipedia.org/wiki/Landtagsw ... r_SBZ_1946
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Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
Sí, frente a la fusión, aunque obligada por los soviéticos, de los comunistas del KPD y los social-demócratas de SPD en un solo partido de unidad socialista, el SED, también hubo intentos y negociaciones por parte de los demo-cristianos de la CDU y los liberales del LDPD para unirse en un solo partido para enfrentar al SED en las elecciones de 1946, pero eso resulto en un fracaso porque las diferencias fueron insalvables entre ambos partidos, tanto en los temas socio-culturales, como en los económico-fiscales.Ver citas anterioresJosé escribió: ↑13 Nov 2021 19:51Desconocía ese suceso. Está bien recordarlo. Si el CDU y el LDPD se hubiesen aliado, hubieran tenido más escaños que la izquierda. Es normal que los comunistas hayan aprendido la lección. Al final, no deja de ser algo de lo más normal en los estados socialistas. Allí la democracia siempre brilla por su ausencia, por la cuenta que les trae.
Mientras que en los temas socio-culturales, los liberales eran acérrimos defensores del laicismo y la educación pública laica, y se oponían a la financiación estatal de las escuelas privadas religiosas, tanto luteranas como católicas, por el contrario, los demo-cristianos defendían la educación religiosa privada, financiada y subvencionada por el estado, y también defendían que sea obligatoria la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, según la sea la religión de los padres de cada alumno: luterana o católica.
Otra diferencia que separó a liberales y demo-cristianos fue la despenalización de la homosexualidad. Los liberales defendían abiertamente la derogación del artículo 175 del Código Penal Alemán, que decía lo siguiente:
basándose en que ese artículo fue utilizado por los nazis para enviar a miles de homosexuales a los campos de concentración entre 1933 y 1945, donde la mayoría murió, en cambio, los demo-cristianos, cuya base de sustentación eran las iglesias y la familia tradicional, estaban en contra de la derogación de ese artículo. La homosexualidad recién se despenalizó en Alemania Oriental en 1968, y en Alemania Occidental en 1969, durante el gobierno de coalición entre social-demócratas y liberales, liderado por el social-demócrata Willy Brandt, ya que durante los gobiernos de coalición entre demo-cristianos y liberales, liderados por el demo-cristiano Konrad Adenauer, la despenalización de la homosexualidad fue imposible, porque Adenauer era un católico reaccionario y homofóbico.Ver citas anteriores"La fornicación contra natura realizada entre hombres o de personas con animales se castigará con pena de cárcel; también se podrán retirar los derechos civiles."
En los temas económico-fiscales, las diferencias también eran grandes, los demo-cristianos de Alemania del Este, por una cuestión de no ir al choque abiertamente con la potencia ocupante soviética, tenían un programa económico que si bien no era colectivista, si era bastante estatista en un contexto de completa destrucción material como era el de Alemania en 1946, mientras que por el contrario, los liberales de Alemania del Este eran defensores acérrimos de la propiedad privada, de la economía de libre mercado y se oponían a la colectivización de cualquier sector económico, por más mínima que fuera, por eso estaban en contra de la nacionalización de los recursos minerales y el control estatal de la minería y las ramas más importantes de la industria, y en esto coincidían todas las alas o corrientes internas del partido: liberales clásicos y socio-liberales.
Los liberales del este de Alemania pagaron muy caro su defensa acérrima de la propiedad privada y la economía de mercado en su programa electoral para las elecciones de 1946 en la zona de ocupación soviética, ya que cuando estalló la guerra fría y Alemania finalmente se dividió en dos estados, el partido liberal en Alemania del Este (LDPD) fue purgado, y la mayoría de sus líderes fueron arrestados por orden del NKVD (el Ministerio de Interior de la Unión Soviética) y enviados a campos de prisión soviéticos en Siberia, o directamente fusilados en Moscú.
Los liberales del este de Alemania fueron particularmente populares entre los jóvenes que se oponían al comunismo: el 23 por ciento de sus miembros eran menores de 25 años. Los casos más destacados fueron el presidente del consejo estudiantil de Leipzig , Wolfgang Natonek (1919-1994), quien fue arrestado en noviembre de 1948 y sentenciado a 25 años en un campo de trabajo (fue liberado en 1956 y se mudó a Alemania Occidental), así como Arno Esch, líder juvenil de la asociación regional del LDPD de Mecklemburgo (1928-1951), arrestado en octubre de 1949 y fusilado en Moscú en 1951.
Luego de esas purgas, el LDPD se convirtió en un partido del régimen en Alemania del Este, y de liberal le quedaba solo el nombre. Lo mismo le paso a la demo-cristiana CDU, solo que como esta no mostro tan abiertamente su anticomunismo, no fue objeto de arrestos y fusilamientos tan violentos por parte de los comunistas, pero igualmente fue purgada y convertida también en un partido del régimen.
¿Qué significaba ser un partido del régimen en la Alemania del Este comunista?, pues la integración en las listas del Frente Nacional, cuando se realizaba la farsa de las “elecciones populares”, al ciudadano de Alemania del Este se le presentaba una lista del Frente Nacional que debía aceptar o rechazar, con los 466 escaños de la “Cámara del Pueblo” (Volkskammer) ya previamente repartidos: 333 de los cuales estaban asignados al comunista SED y a sus organizaciones hermanas de campesinos, mujeres y sectores de la cultura, 67 a la purgada CDU, y 66 al ultra-purgado LDPD. Así funcionaba el sistema, en las elecciones de 1950, por ejemplo, el 99,71 % de los alemanes del este “votaron” a favor de esa lista y solo el 0,29 % voto en contra
Saludos.
Re: El Muro de Berlín: 32 años del ANIVERSARIO de su CAÍDA
Que bonita era la RDA pero vista de lejos
Los que no saben llorar con todo su corazón, tampoco saben reír
Quien destruye un alma destruye un mundo entero. Y quien salva una vida, salva un mundo entero.
No uses la conducta de un loco como un precedente.
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