El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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Atila
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Re: El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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Video hecho poco antes de la profanación de la tumba de Franco:

Ley de memoria histórica y democrática del PSOE. FORJA 051. (Video de 47 minutos de "Fortunata y Jacinta")

https://www.youtube.com/watch?v=fx3a6a7R5EE
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Re: El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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España en manos de los usurpadores. Por Juan Dávila-García.

https://www.elcorreodemadrid.com/nacion ... dores.html
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Re: El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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Éxito en la firma de ejemplares del libro de Fernando Paz, Javier García Isac y Álvaro Romero: "Franco en el Banquillo". La defensa toma la palabra.

Fotoo y texto (corto) en:

https://www.elcorreodemadrid.com/libros ... uillo.html
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Miguel O
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Re: El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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Re: El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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Efectivamente el PSOE es un partido criminal, como bien ha dicho Santiago Abascal (tercera parte). Por Tomás García Madrid.

Interesante lectura.

https://www.elcorreodemadrid.com/histor ... adrid.html
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Edison
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Re: El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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Ernesto Dolado, abad del Valle, y Clemente Serna, abad de Silos, intentaron exhumar a Franco en los 90
Y aquí está la madre del cordero:
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Atila
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Re: El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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Sanchez (Pedro) se queda en blanco y bloqueado sin saber que responder a esta pregunta.

El líder del PSOE vuelve a presumir en directo de la "exhumación" (profanación) y traslado de los restos de Franco pero tarda en responder y no aclara nada cuando le preguntan por esto otro.

https://www.esdiario.com/358968572/Sanc ... gunta.html

Las comillas y paréntesis son mios.
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Re: El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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España: la mentira posmoderna como hoja de ruta para acabar con el Valle de los Caídos.

Franco libró a España de convertirse en un satélite de la Unión Soviética, de someterse al yugo del comunismo.

Por Ángel Manuel García Carmona.

El pasado jueves día 24 de octubre el Frente Popular contemporáneo consiguió completar una de las tareas pendientes, dentro de la hoja de ruta de la mal llamada «memoria histórica» (proceso de revisionismo que por medio de la censura, la intimidación y la ingeniería social, pretende blanquear a las izquierdas).

La administración gobernada por el socialista Pedro Sánchez incurrió en lo que se ha de considerar como una profanación de cadáveres en toda regla (una inmoralidad aberrante para cualquier católico y enemigo del materialismo, independientemente de quien sea el afectado).
Por medio de un espectáculo propagandístico, cuya principal baza fue la radiotelevisión estatal española (nadie niega la colaboración «informativa» de otros medios izquierdistas del mainstream), que abonamos todos los sufridos contribuyentes españoles, se profanó el cadáver de Francisco Franco.
Con las excusas de la «dictadura» y el hecho del fallo favorable del Tribunal Supremo (coincidió con la precampaña electoral a propósito; y la separación de poderes es aquí prácticamente inexistente), se sacaron los restos del general de la Basílica del Valle de los Caídos, ubicada en la provincia de Madrid.

Este es un espectáculo que supone una plena falta de respeto a los muertos (precedido de una invasión en toda regla a la propiedad de la Iglesia, al restringirse los accesos a la Basílica ubicada en el Monte Abantos y alterarse parte de su actividad rutinaria, por mera decisión del «poder ejecutivo»).
Rencorosos por haber perdido en la Cruzada del 36
No cabe el mayor género de duda del ansia por ganar una guerra perdida en su momento (bueno, en realidad, fueron derrotados en una Cruzada de Liberación en la que la implicación de los requetés, buena parte de ellos navarros, fue trascendental).

Si bien Francisco Franco practicó cierto asistencialismo político (por ejemplo, estableciendo «pagas extraordinarias» y desarrollando el entramado centralista-bismarckiano de la Seguridad Social), durante su periodo, España experimentó un gran crecimiento económico y la presión fiscal era mucho más liviana.
De hecho, la victoria del bando nacional fue trascendental. Podemos decir que Franco libró a España de convertirse en un satélite de la Unión Soviética, de someterse al yugo del comunismo. Esto supuso incluso un beneficio para el resto del área mediterránea, que, en parte, baña nuestro territorio ibérico.

Con sus aciertos y sus errores, Francisco Franco reivindicaba la catolicidad de España, algo sin lo cual no se podría entender ninguna cuestión relacionada con esa gran empresa social, cultural, moral, histórica y de tradición que hemos de conocer como Hispanidad.
Así que no se extrañen de nada cuando afirmemos (lo digo de nuevo) cuestiones de catolicidad hispánica. De hecho, a todo este cuento, lo que viene a preocuparles en mayor medida es la existencia de simbología católica (recordemos que el laicismo es un principio frentepopulista).
Se pretende acabar derribando la cruz de la cima del Monte Abantos

El símbolo más característico del Valle de los Caídos es la cruz de su basílica, que está en la cima del Monte Abantos y tiene unos ciento cincuenta metros de altura (viene a ser una de las más destacadas, arquitectónica y visualmente, junto a la figura del Cristo del Otero de Palencia, una pequeña urbe castellana).
Y sabido es que toda simbología católica es algo a erosionar para las hordas izquerdistas (recordemos con qué partidos políticos han guardado mayor relación los ataques a la libertad religiosa a lo largo de las sucesivas décadas, de los tiempos).

No obstante, nada de esto es especulación de una mera persona que se preocupa por la cristianofobia imperante. Si bien, en tiempos, Unidas Podemos, principal socio del gobierno de Pedro Sánchez, le planteaba la consideración de la destrucción de la basílica, ya indagan sobre ello en RTVE.
En uno de los programas que presenta el exministro de Cultura Máximo Huerta, se invitó a una docente universitaria izquierdista para abordar un informe en el que se plantea la demolición de la Basílica. Mientras, «expertos» afines a la causa «progre» debaten ya sobre el futuro de la misma, según informa el diario EL PAÍS.
Eso sí, si aprovecharan el terreno, sería, precisamente, para establecer un memoria basado en la versión de la historia que las hordas izquierdistas pretenden oficializar (incluso, según planean, proponiendo reformas legales que persigan penalmente a quienes les den la razón respecto a la Cruzada y la II República).

A su vez, cabe destacar que insinúan ya desde Moncloa una profanación sutil de José Antonio Primo de Rivera, fundador del movimiento falangista y otra víctima más de las hordas marxistas durante la oficialmente llamada Guerra Civil (le acusaban de conspiración contra el régimen republicano del 31).
Intolerancia religiosa (cristianófoba) en toda regla
Concluyendo, igual que la Desmemoria Histórica puede servir para que no se conozca la verdad sobre la atrocidad de persecución religiosa de la izquierda (recordemos la masacre de Paracuellos y las quemas de conventos e iglesias), se busca profanar cadáveres de nuevo y acabar con lugares de culto católico.


Ángel Manuel García Carmona es editor de Ahora Información e ingeniero de software.

https://es.panampost.com/editor/2019/11 ... os-caidos/
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Miguel O
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Re: El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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Más que Atila pareces Alita

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Re: El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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Con flores a Stalin.

La madrileña Puerta de Alcalá durante la Guerra Civil. (Foto en el enlace)

José Manjón 04 de noviembre de 2019.

Un fantasma recorre España, es el espectro errante de Francisco Franco, resucitado de entre los muertos por el doctor Sánchez, que de economía no sabe demasiado, pero que parece bastante ducho en vudú. Por esa influencia de ultratumba, cada vez cobra más forma el contenido de la nueva Ley de Memoria «Histórica», en la que las penas por defender una visión del franquismo diferente de la de los comunistas se condenará con cuatro años de cárcel, todo tipo de inhabilitaciones y un centón de medidas represivas bastante exageradas y evidentemente anticonstitucionales.
Sin embargo, esa intención del legislador presenta una serie de inconvenientes y contradicciones verdaderamente larga, incluso desde el punto de vista de los leninistas de misa diaria que redactan este ukase para el gobierno del doctor Sánchez.
El primero es que ataca a un enemigo imposible, quiero decir: ya no hay franquismo y los franquistas vivos suman más de ochenta años, salvo escasas y pintorescas excepciones. El Régimen se extinguió pacíficamente en 1976-1977 y todos los que vivieron aquella época sabían que era irrepetible por su excepcionalidad y su personalísimo concepto del poder. No puede haber franquismo sin el ingrediente principal: Franco. Igual que no podemos hacer huevos fritos sin huevos. El franquismo nunca podrá volver. No hay el menor peligro de una restauración del antiguo régimen; para empezar, porque sus propios servidores se dieron toda la prisa del mundo en desmontarlo. Además, si lo hubiera de verdad, estos feroces antifranquistas sobrevenidos serían mucho más discretos con sus leyes draconianas. De 1975 hasta 1985, cuando ese riesgo era teóricamente posible pero nada probable, guardaron estos audaces enemigos del tirano un precavido silencio. Y sólo en 2019 se han atrevido a profanar la huesa del Generalísimo.
El segundo se refiere a esa amenaza de empapelar a cualquiera que «hable bien» de Franco de manera directa o mediante insinuaciones. Esto no es tan sencillo como parece. Pongamos un ejemplo de manual, la proposición «Franco ganó la guerra». Esta frase puede aparecer en cualquier escrito de un historiador del Régimen (el de ahora, el progre) y no sería raro encontrarla hasta en francófobos tan enragés como Ángel Viñas. Bueno, pues afirmar tal aserción puede ser para un fiscal concienzudo una velada apología del franquismo: si uno gana una guerra es porque ha sido más valiente, más listo, más adaptable a las circunstancias, mejor administrador, más capaz, más afortunado y más fuerte que su enemigo. Al escribir: «Franco ganó la guerra» estamos exaltando disimuladamente el franquismo, según puede colegirse de la severidad de esta ley con la que nos amenaza el soviet de la Memoria «Histórica». ¿Y qué sucederá si el imprudente investigador exhibe los datos macroeconómicos del período 1960-1975? ¿Y si revela el número de familias que accedieron al estatus de la clase media? ¿O el de judíos que se libraron de la Shoah gracias a los diplomáticos del Régimen? ¿Quién nos dice que tras esas cifras se esconde la voluntad aviesa de un conspirador criptofranquista? Como puede ver el lector, no le va a faltar el trabajo a la Inquisición progre ni el miedo al historiador de este período.
Se pueden crear abundantes empleos en una nueva rama del negociado de la memoria: la censura.
Además, se da un tercer factor que puede crear abundantes empleos en una nueva rama del negociado de la memoria: la censura. La imagen de la España de Franco que se pretende imponer por los historiadores del Régimen es la de un país en grisalla, con campos de concentración, hambre, piojos, fusilamientos y maquis; donde un pueblo oprimido y deprimido tascaba el freno mientras esperaba heroicamente en su mesa camilla el deceso del tirano. Es decir, deben desaparecer del imaginario público todas las evidencias que desmientan la realidad que nos están fabricando ad hoc para nuestra edificación moral, desde la medalla de oro de Paquito Fernández Ochoa hasta las películas de Alfredo Landa, Manolo Gomez Bur y Gracita Morales, sin olvidar las de Paco Martínez Soria y las de Berlanga y Bardem. Y las revistas de Celia Gámez, las Copas de Europa del Real Madrid, el seiscientos, el televisor, la rumba, Benidorm, las suecas, Ava Gardner, los Pekenikes, Jaime de Mora y Aragón, Rosa Morena, las vacaciones en la playa y aquella paga extra del 18 de Julio con la que el Nosferatu de El Pardo aplacaba las rugientes iras populares, tan sonoras y vibrantes. La España de Franco era un país ceniciento y triste, donde la única diversión era la misa del domingo. Lola Flores nunca existió, ni tampoco Pérez Prado, Mortadelo y Filemón, Bobby Deglané, Las Hermanas Gilda, Carmen Sevilla, Fórmula V, Zipi y Zape, Peret, La Codorniz, Tip y Coll, el escote de Rocío Jurado ni los programas de Chicho Ibáñez Serrador, desde Historias para no dormir hasta el Un, dos, tres. La tarea de borrar ese tiempo pretérito se presenta inacabable. Es lo malo del pasado, que no se puede plegar a los deseos de los bolcheviques porque ya pasó. Sólo cabe borrarlo o «resignificarlo» (eufemismo de «manipularlo».)
Es lo malo del pasado, que no se puede plegar a los deseos de los bolcheviques porque ya pasó.
Pero el problema es más grave en el campo cultural. El franquismo fue un «páramo» en el que nada podía crecer ni prosperar, un yermo de las almas y de las mentes en el que se fusilaba o encarcelaba a los poetas y los escritores. ¿Qué hacemos entonces con Manuel Machado, Eugenio D’Ors, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Leopoldo Panero (padre), Luis Felipe Vivanco, Luis Rosales, Rafael García Serrano, Enrique Jardiel Poncela, Miguel Mihura, Agustín de Foxá, Camilo José Cela, Josep Pla, José Gutiérrez Solana, García Nieto, Dalí, Ignacio Zuloaga, Joaquín Turina, Edgar Neville, Jacinto Benavente, Wenceslao Fernández Flórez, Azorín, Giménez Caballero y tantos otros? ¿Requisamos sus libros, sus cuadros y sus partituras y los quemamos? Si en el franquismo no hubo la menor expresión cultural, estos personajes deben desaparecer de los registros, incluso del ISBN. Deben darse por «no existidos». No sería nada nuevo: Trotski desapareció de igual manera de la memoria soviética.
Y queda, además, la cuestión de los homenajes. Francisco Franco no fue sólo un general frío, bajito y astuto que gobernó España durante cuarenta años frente a la oposición de todo el mundo y la resistencia incansable de sus habitantes. Además, es la hipóstasis en cuerpo de gallego mortal del Mal Absoluto, así, con mayúsculas. Si la oposición y resistencia al Mal es un deber, nos encontramos que el mayor enemigo del Mal, su opuesto, y por lo tanto la encarnación del Bien Absoluto, fue José Stalin. No tuvo el Generalísimo un enemigo más constante e incansable que el Vodzh, el caudillo georgiano de la URSS. ¿Quién apoyó a la República e impidió que se desplomara en 1936? Stalin. ¿Quién amparó y armó a los maquis? Stalin. ¿Contra quién envió Franco la División Azul? Contra Stalin. Si somos coherentes en nuestro radical antifranquismo, si dedicamos calles a los etarras y hacemos hijos predilectos de nuestras ciudades a Santiago Carrillo y a la Pasionaria, es injusto que no homenajeemos al hombre que envió las Brigadas Internacionales, que derrotó al fascismo en 1945, que proporcionó armas y bagajes a los gobiernos republicanos y que siempre inspiró a nuestros chekistas culturales, desde la Nelken hasta Alberti: José Stalin.
La aplicación justa y equilibrada del espíritu de la Ley de Memoria Histórica exige que haya en nuestro país avenidas del Mariscal Stalin
La aplicación justa y equilibrada del espíritu de la Ley de Memoria Histórica exige que haya en nuestro país avenidas del Mariscal Stalin, plazas del Camarada Stalin, premios Stalin de las artes y de las letras, barcos de la Armada con el nombre del Padre de los Pueblos, estatuas, cenotafios, clípeos, arcos del triunfo, columnas votivas, bajorrelieves, festivales, teatros, orfeones, jardines de infancia, paritorios, hospitales y hasta ciudades. ¿Por qué no llamar Puerto Stalin a Gijón? ¿A Dos Hermanas, Villa Stalin? ¿A Barcelona, Stalinburgo? Poca cosa sería ésa, teniendo en cuenta quién fue el espíritu que animó la resistencia contra el franquismo durante la Guerra Civil y los tiempos más oprobiosos de la Dictadura.

Estoy seguro de que llegará ese tiempo de reparación y de justicia, cuando Sánchez y la Calvo y la Delgado vayan de la mano con flores para Stalin, «que padre nuestro es». El espíritu y la letra de las leyes de la memoria «democrática» lo exigen.

https://elmanifiesto.com/nacion/3859505 ... talin.html
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Atila
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Re: El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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La represión.

Por don Fernando Vizcaíno Casas.

He aquí otro de los grandes tabúes, otro de los tópicos inevitables en esta escalada de desprestigio contra el franquismo, a la que estamos asistiendo. Efectivamente, en la retaguardia llamada nacional se cometieron tropelías y asesinatos. Pero ¿por qué se olvida totalmente lo que ocurrió en la roja? Ahí está la Causa General, incontestada en su alucinante acusación de crímenes y desmanes. Me resulta especialmente triste tener que entrar en polémica sobre algo tan sagrado como las vidas humanas. Es más; lo encuentro vergonzoso. Pero no hay más remedio que efectuar algunas precisiones, para salir al paso de los infundíos, de las manipulaciones, de las parcialidades con las que, de unos años a esta parte, se cuenta en el papel impreso aquel lamentable aspecto de la guerra civil.
Insisto: me repugna meterme en una especie de estadística de horrores. Pero quienes se empeñan en resaltar únicamente los de un bando, obligan a hacerlo. Ya se que se me dirá: antes nos contaban que los rojos eran los únicos que habían asesinado a sangre fría. Evidentemente, se trataba de otra mentira intolerable. Pero ¿por qué se cae en la misma falacia, ahora con el signo contrario? Salvando las distancias, ocurre con esto como con la fiebre actual de cambiar los nombres de las calles. Fue una estupidez del anterior régimen, en muchos casos. Mas hete aquí que, los mismos que tan acremente la criticaron, inciden ahora en el mismo ridículo error.

Reconozcamos, humildemente, avergonzadamente, que en las dos zonas se cometieron asesinatos intolerables. Pero sin desmentir la verdad histórica. y ésta nos demuestra que en la zona republicana estos actos vandálico s fueron muchos más y duraron mucho más tiempo. Lo cual no intenta paliar la gravedad de los que se llevaron a cabo por los franquistas; pero restablece la mayor culpabilidad de los cometidos bajo la pasividad o la indiferencia del llamado por muchos Gobierno legítimo de la República. No es honesto pretender olvidarlo, a estas alturas.

Ni tampoco, hurtar al conocimiento de las jóvenes generaciones la existencia de las checas, abundantes en Madrid, en Barcelona, en Valencia, en todas las poblaciones sometidas a ese mismo Gobierno republicano, cuyo funcionamiento duró hasta el mismo final de la guerra y en las que tan espantosas torturas se prodigaron. Claro es que existe hoy como una conjura para encubrir todas las atrocidades que se cometieron entonces en nombre de la Libertad y de la Democracia. Quizá por ello, cuando se ha estrenado en España el viejo filme ¿Por quién doblan las campanas?, que neciamente estuvo prohibido por la censura franquista, se ha suprimido la mejor secuencia: aquella que corresponde al capítulo, también mejor, de la mediocre novela de Hemingway. El que relata el masivo asesinato, en un pueblo serrano, de los vecinos de derechas, que son despeña- dos entre el alborozo de las milicias marxistas. Lo que demuestra que, con unos o con otros, aquí siempre se trata de engañar al ciudadano, hurtándole la realidad cabal de las cosas.

En cuanto a la represión de la posguerra no cabe (obviamente) establecer comparaciones. Pero sí destacar la exagerada cuantificación que de sus consecuencias se está haciendo. Resulta que El Campesino (otro incalificable personaje marxista) se suelta el pelo en unas declaraciones y dice que Franco mandó asesinar después de la guerra a más de un millón de españoles. Yeso se publica y nadie lo desmiente ni llama mentiroso a Valentín González, cuya biografía no le faculta, ciertamente, para erigirse en acusador de nadie. Claro que todavía resultó más grotesca la demencial afirmación hecha, en verso y todo, en el poema (?) «Los cinco dados», incluido en el Cancionero Popular editado en Italia en 1969, donde se escupían estas estrofas: Maldito, que en treinta años has matado / SEIS MILLONES de nobles compatriotas. El panfleto, naturalmente, fue secuestrado aquí por el Ministerio de Información y Turismo. Y algunos se escandalizaron por ello! .

También éste es un tema definitivamente aclarado por los historiadores. Las víctimas de la guerra civil fueron entre 270.000 Y 340.000, en ambos bandos y contando en ellas tanto a los muertos en combate como a la población civil y a los represaliados, asimismo, en las dos zonas.(Según Salas Larrazábal, en un estudio publicado en ABC en julio de 1.974.) En cuanto a los presos del franquismo, la cifra máxima de la población penal durante la posguerra alcanzó 270.719 personas en enero de 1.940 y en ella se engloban tanto los comunes como los políticos. (Datos de Ricardo de la Cierva, en Francisco Franco, un siglo de España, Edit. Nacional, 1.972). Pero en años inmediatos descendió grandemente por los sucesivos indultos y amnistías.

Tampoco intento minimizar el alcance de la represión que siguió al final de la guerra. Pero también considero imprescindible efectuar dos consideraciones. Una: que el fenómeno no es exclusivamente español. En Francia o en Italia, por ejemplo, la represión contra los colaboracionistas, al término de la segunda guerra mundial, fue feroz e implacable y muy superior, en cifras absolutas y aun relativas, a la de España. Que después de una guerra, los odios se desatan y las cuentas se liquidan, con lamentable olvido de la generosidad y aun de la justicia, es un hecho históricamente repetido. ¿Habrá que recordar la monstruosidad aparentemente legalizada del proceso de Nuremberg? ¿O los increíbles casos de Philippe Pétain y de Rudolf Hess, encarcelados de por vida, con olvido absoluto de todas las razones humanas y jurídicas? y una última y nada despreciable consideración. A la vista de lo que está sucediendo, de la violenta reacción que (cuarenta años después de terminada la guerra civil y, por tanto, sin posibilidad de aducir razones emocionales cercanas) se ha producido por parte de los vencidos contra los vencedores, ¿no resulta perfectamente lícito imaginar que, de haber cambiado el signo de los triunfadores, el1 de abril de 1939, la conducta de unos hubiera sido, en definitiva, igual que fue la de los otros? O quizá, más enconada todavía. Por. desgracia, el rencor, el odio, la insolidaridad, el revanchismo y la envidia no son patrimonio de una sola clase de españoles.

En un debate sobre Libertad de expresión patrocinado por las Juventudes Socialistas de Madrid, con la colaboración del Ayuntamiento, el subdirector del diario El País, José Luis Martín Prieto, planteó el interrogante de si fue un acierto o un error histórico el no proceder, con el advenimiento de la democracia, a una depuración política. (Referencia en El País, 20-V-80.) O sea, que los mismos que tanto se duelen de la depuración realizada por el franquismo, después de una victoria bélica, aceptan la posibilidad de haberla impuesto como consecuencia de la llamada transición pacífica.

Fernando Vizcaino Casas murió el 2 de noviembre de 2003. El texto es igual de actual y válido (aunque yo no esté de acuerdo al 100%)
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Dolor ante una profanación legalizada, por Luis Felipe Utrera-Molina.

04 de noviembre de 2019 por Redacción FNFF.

He querido serenar mi ánimo para expresar el sentimiento de dolor que me produjo ser testigo de la profanación legalizada de la sepultura de Francisco Franco. Y utilizo el término profanación porque nadie que presenciara lo que aconteció puede calificarlo de otro modo, por mucho que estuviera amparada por una disposición legal y bendecida por los Tribunales Supremo y Constitucional.
Sigo estremecido por el infernal ruido de las radiales, los secos golpes de las mazas y el ruido de cadenas, que el eco de aquél gigantesco templo convertía en estruendoso sacrilegio. Retengo en mis retinas las lágrimas de algunos de sus nietos, lágrimas de dolor y de impotencia que hice mías y la tristeza infinita en la mirada perdida de un dignísimo Prior al que le acaban de negar la compañía de sus monjes en tan infame jornada. Mientras escuchaba los compases de tan macabra melodía, dirigí la mirada al magnífico Crucificado de Beobide recordando las palabras del Prior: para alcanzar la resurrección hay que pasar antes por la Cruz. Sentí pena y dolor.



Dolor como católico, por una jerarquía eclesiástica que ha dado un triste ejemplo de sumisión al poder e ingratitud hacia quien tantos servicios le prestó en vida. De falta de caridad, abandonando a una familia cristiana que luchaba unida e inerme contra lo que consideraba una infame profanación, solo amparada por una Comunidad Benedictina que ha defendido, en solitario y con enorme dignidad, la inviolabilidad de los lugares de culto, verdadero pilar de la libertad religiosa, que ha quedado hecha jirones, al arbitrio del poder establecido. Resulta difícil entender cómo la Iglesia-institución ha consentido la violación por el Estado, entre otros, del Canon 1210 del Código de Derecho Canónico: «En un lugar sagrado solo puede admitirse aquello que favorece el ejercicio y el fomento del culto, de la piedad y de la religión, y se prohíbe lo que no esté en consonancia con la santidad del lugar» y del Canon 1213: «La autoridad eclesiástica ejerce libremente sus poderes y funciones en los lugares sagrados». Grave es su complicidad con una profanación, pero más aún, si cabe, no defender con claridad el derecho de una familia a enterrar a su abuelo en el lugar cedido por la propia Iglesia a cambio de una generosa donación.
Dolor como jurista, porque resulta difícil asumir que el Tribunal Supremo haya podido, de forma unánime, dictar una resolución netamente positivista que hace saltar por los aires los resortes de la seguridad jurídica; que con indisimulada hostilidad a los recurrentes ha acompasado el ritmo de un meteórico procedimiento a los intereses electoralistas del gobierno y ha ido más allá del contenido de los Acuerdos recurridos, alterándolos para remover el obstáculo principal que podía impedir la exhumación, que no era otro que la necesidad de contar con la preceptiva autorización eclesiástica para acceder al lugar sagrado. Llegó a declarar –en una pirueta jurídicamente sonrojante– que ésta ya no era necesaria por haber decaído las razones de la negativa anterior, es decir, convirtiendo el no rotundo del Prior en un sí sin mayor explicación. Y, finalmente, asumió una insólita posición activa en la ejecución de los acuerdos, rebasando los límites de la jurisdicción.



Dolor como ser humano. La profanación de los sepulcros, la falta del debido respeto a los muertos es hecho infamante que siempre repugnó al espíritu humano. En el Imperio Romano se castigaba con la pena capital la profanación de sepulcros, y también en las Partidas del Rey Alfonso X el Sabio: «Maldad conoscida fazen aquellos que quebrantan los sepulchros, e desotierran los muertos, por fazer deshonrra a sus parientes, (...), que qualquier que lo fiziesse a sabiendas maliciosamente, que ouiessen demanda contra el, los parientes del muerto, también los que fuessen herederos, como los que non lo fuessen...»
Y finalmente, pena y dolor como español. Porque no es lícito mirar al tendido cuando desde el Gobierno se legisla para imponer un relato mendaz de nuestra historia. Decía Albert Camus que la libertad consiste, en primer lugar en no mentir y que allí donde triunfa la mentira se anuncia la tiranía. La inicua legislación de «memoria histórica» tiene un claro propósito liberticida que institucionaliza la mentira, para volver a enfrentar a los españoles ofendiendo a aquella España que no se resignó a morir y en la que fueron salvajemente asesinados más de 10.000 religiosos y seglares por su fe. No menor es la responsabilidad del PP, que no solo mantuvo intacta dicha normativa, sino que colaboró activamente con la profanación legalizada, primero a través de la Comunidad de Madrid, que, saltándose su propia normativa, dio el plácet a una exhumación sin la preceptiva autorización sanitaria pese a tratarse de un cadáver embalsamado y después, desde Génova 13, dando instrucciones al abogado encargado de preparar recurso de inconstitucionalidad contra el Real Decreto Ley de Exhumación de no interponerlo el día antes de que venciera el plazo.
Algunos dirán que mi dolor es el propio de un perdedor y no negaré que lo soy. Pero nuestro ha sido el honor de la pelea y de otros la comodidad del silencio. Se nos ha dicho que contestábamos a la democracia cuando nos limitábamos a ejercer los derechos y libertades que la representan. Seguiremos luchando hasta el final, porque estamos convencidos de que nos asiste la razón y el derecho, sabiendo que, como escribió Borges, a veces la derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce.

FNFF.
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Entrevista. Malgorzata Wolczyk: "Franco es uno de los grandes personajes más maltratado y mutilado por la historia". Por Javier Navascués Pérez.

Entrevista a esta periodista polaca en:

https://www.elcorreodemadrid.com/histor ... rez--.html
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Re: El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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Sánchez promete prohibir la Fundación Francisco Franco, pero las de izquierda las dejará intactas.

Sanchez promete prohibir la Fundación Francisco Franco, pero las de izquierdas las dejará intactas. Fundaciones que tienen tras su ideología millones de asesinatos no entran en el juego electoral de Sanchez. Tales como la Fundación Pablo Iglesias, Federico Engels, Fundación de investigaciones marxistas.

Pedro Sanchez usó anoche a Franco para salir de todos sus atolladeros. Pedro Sanchez está nervioso, porque ve que quizá le quede menos de una semana en la Moncloa.

https://www.elcorreodemadrid.com/nacion ... actas.html
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Re: El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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Tal día como hoy, 6 de noviembre de 1936, comenzaba la matanza de presos políticos en el paraje de Paracuellos del Jarama, a manos de milicianos del Frente Popular, durante la guerra civil.

Resto del texto en:

https://rebelionenlagranja.com/noticias ... s-20191106
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Re: El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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Vox no es santo de devoción de Franco.

Por Edu Morato. Presidente de Pasion por España / Abogado - 23 octubre, 2019.

Vox, eres una estafa para algunos bien intencionados y eres parte del problema (el sistema) y no de la solución.Eso sí, el 24-O, día señalado para La Profanación y la reinhumación, engañarás un poco menos y los traidores que gobiernan España encumbrarán a Franco a la categoría de mito.

Si Franco viviera en este mundo, despreciaría a Vox.Vox no es santo de devoción del Generalísimo Franco.

Para Abascal sólo es un personaje histórico.
Los vínculos de Vox con la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF) a la que reconocemos su entrega y empeño en evitar La Profanación, con mayúsculas, son evidentes.
Entre otros y como más evidentes:
Su presidente, Chicharro, primo de Smith;
Luis Alfonso de Borbón, vinculado con dirigentes de Vox en otras organizaciones;
Su portavoz, Alonso (con una capacidad de trabajo y sacrificio enorme) con su presencia fáctica en Vo
Por éso, no se comprende que de una parte en las redes sociales Vox sea beligerante con la exhumación y de otra, se curse la orden de que dirigentes y cargos públicos no acudan a la reinhumación tras La Profanación.

Sólo cabe deducir esquizofrenia y cobardía en pos de lo «políticamente correcto».
Vox no representa a nadie que sea socialpatriota, que apueste por una superación del sistema. Sólo a la disidencia controlada pepera «más conservadora» (devenidos en voxinómanos) y al arribismo de otros elementos de otros partidos próximos, de sentimiento igualmente globalista, explica la presencia de voxistas de Vox en organizaciones sionistas, neoliberales y masonas.
Y cuando quieren hacer enloquecer a los suyos en Vistalegre, tiran de las posiciones soberanistas de Democracia Nacional y se les llena la boca con la unidad de España, la inmigración legal o la memoria histé(o)ca. Hasta el brindis de los Tercios que utiliza Smith es costumbre que cogió de organizaciones socialpatriotas como Democracia Nacional.

Vox, eres una estafa para algunos bien intencionados y eres parte del problema (el sistema) y no de la solución.Eso sí, el 24-O, día señalado para La Profanación y la reinhumación, engañarás un poco menos y los traidores que gobiernan España encumbrarán a Franco a la categoría de mito (aún cuando no sea gratis y todo se pague).
Y recuerda, Vox, has sido cómplice de una sentencia política, de Perro Sánchez, el traidor profanador al que tanto vilipendias y de una «okupación» ilegal que no has cuestionado, a manos de los sicarios de Sánchez, los ganapanes de la Guardia Civil, pero ante todo, te has retratado, prostituyéndote, una vez más para medrar en el sistema.Cuando te convenzas que esa postura «políticamente correcta» no te librará del desprecio y del escupitajo del resto de organizaciones traidoras a España, como tú, Vox, tal vez ya sea tarde y ya no haya España.

No hay mal que por bien no venga.

https://www.lanuevatribuna.com/2019/10/ ... de-franco/
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Re: El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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La exhumación de una reflexión silenciada: el respeto por la memoria y la figura de Franco, por Pedro de Tena.

07 de noviembre de 2019 por Redacción FNFF.
Francisco José Soler Gil es un filósofo que ha dedicado casi toda su vida a las cuestiones o preguntas que él llama "últimas". Las preguntas últimas se refieren "al origen temporal del universo, o la eternidad de su pasado; a su finitud o infinitud hacia el futuro; a la razón de ser de las leyes de la naturaleza; al origen y el destino del hombre; a su lugar en el conjunto de lo que existe; al por qué de todo esto..."
Por una vez dedicado a una cuestión "penúltima", como es la política, y por consideración hacia sus hijos, fidelidad a su propia memoria y lealtad hacia sus deudos, ha escrito Sobre el respeto a la memoria de Francisco Franco: Carta abierta a mis hijos acerca del olvido, la "memoria histórica" y la reconciliación, un libro que ha editado él mismo y que ha subido a la plataforma Amazon. Mejor así, porque hubiera sido casi imposible encontrar un editor que afrontara los riesgos de la incorrección política que exhibe.
Es sabido que los verdaderos filósofos, los que aman la sabiduría y la verdad, se atreven a pensar desde los comienzos de las diferentes civilizaciones a veces con duras consecuencias. Desde sus personales perspectivas y con los conocimientos disponibles en sus épocas, se obligan a dar cuenta de una explicación, de una ordenación razonada de la insólita y única, por ahora, experiencia autoconsciente humana con herramientas conceptuales que ayudan a la comprensión que creen conseguir. Soler Gil se ha atrevido a pensar y a decir lo que piensa, algo que debería ser normal en una democracia sana y fértil. Pero no, no es así.
Antes de que la legión de tontos incansables que ya denunciaba Ortega levante los puños gritando "anatema", "blasfemia" o, traducido a nuestros días, "fascista", "franquista", "reaccionario" sin estar dispuestos siquiera a pensar un momento o a examinar los hechos y razonamientos que se exponen, recordaré, porque es pertinente aquí, que yo mismo fui encarcelado, poco después de la muerte de Franco, por el régimen ya agónico que le sucedió.
Estructuras básicas de convivencia
No me gustaban ni me gustan las dictaduras. Tampoco la violencia ni el caos social o el desorden civil. Todos ellos acaban con las libertades y la correspondencia de derechos y deberes que hacen posible la convivencia. Coincido, pues, en lo fundamental con Soler Gil, al que tampoco gustan esos extremos pero que cree, como muchos millones de españoles creyeron, que la sublevación del general Franco estuvo justificada por el peligro de disolución de una nación, por el desprecio que el régimen republicano hizo de la vida y de la ley y por la necesidad de devolver a los ciudadanos unas estructuras básicas de convivencia.
Francisco José Soler es un filósofo que ha dedicado su vida a lo que antes se conocía como Filosofía de la Naturaleza y que ahora podemos llamar Filosofía de la Ciencia, con especial dedicación a las relaciones entre ciencia y Dios, entre los descubrimientos y métodos científicos y las creencias religiosas.
Para los que pueden pensar, o mejor, impensar, que lo de Dios es un tema baladí, antiguo o superado, baste recordar que el mismo Bertrand Russell reconoció en un debate sobre Dios en la BBC – qué medios de comunicación los de aquellos británicos, qué envidia -, con el jesuita Frederick C. Copleston, que Dios era una de las cuestiones esenciales de la filosofía.
Sus cuestiones "últimas"
Soler Gil ha escrito numerosos libros, colaboraciones en libros colectivos y artículos sobre sus cuestiones "últimas". Investigador en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla y miembro del Grupo de Investigación de Filosofía de la Física de la Universidad de Bremen hasta 2017, desde hace años se ha dedicado, de modo singular, a la filosofía de la cosmología.
Una breve semblanza de su trayectoria vital incluye que nació en 1969 y que estudió Física y Filosofía en la Universidad de Granada. En 1998 se incorporó en Alemania, donde reside, al grupo de investigación de Filosofía de la Física, bajo la dirección del catedrático Prof. Dr. Manfred Stöckler hasta su muerte y se doctoró en Filosofía en 2002 por la Universidad de Bremen con la calificación "magna cum laude".

Después se centró en el estudio de la cosmología de Stephen Hawking y continuó sus estudios sobre filosofía de la física cuántica, el concepto del tiempo en la física relativista y en la consideración de los modelos cosmológicos que se disputan hoy la imagen del universo. Pero esta vez ha decidido penetrar en la galaxia política nacional y decir lo que no puede decirse. La exhumación forzosa del cadáver de Franco ha exhumado a su vez un conjunto de reflexiones hasta ahora sumidas en un silencio considerado benéfico para la convivencia.
Una recuperación honorable de la memoria histórica veraz
Nuestros padres no hablaron mucho, en general, con sus hijos de lo que ocurrido en la II República y en la Guerra Civil. Parecía haberse aceptado un pacto no escrito para no hacer más insoportable los recuerdos de una violencia que llegó a romper familias, pueblos, ciudades y la propia nación. Por eso, cuando murió Franco y se dio comienzo a la Transición democrática, se siguió el mismo camino de libertad sin ira sin volver la vista atrás.
Soler lo dice así:
Pero, por otra parte, si había habido dos Españas en guerra, y si cada una de ellas tenía sus recuerdos trágicos, sus relatos, sus agravios, sus lealtades y sus deseos enfrentados, ¿cómo podríamos reconciliarnos de otro modo? Sólo el olvido de todo eso, y la renuncia a nuestra carga histórica de razones de los unos contra los otros podría ayudarnos a cerrar la herida, y restituir la unidad de la sociedad.
Pero aquella buena voluntad fue dinamitada por la operación de la "memoria histórica" puesta en marcha por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero cuyo objetivo – ya es evidente -, no era ni es dotarnos de una memoria histórica veraz, completa y compartida sino relegar al olvido a quienes consideraron justificada la sublevación militar dirigida por Franco contra el desvarío ilegal, antidemocrático, golpista, disgregador y no pocas veces criminal, de muchos de los partidos que terminaron convirtiendo voluntariamente la II República en una guerra civil.
Si antes tal vez fue bueno apostar por el olvido reconciliador, ya no es posible. Es el camino que recorre valientemente en este libro Francisco José Soler Gil. El olvido, tal vez fuera deseable para la reconciliación, pero no fue bueno para el conocimiento de la verdad histórica. Don Julián Besteiro consideraba que en la España republicana se contaba un "himalaya de mentiras" [II] y este "himalaya", que el filósofo socialista atribuía a los comunistas españoles, vuelve hoy a tratar de amontonarse en unas conciencias para las que los hechos apenas tengan valor de verdad.
La versión de los supuestos "memoriosos" históricos es conocida. La II República fue un oasis de democracia, respeto a la ley y proyecto de convivencia social truncado por el golpe clasista y militar del general Franco en julio de 1936. El auxilio de las potencias nazi y fascista y la tibieza de las democracias europeas derivó en la derrota final a la que siguió una sangrienta represión que acabó con las aspiraciones democráticas durante casi 40 años.
La transición democrática impulsada por el rey Juan Carlos, Adolfo Suárez y Santiago Carrillo, sobre todo, no fue más que una maniobra del franquismo para sobrevivir y su Constitución de 1978 no puede considerarse una norma democrática compartida y es preciso, pues, que desde las escuelas, los Institutos y las Universidades se exponga una nueva "historia" oficial donde la reconciliación inicial se convierta en la victoria póstuma de los derrotados en la guerra civil.

Ni que decir tiene cuántos agujeros, y estos sí que son negros y densos, tiene esta versión canónica que se quiere imponer especialmente a los más jóvenes. Por ello, la carta que Francisco Soler Gil escribe a sus hijos es una rebelión por la verdad de parte que representa. Su carta quiere darles a conocer la memoria de los excluidos por esta operación hemipléjica que pretende borrar de la memoria a la media España que no quiso seguir aquel camino incivil de la II República.
Por ello, dice a sus hijos:
¿Por qué he encendido mi ordenador, y he comenzado a escribir en un documento titulado 'Sobre el respeto a la memoria de Francisco Franco'? Lo hago por dos motivos: En primer lugar, porque, de no hacerlo, me temo que ya no está lejos el día en el que pensareis que vuestro padre sentía respeto por un monstruo, y que vuestro bisabuelo combatió por ese monstruo. Y os avergonzareis de mí, y de vuestra familia paterna en general.
Una historia de buenos y malos
El resultado de la operación sectaria emprendida es que "mientras que se pueden dedicar calles, plazas, monumentos y homenajes a las figuras más destacadas de uno de los bandos de nuestra contienda civil, está prohibido hacerlo con las del otro bando, incluso en los lugares en los que la población querría otra cosa. Se han destruido, en aplicación de la ley, todo tipo de placas, símbolos y monumentos de uno de los bandos, al tiempo que se fomenta la multiplicación de placas, símbolos y monumentos conmemorativos del otro. Los libros de texto han sido dirigidos hacia una historia de buenos y malos, no mucho más matizada que la que aprendí en la vieja Enciclopedia Álvarez".

Aun no se ha consumado la subversión de la historia.
Falta, por ejemplo, perseguir legalmente todo lo que pueda ser calificado de «apología del franquismo». Y mucho me temo, hijos míos, que esta misma carta que os estoy escribiendo ahora, podrá ser calificada así... De manera que, quizás antes de lo que pensáis, vais a tener que afrontar la situación de tener un padre delincuente.
Es así, como del olvido tolerante se ha pasado a un intento "de venganza y laminación moral de uno de los bandos por parte de los herederos del otro".
Nada nuevo tal vez. Acaso la tolerancia y las libertades son pequeños paréntesis incrustados entre dominaciones ideológicas sucesivas de inclinaciones totalitarias. O sea, que tal vez añade el autor "la reconciliación a la que creí que nos estábamos acercando en los años ochenta y noventa no habría sido sino un espejismo: el afortunado y fugaz momento libre del tránsito desde la 'formación del espíritu nacional» a la «educación para la ciudadanía'".
Un acto de rebelión
El libro del filósofo Soler Gil es un acto de rebelión, un libro contra la oscuridad que trata de reventar la historia real que fue.
Yo soy el nieto de un combatiente voluntario en el bando nacional, como tantos otros. Y si los nietos de los combatientes aceptáramos, en pro de la paz, la injusticia que supone la condena póstuma a Franco, y al resto de los sublevados, no estaríamos manchando la memoria de personajes históricos remotos, sino la memoria de aquellos en quienes nuestros deudos depositaron su confianza, y por los que lucharon. Y estaríamos, por tanto, dolosamente, convirtiendo en culpables o invisibles a nuestros familiares.
La guerra sucedió por algo y los muertos murieron por algo, en uno y otro bando. Pero hay un bando que "ha dejado que la historia del siglo XX la escriba el sector más revanchista de la izquierda. Y el resultado no ha sido la reconciliación, y el comienzo de una nueva etapa, sino el lastre de un complejo de culpabilidad muy difícil de manejar". Por ello, la derecha en general es la heredera de los "culpables" y "se encuentra inevitablemente en una situación de inferioridad moral con respecto a la izquierda" y no pocas veces trata de renegar de su pasado. Es decir, habrá una parte de España totalmente amnésica y una parte que impone su memoria.
Por ello, Soler Gil, casi heroicamente, exige a las derechas españolas que dejen de jugar en condiciones desiguales y se decidan de una vez a "reivindicar la figura de Franco".
¿En qué consiste el respeto por la figura de Franco?
Lo aclara desde el principio para los vagos y maleantes del espíritu y la propaganda:
¿Significa que hay que declararse enemigos de la democracia, y partidarios de una dictadura? ¿Significa que hay que pedir que vuelva la censura (... que en realidad no se ha ido nunca... o quizás sí se fue por un momento breve, hacia finales de los años ochenta, para volver luego, con nuevos métodos y renovada energía...)? ¿Significa que añoremos un régimen de partido único, o que exijamos el fin las autonomías, y la absolutización de la soberanía nacional española?
No, se responde. "Soy demócrata. Soy europeísta. Soy autonomista. Recelo de la concentración excesiva de poderes, y me agradan en cambio los contrapesos, y los sistemas (que algunos llaman «ineficientes») en los que la acción gubernamental puede ser ralentizada y contrarrestada desde todo un abanico de instancias", desarrolla.
Para Soler Gil, el respeto por la figura de Franco es consecuencia del fracaso de la II República, cuya deslealtad hacia los derechos, creencias y libertades de los españoles hizo posible y necesario el levantamiento militar. De este modo, el respeto por la figura de Franco "consiste, ni más ni menos, que en sostener que fue legítimo, y bueno para España, que se produjera en esos momentos la sublevación militar. Y que fue bueno que Franco ganara la guerra, y dispusiera luego de varias décadas de tutela política sobre el país, hasta el envejecimiento de la generación de los combatientes", sentando las bases económicas y sociales de una clase media que finalmente es la que sustenta la democracia española actual.
Pero no es cosa de todo o nada. Ni todo fue justificable ni todo fue admirable ni todo fue admisible. Sin embargo, quienes respetan la figura y el legado global de Franco deben dejar de callar, deben alterar su destino de españoles tatuados por una culpa asignada por otros que sólo podrán "redimir" aceptando su inferioridad moral y un vasallaje cultural.
Es ahora el momento de exigir el respeto por la figura de Franco, no desde una nueva "memoria histórica" opuesta a la vigente, sino desde la libertad para la investigación de la verdad sin imposiciones ni adoctrinamientos. Y es el momento porque "conforme el tiempo va pasando, las nuevas generaciones van perdiendo el contacto con las fuentes directas de información, que podrían desmentir el relato establecido. Dentro de un par de décadas, estaremos muertos los últimos que escuchamos directamente a los testigos de la época. Y vosotros, y sobre todo vuestros hijos, ya no os sentiréis ligados a los testimonios que nosotros aún escuchamos, y que nos obligan."

Por ello, culmina: "El auténtico estorbo a la reconciliación somos los que aún sabemos lo suficiente de los hechos ocurridos como para aceptar el relato urdido para dar cierre a este episodio histórico. Una vez que nosotros hayamos desaparecido, se habrá culminado la reconciliación", es decir, la imposibilidad de una reconciliación sincera desde la igualdad en la aceptación de hechos y responsabilidades.
Las derechas españolas, de no enarbolar su visión de los hechos, "seguirán suspirando por un reconocimiento y un perdón que nunca van a recibir del todo... Aplaudirán las películas, los conceptos, las banderas y los temas que la izquierda proponga… pero no dejarán de ser los parias de la política española. Y no diré que no lo tienen bien merecido".
Lo dicho. El libro valiente de un filósofo que se ha sentido obligado a pensar en voz alta sobre su experiencia sin complejos desde un afán de reconciliación que o es recíproco y veraz o no será.

Francisco José Soler Gil ha publicado por el momento 8 libros, 4 en castellano, 3 en alemán y 1 en inglés y ha escrito capítulos al menos en otros 6 libros colectivos. Publica habitualmente en prestigiosas revistas de filosofía como Journal for the General Philosophy of Science, Philosophia naturalis, Complex Systems, Theoria, Thémata, etc. Algunos de sus últimos títulos son El universo a debate, Mitología materialista de la ciencia, Lo divino y lo humano en el universo de Stephen Hawking, Aristóteles en el mundo cuántico, 60 preguntas sobre ciencia y fe, entre otros.
[II] Cuenta el socialista Andrés Saborit en su libro sobre Besteiro que el pensamiento íntimo de don Julián, reflejado en unas cuartillas de marzo de 1939, que reproduce, se referían a "ese Himalaya de falsedades que la prensa bolchevique ha depositado en las almas ingenuas…" Por ello, era preciso impedir "el dominio completo de los restos de la España republicana por la política del Comintern (La Internacional Comunista)" y evitar de ese modo que "los habitantes de esta zona hubiesen tenido que sufrir probablemente durante algunos meses, no sólo la prolongación criminal de la guerra, sino el más espantoso terrorismo bolchevique, único medio de mantener tan anormal ficción, contraria evidentemente a los deseos de los ciudadanos".

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Re: El PSOE quiere sacar a Franco del Valle de los Caídos.

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La cuestión más relevante de las elecciones.

6 noviembre, 2019
Publicado en Expansión.

Nadie habla de ello, pero lo que en realidad nos jugamos en estas elecciones es la continuidad del proceso encubierto de cambio de régimen que amenaza con subvertir poco a poco el actual sistema constitucional, acabar con la monarquía, agrietar la unidad nacional que aquélla representa y cercenar nuestras libertades. Este Proceso, con mayúsculas, del que el procesillo catalán es sólo un capítulo, hilvana decisiones aparentemente deslavazadas: el rescate de una ETA moribunda y su blanqueo institucional, la totalitaria ley de Memoria Histórica que quiere imponer una “verdad” oficial sobre la historia de España de 1931 a 1978, la luz verde dada en su día al inconstitucional Estatuto catalán que alimentó la actual rebelión y el reciente desenterramiento de Franco son distintas cabezas de la misma hidra. Zapatero lo inició, Rajoy lo mantuvo por desidia y Sánchez lo acelera.

La presión nacionalista que desde hace décadas socava los cimientos del Estado mediante la violencia o la subversión política es la parte más soez y evidente del Proceso. Más sutil, sin embargo, pero igualmente letal es la deconstrucción histórica que se hace en paralelo. Veamos cómo funciona. El objetivo del Proceso es debilitar los cimientos de nuestra Constitución, que es hija de la Transición. Para desacreditar la Transición, el Proceso necesita demonizar el franquismo del que partió y del que procede nuestra democracia, “de la ley a la ley”, no lo olvidemos. Y para demonizar el franquismo el Proceso necesita imperativamente santificar a la Segunda República, contra la que se alzó Franco. De ahí que el primordial objetivo de la ley de Memoria Histórica sea describir la República como una democracia ejemplar, como un paradisíaco jardín del Edén a pesar de que, tras el pucherazo electoral de las izquierdas en 1936 y el brutal asesinato a cara descubierta del líder de la oposición por parte de la policía del régimen (hecho sin precedentes en la Historia parlamentaria europea), nada tenía de democracia y todo de una violentísima y anárquica “revolución comunista en marcha”, tal y como la describió Winston Churchill.

Como toda mentira, este burdo falseamiento de la historia necesita ser impuesto por la fuerza. Durante décadas la tiranía de lo políticamente correcto fue suficiente para hacer el trabajo sucio, pero se ha ido debilitando por el hartazgo historiográfico y político. Por ello, ahora se pretende imponer la “verdad” oficial por ley y de forma coercitiva llegando el tal Sánchez a proponer multas y cárcel para quienes no defiendan este Himalaya de falsedades (como lo denominó el socialista moderado Julián Besteiro), destruyendo la libertad de expresión, opinión y pensamiento reconocidas en nuestra Constitución. En su novela 1984, George Orwell dibujó un claustrofóbico régimen totalitario en el que un Ministerio de la Verdad se dedicaba a manipular o destruir los documentos históricos para conseguir que las evidencias del pasado coincidieran con la versión oficial de la historia, mientras un Ministerio de la Paz se esforzaba por mantener una contienda de forma indefinida. Esto es exactamente lo que pretende el Proceso.

Ante un pasado traumático (aunque no más que el de otros países), nuestra democracia se cimentó sobre el espíritu de reconciliación de la Transición. Los españoles de 1975 habían luchado en bandos enfrentados pero se habían perdonado y no hacían distinciones maniqueas entre buenos y malos. En definitiva, declararon que el enfrentamiento había prescrito y se negaron tanto a reivindicar la Segunda República como a ocultar la realidad de la dictadura. Contrariamente a lo que repiten los mentecatos, no se trató de olvidar, sino precisamente de no olvidar, para no repetir. Es cierto que en aquella época la hoy incomprensible carencia de libertades políticas, que sorprendentemente importaba relativamente poco a la ciudadanía (como atestiguó Julián Marías), había sido mitigada por el elevado grado de libertad personal del tardofranquismo, del que dieron fe observadores neutrales como el propio Marías o el Premio Nobel Alexander Solzhenitsyn. También es cierto que ayudó al éxito de la Transición la relativa popularidad de la dictadura, gracias a la práctica ausencia de corrupción y, sobre todo, a su innegable éxito económico: de 1950 a 1974 España vivió el mayor progreso económico de su historia, casi sin paro ni deuda pública y pagando la mitad de impuestos que hoy en día. Según el CIS, en 1985 (bajo mayoría absoluta del PSOE) el 70% de los españoles que respondieron a la encuesta creía que el régimen de Franco había sido o claramente “positivo para España” o una etapa “que había tenido cosas buenas y malas”, y tan tarde como 1995 (aún bajo el PSOE), el 30% de los españoles que respondieron pensaba que Franco había sido “uno de los mejores gobernantes que ha tenido España en este siglo”. Pero lo más trascendental de la Transición fue la prudencia compartida por todos. Por ejemplo, Felipe González, desde su inigualada mayoría absoluta de 202 escaños, afirmaba lo siguiente en 1985: “Yo no he tenido nunca afán vindicativo ni rencores. Hay gente que se ha propuesto hacer desaparecer los rastros de 40 años de historia de dictadura: a mí eso me parece inútil y estúpido. Siempre he pensado que si alguien hubiera creído que era un mérito tirar a Franco del caballo tenía que haberlo hecho cuando estaba vivo”. Y terminaba dando su opinión sobre el dictador: “Franco como personaje es muy difícil de juzgar, salvo el juicio negativo de que nos tuvo 40 años sometidos a una dictadura”.
Comparen esta prudencia, mostrada tan sólo diez años después de la muerte del dictador, con el rencor incendiario del Dr. Sánchez (menos inteligente y exitoso que González) casi medio siglo después. En este sentido, lo más relevante del reciente desenterramiento de Franco, realizado ante el disgusto del socialismo moderado y la ya habitual mirada boba de la (no) oposición del PP, tiene poco que ver con el finado, ni tampoco siquiera con la inmoralidad de Sánchez, un radical sin principios aficionado a esa necrofilia que exhibieron algunos milicianos en la Guerra Civil cuando profanaban tumbas católicas con enorme regocijo. Lo relevante del asunto es que se trata de otro golpe de ariete del Proceso para romper el sistema. Añade gravedad, por cierto, la obsequiosa sentencia del Tribunal Supremo, que sanciona la indefensión del ciudadano español, carente de derechos absolutos, frente a la voluntad arbitraria del poder político, y que directa o indirectamente legitima que un gobierno apruebe un decreto-ley ad hoc no extraordinario ni urgente (una evidente ley de caso único escondida bajo un burdo disfraz), cierre discrecionalmente un lugar de culto impidiendo el libre tránsito a sus legítimos custodios, desentierre a un muerto en contra de la voluntad de sus familiares, lo entierre donde éstos no quieren, y se les prohíba poner lo que quieran sobre su ataúd mientras se les trata como si fueran delincuentes. Que este matonismo y este atropello hayan sido bendecidos por el poder judicial con un nihil obstat es un hecho que clavetea un poco más el ataúd de nuestro Estado de Derecho. “Las leyes están para que el poderoso no lo pueda todo”, escribía Ovidio hace dos milenios. No así en España, donde no existe separación de poderes.
Banalizar o silenciar de forma timorata lo que está ocurriendo no es sólo un indicio de escasa libertad de opinión, sino un grave error de juicio. Claro que la España del 2019 tiene otros retos, otras preocupaciones. Claro que estamos hartos de seguir lastrados constantemente por el pasado. Pero ¿sobre qué cimientos construiremos el futuro si no desenmascaramos a quienes hozan complacidos en el fango de la confrontación? Separatismo y revanchismo son aliados para dinamitar, desde la mentira, la libertad, la concordia y la unidad de España. Desde el 2004, elección tras elección, ésta es la cuestión, y no otra.

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Ítem más: Francia reclamó el cadáver de Napoleón veinte años después de su muerte en el exilio para enterrarlo en París, donde aún sigue su mausoleo casi 200 años después. Así se cumplió su última voluntad, manifestada en su testamento: “Deseo que mis cenizas reposen al borde del Sena, en medio de ese pueblo francés al que tanto he amado”. Nadie piensa por ello que Francia eche de menos la dictadura o el imperio o justifique los millones de vidas que costaron las guerras napoleónicas en toda Europa, sino simplemente que respeta su historia.
En su testamento, Franco no dijo dónde quería enterrarse, pero dejó escrito lo siguiente: “Pido perdón a todos, como de todo corazón perdono a cuantos se declararon mis enemigos, sin que yo los tuviera como tales. Creo y deseo no haber tenido otros que aquellos que lo fueron de España, a la que amo hasta el último momento (…). No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España (…) y mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la patria”. Y Azaña, Presidente de la República durante la guerra civil, también dejó escrito: “Paz, piedad y perdón”. ¿Tan difícil es de entender?

Fernando del Pino Calvo-Sotelo.

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La izquierda española de antes y de ahora justifica sus crímenes pasados en función del pensamiento ideológico del asesinado. Por Javier García Isac.

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