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Libre de peajes, por el pacto
Jordi Xuclà 04/04/2021 | 12:01
Esta semana el Consejo de Ministros ha aprobado los contratos de conservación de las actuales autopistas AP-2 y AP-7, el peaje de las cuales quedará liberado el 31 de agosto de este año. Alguien dirá que era el final natural de los contratos de concesión y explotación. Cualquier persona con un poco de memoria recuerda las diversas prórrogas que han vivido los finales de varios peajes. Esta es una noticia realmente importante y ahora ya del todo confirmada. Cataluña libre de peajes, pintaron muchos, y algunos incluso hicieron insumisión y se saltaron los peajes y levantaron barreras. Dos de estas personas, como mínimo, actualmente ocupan escaños parlamentarios. Pero este final radical de los peajes tiene mucho más que ver con el pacto político que con el efectismo llamativo y poco trabajado que hoy ocupa parte del ruido de la política.
Vayamos por partes. Penúltima semana de mayo de 2018, viernes. Se hace pública la sentencia del caso Gürtel. En cuestión de horas el PSOE debe decidir si presenta una moción de censura. Pedro Sánchez tiene conocimiento de la noticia saliendo de una entrevista en la cadena SER. Llama a su portavoz parlamentaria, la magistrada Margarita Robles, y le pide que se haga con la sentencia y le pueda dar una opinión sobre la gravedad de las penas. El mismo viernes ya entrada la mañana se reúne el núcleo dirigente de los socialistas y escuchan de la boca de la magistrada que es una sentencia muy dura que por primera vez condena un partido político a título lucrativo. Varios miembros de la mesa dicen que se presentará una moción de censura de resultado incierto o más bien inviable en ese momento.
El candidato sería Pedro Sánchez, que ni es diputado en ese momento después de haber renunciado al escaño en otoño de 2016 para no tener que votar abstención y facilitar la investidura de Mariano Rajoy. El secretario general ha vuelto a ganar las primarias del PSOE contra Susana Díez a la que ha apoyado toda la plana mayor del socialismo del pasado. Sabe que su poder no está consolidado y que los oponentes internos están a la espera de su primer fiasco electoral para pedir su cabeza.
Encargan a Rafael Simancas un trabajo delicado: recoger las firmas de los diputados socialistas durante la noche del domingo al lunes para registrar la moción a las 9 de la mañana del lunes, cuando se abre el registro del Congreso, para dejar sin margen a los contrarios a la dirección socialista. Nervios hasta el último momento de que algún diputado se niegue a firmar la moción. La moción es registrada. Después convoca un Comité para presentar los hechos consumados de la moción registrada y la tarde del lunes el Comité Federal también para validar la decisión tomada.
Sólo el lunes a las seis de la tarde el candidato Sánchez comienza a llamar a los líderes de los diferentes partidos políticos para proponer negociar la moción de censura. La llamada también llega a la secretaría general del Partido Demócrata, que se mantiene en la cocina de la negociación (con una intensidad determinante) pero que delega en los diputados Carles Campuzano y en mí mismo la negociación de los ocho votos. El lunes hacemos un primer contacto telefónico de cortesía pero nos emplazamos para negociar el martes.
Ese día el presidente Mariano Rajoy comete un grave error que seguramente fue clave en la victoria de la moción de censura: pide a su amiga Ana Pastor que convoque el pleno de la moción de censura para ese mismo jueves, con toda la prisa por intentar hacer imposible que cuaje una mayoría absoluta alternativa que haga ganar la moción. El equipo negociador socialista lo conforman José Luís Ábalos, secretario de organización, y Santos Cerdán, miembro de la ejecutiva socialista y hombre de toda confianza de Ábalos. Nos reunimos el martes en las dependencias del Congreso y les trasladamos que para nosotros la predisposición es alta pero que dentro del grupo tenemos personas que se oponen. El pasado sábado en el Consejo Nacional del partido Josep Lluís Cleries hace un discurso encendido en contra de votar la moción de censura que tiene el sello y el encargo evidente del hombre de Waterloo. El argumento es aquel de «PP y PSOE son lo mismo y para nuestros intereses nos conviene más un gobierno del PP que crea más tensión».
Continuamos negociando, nada es seguro porque el PNV está muy incómodo. En la mesa de negociación veo que es la hora de poder llevar a buen puerto lo que han sido reclamaciones históricas de años de vida parlamentaria. El miércoles nos volvemos a reunir en un hotel discreto y recóndito, el NH Calderón, junto al antiguo estadio del Atlético de Madrid. Allí ya planteo que en público el apoyo será «a cambio de nada» pero que tenemos que hacer un listado de compromisos de inversiones en obras públicas y políticas sectoriales que quedará entre nosotros.
Llamo a Pere Macias, ya fuera de la política, y le pido ayuda. Me aconseja que no pida lo que «ya caerá como fruta madura» sino lo que puede ser más discutido. Me dice por teléfono obras en cada una de las demarcaciones catalanas. Escribo yo mismo en el ordenador el documento. Aquellas horas los cuellos y las miradas de algunos giraban hacia los recelos de Waterloo. El apoyo debía ser «a cambio de nada» porque sino los francotiradores hiperventilados habrían acusado a los de negociadores del «pájaro en mano». Queda claro que el tramo de la N-II Caldes de Malavella-Maçanet se desdoblará con la máxima celeridad y que los peajes de las autopistas finalizarán el 31 de agosto de 2021 sin más prórrogas a pesar de las muchas presiones que recibirán de las empresas concesionarias. Está escrito en el documento que yo mismo envío por WhatsApp al candidato a presidente y en la libreta donde Santos Cerdán recogía todos los acuerdos con los diferentes partidos políticos. Y muchos más acuerdos que habrían podido desplegar si la legislatura hubiera durado más, si el resentimiento de Waterloo no hubiera tenido las tornas con la enmienda a la totalidad a los presupuestos de 2019 para hacer caer el gobierno y convocar elecciones.
Ese miércoles tuvimos videoconferencia con el hombre de Waterloo, en aquellos momentos en Alemania. La noche anterior había recibido una llamada de Pablo Iglesias diciéndole que el apoyo del PNV era ya una realidad. Iglesias nos hizo el favor de hacer la llamada y jugar de farol porque el PNV no decidió nada hasta el jueves a mediodía. Éramos cuatro en el despacho del Congreso y el hombre de Waterloo que nos intentó convencer de que era mejor mantener el PP en el poder. Le quedaban pocos argumentos y la llamada cómplice de Iglesias le había dejado con poco margen de maniobra.
Esta semana se ha honrado aquel pacto de 2018. Ábalos se convirtió en Ministro de Transportes y cumplió todos los acuerdos. La medida supondrá un alivio para las economías familiares y las empresas en un momento de fuerte crisis económica. El tráfico será mayor, las prestaciones cambiarán un poco. El ministerio ha resistido la presión de las empresas e incluso no ha aplicado el Real Decreto que le permitía ampliar la concesión de los 90 días que duró el primer estado de alarma.
Algunos que consideraban esto política convencional ahora sólo pueden presentar un fracaso estrepitoso de su promesa de máximos: la revolución de las sonrisas que llevaba a una independencia indolora y mágica. La realidad es un país desnortado y que no deja de perder oportunidades.
Ganó la política y el 1 de junio de 2018 salía adelante la primera moción de censura y única que hasta el momento ha provocado un cambio de presidente del gobierno. Cada uno presenta su expediente de utilidad en el paso por la política. Esta es una buena muestra de lo mejor que pudimos hacer.