Las paradojas del trabajo digital y las utopías de Marx

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Shaiapouf
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Las paradojas del trabajo digital y las utopías de Marx

Mensaje por Shaiapouf »


Ignacio Muro
Economistas frente a la crisis


La combinación entre el troceamiento del trabajo y su creciente trazabilidad como mercancía condensan hoy los cambios esenciales del nuevo capitalismo digital. A ello dediqué un articulo y sobre ello volveré en otros

Se impone un nuevo taylorismo digital caracterizado por una nueva vuelta de tuerca en la capacidad del sistema para la extracción y capitalización de rutinas y perfiles del trabajo humano. El propósito es fragmentar procesos, trocear tareas, hasta llegar a unidades estandarizables asociadas a rutinas mínimas y volcarlas en aplicaciones como hace 100 años se centraba en procesos materiales.

Aunque estos fenómenos se nos presentan cargados de connotaciones negativas, también nos permiten dialogar con las utopías que han orientado la vida de los humanos y las vertientes más positivas del mundo del trabajo. ¿Nos acercamos o nos alejamos del mundo ideal al que aspirábamos? ¿Es hoy la tecnología una palanca al progreso o una argolla hacia la desigualdad?

Aprovechemos que se cumplen 200 años del nacimiento de Marx para intentar contestar a esas preguntas.

Cazar por la mañana… criticar por la noche

En 1845, Karl Marx sintetizaba la utopía de una sociedad comunista imaginando un entorno en la que los trabajadores serían liberados de la monotonía de un solo trabajo.

… nadie tiene una esfera exclusiva de actividad (…) , cada uno puede hacer hoy una cosa y mañana otra distinta: cazar por la mañana, pescar después de comer, criar ganado al atardecer y criticar a la hora de la cena; todo según sus propios deseos y sin necesidad de convertirse nunca ni en cazador, ni en pescador, ni en pastor, ni en crítico”.

Trabajos libres y diversos a lo largo de la semana o en una misma jornada, sin horarios fijos, intercalando actividades intelectuales y manuales, sin una única especialización… así se imaginaba el sueño de un trabajo enriquecedor, superador de rutinas. El trabajo se fragmentaria en un conjunto de actividades voluntarias como consecuencia de las facilidades aportadas por los avances tecnológicos capaces de universalizar lo que más recientemente Stephen Hawking denominaba “lujo ocioso”. La tecnología sería la solución, nunca el problema.

Algo parecido nos venden hoy desde la ideología tecno-optimista de Silicon Valley. Y algo de razón llevan. El cambio tecnológico ha barrido con la monotonía del trabajo típica del capitalismo fordista y ha fragmentado el trabajo y la vida de buena parte de los jóvenes profesionales pero no de la forma liberadora que soñaba Marx.

La sustitución del trabajo repetitivo, monótono y rutinario que Marx asociaba al desarrollo pleno de las potencialidades humanas, deja paso a un nuevo modo de vida dual en el que la marginación y la precariedad más ramplonas conviven con la máxima facilidad para desarrollar ciertas actividades creativas que facilitan las tecnologías digitales. Por un lado, empuja a jóvenes y adultos a asumir subempleos fragmentados de cualquier tipo (cuidar niños, servir copas, hacer sustituciones, transportar enseres…) que les permiten sobrevivir. Por otra, les facilita que puedan destinar su “tiempo libre” a proyectos creativos o sociales de matriz colaborativa (escribir un blog, elaborar y difundir videos, componer música, compartir ocio creativo y aficiones de todo tipo con gentes lejanísimas…) que les aportan satisfacción y en los que dan salida a la alta cualificación para las que les han preparado, pero que el mercado no valora.

El capitalismo nos acerca, a su manera, a las posibilidades de realización del trabajo para frustrarlas seguidamente. Sus mitos de realización y ascenso social solo sirven para una minoría. Para el resto, sometidos al reino de la necesidad nos niega la libertad de elegir mientras nos remunera con niveles de supervivencia.

De cada cual según sus capacidades, a cada cuál según sus necesidades”.

Esta otra máxima, atribuida a Louis Blanc, socialista utópico de mediados del XIX, representa todavía hoy la forma más justa de imaginar la creación y el reparto de la riqueza. Cuando Marx se pregunta en qué condiciones materiales sería posible su desarrollo se contesta:

“ (…) cuando la antítesis entre trabajo mental y físico haya desaparecido (…), cuando a la par del desarrollo global del individuo hayan aumentado las fuerzas productivas y los manantiales de la riqueza colectiva fluyan más abundantemente”.

Lo curioso es que parece caracterizar rasgos que ya se cumplen. Tanto que si la sociedad se lo propusiera hoy estaría en condiciones de equilibrar las aportaciones y las necesidades de las personas y colectivos a lo largo de las diferentes etapas de su vida. La capacidad para gestionar millones de datos de forma instantánea y descentralizada y de conocer y trazar las necesidades sociales en detalle, nos permite abordar con éxito ese reto.

Hoy es posible conocer los gustos, inteligencias, pretensiones, angustias, disponibilidades, carencias, formación, entornos familiares, aptitudes o limitaciones físicas… de colectivos y personas. Y desde el sistema productivo nos acercamos al momento de poder ofrecer productos y servicios personalizados que respondan y atiendan sus demandas sociales singularizadas.

Además, la gestión anónima y descentralizada que permite el blockchain, la tecnología de la llamada “cadena de bloques”, podrían hacer posible conseguir estos retos con las máximas garantías de privacidad, para que los centros de poder no se aprovechen de ello del modo en que el “gran hermano” de Orwell simbolizaba.

Pero, como sabemos, la lógica capitalista se está encargando de enturbiarnos la utopía al convertir esa información en una mercancía, la materia prima y fuente principal de los negocios que caracterizan al último capitalismo.

Troceamiento y trazabilidad capitalistas: la nueva alienación del trabajo

De modo, que al cumplirse los 200 años del nacimiento de Carlos Marx, podemos decir que los avances siguen el camino que él imaginó: disponemos de tecnologías que facultan al ser humano hacia cotas inimaginables, pero sin embargo, no cambian la esencia de la relación entre el hombre y su trabajo que provoca su alienación como ser humano, fenómeno que tan magníficamente describía (por cierto, con 26 años) en sus “Manuscritos de Economía y Filosofía”.

“En su trabajo el trabajador asalariado no se afirma sino que se niega, no se siente feliz sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo.”

Puede que trabajador esté dejando de ser asalariado, en el sentido de que las retribuciones actuales desdibujan todo lo que hemos entendido por salario; puede que haya superado también la idea de trabajo rutinario y monótono; puede que estemos en condiciones de organizar el mundo atendiendo a las posibilidades y capacidades de cada ser humano, pero es obvio que, para las grandes mayorías, ‘su trabajo’ sigue sin aportar felicidad a su vida. O, con palabras de Marx: “sigue estando en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo”.

El troceamiento y la trazabilidad del trabajo no son, en sí mismas, cosas negativas para el progreso. De alguna forma permiten dialogar con las utopías que han orientado y orientan al mundo. El reto sigue siendo ver de qué modo conseguimos que las mejoras tecnológicas que hoy nos capacitan para entornos creativos y una organización social especialmente justa, evitan ser fuente de alienación y de injusticia. Como advertía Stephen Hawking: “tenemos que tener miedo del capitalismo, no de los robots”
Fuente: https://economistasfrentealacrisis.com/ ... s-de-marx/
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